Desde 2020, los padres han tenido que hacer frente a los esfuerzos cada vez más descarados de los gobiernos, las escuelas, las fundaciones, las grandes empresas tecnológicas, “Big Tech”, las grandes farmacéuticas, “Big Pharma”, y otros para secuestrar, dañar o destruir la mente y el cuerpo de los niños.

Lejos de ser respuestas puntuales u oportunistas a una conveniente “pandemia”, estas agresiones a los niños -y también a los adultos- reflejan una estrategia de control bien financiada y a largo plazo destinada a la aplicación de identidades digitales, del marcaje social y del “seguimiento y rastreo total de cada ser humano a través de … mecanismos ya existentes”.

En la manifestación “Defeat the Mandates” (Derrota a los mandatos”) de enero de 2022, el presidente de “Children’s Health Defense” y abogado jefe de litigios, Robert F. Kennedy Jr., afirmó: “Nadie en la historia del planeta ha escapado jamás del control totalitario obedeciendo” y recordó al público: “Cada vez que obedeces, te vuelves más débil”.

Kennedy también advirtió: “Vienen a por nuestros hijos”.

Como si se tratara de una confirmación, durante todo el año se insistió a bebés, niños de guardería y estudiantes universitarios para que se vacunaran contra la COVID-19, a pesar de la abrumadora evidencia de que estas vacunas debían retirarse urgentemente del mercado.

Advertidos de estos y otros peligros que se agolpaban en torno a sus hijos, un número creciente de padres reconoció la necesidad de la desobediencia.

Manteniendo la desobediencia como consigna para 2023, he aquí algunas acciones que podrían contribuir para lograr una verdadera diferencia en el próximo año.

Elegir la educación en casa

En una serie de nueve artículos escrita a principios de este año, el periodista Corey Lynn, de “Corey’s Digs”, describió los esfuerzos integrales de ingeniería social – “entrenamiento para la obediencia”- desplegados de forma coordinada en 110 países, en parte a través de programas escolares de “Aprendizaje Social y Emocional”.

Aplicado por educadores, consejeros y otros profesionales en “escuelas públicas, escuelas concertadas, programas extraescolares, campamentos de verano, escuelas virtuales y escolarización a distancia”, el objetivo es, según Lynn, “formar mentes, regular emociones, controlar comportamientos, inculcar creencias retorcidas y construir una mano de obra obediente.”

Como decía Anna L. Noble en un artículo publicado en abril de 2022 en “The Defender”, “las escuelas ofrecen un campo de pruebas útil para experimentar con formas de mantener la atención de los niños, desarrollar “nudges” (empujoncitos) y provocar respuestas conductuales deseables”.

Charlotte Thomson Iserbyt, ex asesora política del Departamento de Educación de Estados Unidos, denunció el “embrutecimiento deliberado de Estados Unidos” y señaló que el cambio del enfoque del sistema educativo “de lo académico a la modificación del comportamiento” se remonta al menos a 1965.

Iserbyt observó que el Departamento de Educación no existía antes de su creación en 1979 bajo la Administración Carter, y declaró: “No hay ningún lugar en la Constitución que exija un Departamento de Educación”.

Incluso las escuelas privadas, bajo el control de la Asociación Nacional de Escuelas Independientes, parecen haber perdido cualquier vestigio de “independencia”, con contratos de matriculación que, según se informa, prohíben a los padres “[expresar] un fuerte desacuerdo” con la normativa o con los planes de estudio de la escuela, bajo amenaza de expulsión”.

En lugar de seguir esperando algo diferente de un sistema educativo “abusivo”, Lynn sugiere que la educación en casa puede ser una poderosa forma de desobediencia.

Muchos padres parecen estar de acuerdo: en respuesta a la desastrosa imposición por parte de las escuelas de medidas como el aprendizaje a distancia y el enmascaramiento en 2020, un número récord de hogares recurrió a la educación en casa.

