Un adolescente de Utah sigue hospitalizado con tres coágulos de sangre en el cerebro y cerca de él los cuales se desarrollaron después de recibir la primera dosis de la vacuna COVID de Pfizer.

Everest Romney, de 17 años, se puso la vacuna el 21 de abril y empezó a sentir dolor de cuello, fiebre y fuertes dolores de cabeza un día después. Su madre, Cherie Romney, dijo que el pediatra de su hijo descartó inicialmente los síntomas como un tirón muscular en el cuello. Sin embargo, ella estaba convencida de que era algo más, informó ABC4 News.

Después de más de una semana de síntomas y de no poder mover libremente el cuello, la familia recibió este diagnóstico: dos coágulos de sangre en el interior del cerebro y uno en el exterior.

“Ni en un millón de años me lo esperaba”, dijo Romney. “Lo peor, lo peor, es que venga el médico y diga: ‘Bien, hemos encontrado dos coágulos de sangre dentro de su cerebro’. Lo más duro de sobrellevar fue que yo dejé que le pusieran esa inyección. Y antes estaba sano y bien. Pero lo cuestionas, no puedes evitar cuestionarlo cuando todo va mal”.

Everest fue dado de alta de la UCI el 5 de mayo, pero le queda un largo camino por recorrer. Su madre dijo que no está claro cuánto tiempo estará en el hospital. “Necesitábamos un milagro, todavía lo necesitamos. Pero creemos en los milagros”, dijo.

Romney no quiere desanimar a los padres que deciden dejar que sus hijos se vacunen porque cree que cada padre debe tomar la decisión por sus hijos, pero desearía que su elección hubiera sido otra.

El Departamento de Salud de Utah dijo a FOX 13 que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (‘Centers for Disease Control and Prevention’ CDC por sus siglas en inglés) tienen la tarea de investigar los posibles efectos secundarios de la vacuna.

“Al sopesar el riesgo y los beneficios de las vacunas en contraste con la infección COVID, animamos encarecidamente a nuestros pacientes a que se vacunen porque el riesgo es mucho menor que el de la enfermedad”, dijo el Dr. Richard Orlandi, de University of Utah Health, en una conferencia de prensa.

Los CDC y Pfizer niegan los riesgos de coágulos, pero los estudios sugieren lo contrario

Después de administrar casi 100 millones de dosis de la vacuna de Pfizer, los CDC informaron de que hasta el 12 de abril no se había producido ni un solo caso relacionado con la formación de coágulos de sangre en el cerebro.

La declaración de los CDC contradice la información aportada por numerosos informes de noticias, estudios, científicos y el propio sistema de la agencia para controlar las reacciones adversas, el Sistema de Notificación de Eventos Adversos a las Vacunas (‘Vaccine Adverse Event Reporting System’, VAERS por sus siglas en inglés).

Utilizando un criterio de búsqueda que incluía informes de coágulos sanguíneos asociados a trastornos de la coagulación de la sangre, VAERS arrojó un total de 2.808 informes para las tres vacunas desde el 14 de diciembre de 2020 hasta el 30 de abril. De los 2.808 casos notificados, hubo 1.043 informes de trastornos de la coagulación de la sangre atribuidos a Pfizer.

Como informó ‘The Defender’ en abril, distintos científicos advirtieron a los funcionarios reguladores de Estados Unidos ya en diciembre de 2020 que las vacunas COVID de Pfizer y Moderna plantean riesgos de coágulos sanguíneos similares a los de Johnson & Johnson.

Un estudio publicado en febrero en el Journal of Hematology examinó la trombocitopenia tras la vacunación de Pfizer y Moderna en respuesta a la muerte de un médico de 56 años de Florida, el primer paciente identificado que murió de una hemorragia cerebral 15 días después de recibir la vacuna de Pfizer.

Los investigadores examinaron 20 informes de casos de pacientes con trombocitopenia inmunitaria (‘immune thrombocytopenia’, ITP por sus siglas en inglés) tras la vacunación, incluidos 17 sin trombocitopenia preexistente, utilizando datos de los CDC, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (‘Food and Drug Administration’, FDA por sus siglas en inglés), el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU., VAERS, informes publicados y comunicaciones con pacientes y proveedores de tratamiento.

Tras analizar los datos, los investigadores no pudieron excluir la posibilidad de que las vacunas de Pfizer y Moderna tuvieran el potencial de desencadenar ITP y recomendaron una vigilancia adicional para determinar la incidencia de trombocitopenia tras la vacunación.

Un estudio publicado por la Universidad de Oxford descubrió que el número de personas que desarrollaron coágulos de trombosis del seno venoso cerebral (‘cerebral venous sinus thrombosis’, CVST por sus siglas en inglés) después de las vacunas COVID fue aproximadamente el mismo para Pfizer, Moderna y AstraZeneca – la vacuna que se utiliza predominantemente en otras partes del mundo, y que los reguladores de la UE han relacionado con coágulos de sangre.

Según el estudio de Oxford, 4 individuos de cada millón de personas experimentaron CVST durante las dos semanas siguientes a la vacunación con la vacuna de Pfizer o Moderna, frente a 5 de cada millón con la de AstraZeneca.

La Asociación de Médicos y Cirujanos Americanos identificó además 37 casos de personas que desarrollaron un raro trastorno de las plaquetas después de recibir la inyección de Pfizer o Moderna, e informó a la FDA de que las vacunas de ARNm, a través de las proteínas de pico, pueden tener “el potencial de causar lesiones microvasculares [inflammation and small blood clots called microthrombi] al cerebro, el corazón, el hígado y los riñones en formas que no se evaluaron en los ensayos de seguridad”. La FDA nunca respondió.

El 8 de diciembre de 2020, antes de que ninguna vacuna COVID hubiera recibido Autorización de uso de emergencia en los Estados Unidos, el médico formado en Harvard, J. Patrick Whelan, M.D., Ph.D., escribió a la FDA sobre el potencial que tenían las vacunas diseñadas para crear inmunidad a la proteína de pico del SARS-CoV-2 “de causar lesiones microvasculares y coágulos sanguíneos en todo el cuerpo, incluyendo el cerebro, el corazón, el hígado y los riñones, en formas que no se evaluaron en los ensayos de seguridad”.

Whelan reconoció que las vacunas tienen el potencial de detener rápidamente la propagación del virus -suponiendo que las vacunas demuestren que realmente previenen la transmisión, lo que tampoco se evaluó en los ensayos clínicos. Pero advirtió que “sería mucho peor que cientos de millones de personas sufrieran daños duraderos o incluso permanentes en su microvasculatura cerebral o cardíaca por no haber apreciado a corto plazo un efecto no deseado en otros órganos el cual puede ser provocado por las vacunas basadas en la proteína de pico completa.”

El mes pasado, Johnson & Johnson se puso en contacto con Pfizer, Moderna y AstraZeneca para participar en un estudio sobre la posibilidad de que las vacunas COVID causen coágulos de sangre. Funcionarios de AstraZeneca dijeron que estaban interesados, pero Pfizer y Moderna declinaron participar en el estudio.