Antes del COVID-19, aproximadamente el 3,4% de los niños en edad escolar estudiaban en casa, pero al inicio del curso 2020-2021, la estimación de la Oficina del Censo de EE.UU. había aumentado hasta el 11,1%.

La educación en casa es la modalidad educativa que crece más rápidamente en Estados Unidos.

Detener el envenenamiento

A principios de este mes, más de un tercio de los padres encuestados (35%) -frente a menos de una cuarta parte (23%) en 2019- cuestionaron los mandatos de vacunación escolar,

Y éste ha sido sólo el último de una serie de informes que abordan la creciente ambivalencia de los padres respecto a las vacunas infantiles “de rutina”.

Estas tendencias sugieren que una masa crítica de padres está llegando a considerar las vacunas como un “truco de estafador“, comprendiendo que las promesas de seguridad de las vacunas eran falsas y estaban plagadas de conflictos de intereses mucho antes de que aparecieran las inyecciones COVID-19 y, de hecho, desde el mismo inicio de los programas de vacunación infantil.

Los expertos mundiales en vacunas admitieron este punto de manera indirecta en una Cumbre Mundial sobre Seguridad de las Vacunas de la Organización Mundial de la Salud a finales de 2019, e igualmente lo hizo la investigadora danesa y veterana conocedora de las vacunas Christine Stabell Benn más o menos al mismo tiempo.

Benn comentó: “Los que se oponen a la vacunación tienen motivos para estar preocupados [sobre la seguridad]”, y añadió:

“No se han estudiado los efectos no específicos de las vacunas sobre la salud en general, y antes de haberlos examinado, no podemos determinar realmente que las vacunas sean seguras”.

El colega de Benn, Peter Aaby, admitió, también en 2019: “La mayoría de ustedes creen que sabemos lo que hacen todas nuestras vacunas; no es así”.

A mediados de 2021, Benn y Aaby argumentaron cautelosamente en contra de las vacunas COVID-19 para niños en la revista científica de alto estatus BMJ.

Dadas las escandalosas probabilidades de lesiones por vacunas que ya existían antes de COVID-19 -estimadas de forma conservadora en un informe de 2010 encargado por el propio gobierno en una de cada 39 vacunas administradas-, no es de extrañar que la carnicería de los pinchazos de COVID-19 engrose ahora las filas de los cuestionadores y los “ex-vaxxers“.

Sin embargo, la vacunación -incluso con su carga de ingredientes tóxicos conocidos y no revelados y su aparente variabilidad lote a lote- está lejos de ser el único vehículo para envenenar a los más vulnerables.

Los padres dispuestos a investigar por su cuenta y a forjar su propio camino nutricional y sanitario familiar descubrirán que puede estar a su alcance disminuir, si no eliminar por completo, la exposición de sus hijos a otros venenos comunes como por ejemplo los aditivos alimentarios, el glifosato, los pesticidas organoclorados y organofosforados y los medicamentos de venta libre como el paracetamol, todos los cuales entrañan peligros de los que se informa muy poco.

Reducir el tiempo de pantalla

En 2006, el escritor Richard Louv acuñó el término “trastorno por déficit de naturaleza” en el subtítulo de su libro “El último niño en el bosque“, sugiriendo que la “generación conectada” de hoy, con el permiso consciente o inconsciente de los padres, ha priorizado imprudentemente las pantallas sobre el tiempo en la naturaleza.

Con el empeoramiento de los hábitos de los niños frente a las pantallas en los últimos años, el déficit de naturaleza se ha convertido en un “tema candente“.

Los preocupados investigadores también describen cómo las pantallas están desplazando “actividades beneficiosas para el desarrollo” tan básicas como el sueño, la actividad física, las interacciones familiares y la lectura de libros.

El problema conexo de la adicción a las pantallas o adicción a las redes sociales -vinculado no sólo al insomnio, sino también a trastornos de la alimentación y a consecuencias como el suicidio- se ha convertido en el centro de demandas en las que se alega que las empresas de redes sociales despliegan “agresivamente” algoritmos diseñados para crear adicción en niños y adolescentes.

Al descubrir el importante papel que las “influencias sociales” parecen desempeñar en la explosión del fenómeno de la “disforia de género de aparición rápida” entre las niñas, la principal recomendación de la autora Abigail Shrieren su libro “Irreversible Damage: The Transgender Craze Seducing Our Daughters” (Daños irreversibles: la locura transexual que seduce a nuestras hijas), es no regalarles un smartphone.

Como explica Catherine Austin Fitts, de “Financial Rebellion” y el Informe Solari, “los niños son el objetivo de algunas de las personas más poderosas y de la tecnología más peligrosa del planeta”, y es tarea de los padres “entenderlo y protegerlos”.

Enseñar a los niños a usar dinero en efectivo, no plástico

A finales de 2020, el director general del Banco de Pagos Internacionales, Agustín Carstens, compartió la visión poco amistosa de los banqueros centrales de un sistema monetario que permita el control total de todas las transacciones a través de monedas digitales de bancos centrales (CBDC) que, ominosamente, también permitirían a los bancos centrales activar y desactivar el dinero de la gente a voluntad.

Desgraciadamente, las generaciones más jóvenes marchan sin miramientos hacia esta visión distópica, ya que los “millennials”, según un estudio realizado en 2021 por Capital One, “se alejan cada vez más del gasto en efectivo” en favor de los sistemas de pago digitales.

En aras de la “comodidad”, algunos bancos -que parecen ignorar que las CBDC amenazan su propio futuro- promueven el programa “sin dinero en efectivo” ofreciendo tarjetas de débito para los institutos que hacen las veces de carné de identidad, diciendo a los padres que ya no tendrán que “preocuparse por que sus hijos pierdan el dinero del almuerzo”.

Fitts es una firme defensora de revitalizar el uso del dinero en efectivo.

Los padres pueden ayudar no sólo siendo ellos mismos modelos de efectivo, sino haciendo que sus hijos “empiecen a manejar efectivo cuando son pequeños”.

En 2015, la redactora jefe Janet Bodnar, de Finanzas Personales de Kiplinger, opinó que “usar dinero en efectivo es la mejor manera de conseguir que las mentes jóvenes piensen sabiamente sobre el dinero”, incluidos los adolescentes mayores que pueden beneficiarse de “la disciplina de gestionar un fajo de dinero real.”

Bodnar tachó de erróneo el argumento de los padres de que el plástico puede enseñar a los niños “responsabilidad financiera”.

Un experto británico en matemáticas declaró a “The Guardian” en 2021: “Ser capaz de manejar dinero y comprar algo por ti mismo es muy especial: refuerza tu confianza con el dinero”.

No caiga en las trampas de la salud mental

A lo largo de los años, muchos padres han aprendido a desconfiar de las recomendaciones procedentes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), un organismo tan acostumbrado a los conflictos de intereses y a la falsa ciencia que no se avergüenza de utilizar la misma empresa de relaciones públicas que las grandes farmacéuticas.

Por lo tanto, los llamamientos de los CDC y los grupos de fachada CDC/farmacéuticos, como la Academia Americana de Pediatría, para que se realicen más pruebas de salud mental y se amplíe el acceso a la “atención”-desde el nacimiento hasta la edad adulta- merecen un escrutinio cuidadoso.

Como se ha señalado recientemente en “The Defender”, la vigilancia psiquiátrica de la cuna a la tumba es una herramienta sigilosa de control social, y también entraña el riesgo de consecuencias estigmatizantes y potencialmente mortales como el sobrediagnóstico, la sobremedicalización y la sobremedicación.

Las escuelas funcionan cada vez más como mecanismos de prestación de servicios y exámenes de salud mental, pero como advirtió la Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos (“Citizens Commission on Human Rights”, CCHR por sus siglas en inglés) – grupo de vigilancia de la salud mental – en una hoja informativa, las herramientas de detección de salud mental “subjetivas y sin base científica” que están utilizando las escuelas están “desarrolladas por psiquiatras predominantemente con vínculos financieros con la industria farmacéutica”.

Según el CCHR:

“Los exámenes de salud mental plantean a los jóvenes estudiantes preguntas embarazosas, personales y potencialmente perturbadoras que los psiquiatras han redactado de tal manera que ningún estudiante podría librarse de ser etiquetado como enfermo mental en algún momento de su educación.”

El CCHR añade: “Estos cuestionarios pueden dar lugar a intervenciones psicológicas o psiquiátricas en la vida del niño y su familia, a menudo contra su voluntad o bajo amenazas.”

Para los hogares que no educan en casa, el grupo de vigilancia recomienda que los padres tomen conciencia de lo que está ocurriendo, firmen formularios de exención antes de someterse a exámenes de salud mental o asesoramiento y “se unan para conseguir que los exámenes psiquiátricos sean expulsados de las escuelas.”

Dejar de financiar al enemigo

La autora e investigadora Dra. Naomi Wolf desafió recientemente al frío frente a su alma mater, la Universidad de Yale, para defender que las mandatos de la universidad en relación con la vacuna COVID-19 convierten a los estudiantes en “rehenes médicos” y constituyen trata de seres humanos.

En su relato de la visita a Yale, Wolf describió las conversaciones con los padres, quienes dijeron que “sus hijos les habían rogado que no hablaran, que no llamaran al decano, que no abogaran por ellos para protegerlos de estas inyecciones, de ninguna manera”, debido al temor a represalias y expulsiones.

Sin embargo, los padres tienen el deber de asegurarse de que sus hijos entienden lo que están cambiando por prestigio, incluyendo, potencialmente, su salud, su fertilidad futura o su vida.

Además, incluso si, como alega Wolf, las universidades están ahora más en deuda con los contratos gubernamentales que con quienes pagan la matrícula, los estudiantes universitarios y sus padres siguen representando un poderoso bloque económico capaz de votar con los pies.

Una herramienta a disposición de los padres, sugiere Wolf, es hacer un deposito de posibles donaciones para mostrar a las universidades los fondos que están dejando de percibir.

Pero los padres que dan a sus estudiantes universitarios actuales o futuros el permiso y el valor para rechazar cualquier institución de enseñanza superior que se muestre dispuesta a envenenarles y a privarles de sus libertades constitucionales pueden ofrecer a sus hijos una lección de vida aún más poderosa.

Un estudiante de secundaria que reconoció que “los mandatos no acabarán mientras participemos” elaboró una carta para las oficinas de admisión de las universidades (disponible como plantilla para otros) que dice así:

“En este momento, sólo estoy considerando escuelas, facultades o universidades que no requieran una vacuna Covid-19 y eso significaría la serie inicial, cualquier refuerzo e incluyendo los próximos requisitos para ser considerado ‘al día’. La libertad médica y la autonomía corporal son mi máxima prioridad”.

Di no a la red de control

Aunque este artículo se ha centrado en las medidas para proteger a los jóvenes, la red de control -en forma de intervenciones como identificaciones digitales, pasaportes vacunas y CBDC- también va a por los adultos.

Como Kennedy escribió en el epílogo de su bestseller, “The Real Anthony Fauci”, “Podemos inclinarnos y obedecer… O podemos decir no. Podemos elegir, y no es demasiado tarde”.

El programa “Rebelión financiera” de CHD.TV ofrece sugerencias semanales sobre cómo no obedecer.

En palabras de Kennedy:

“Podemos decir no a la conformidad con los pinchazos para trabajar, no a enviar a los niños a la escuela con pruebas y enmascaramientos forzosos, decir no a las plataformas de medios sociales censuradas, decir no a comprar productos de empresas que pretenden controlarnos yque nos arruinemos. Estas acciones no son fáciles, pero vivir con las consecuencias de la inacción sería mucho más duro. Apelando a nuestro coraje moral, podemos detener esta marcha hacia un Estado policial global”.