El camino hacia una civilización ecológica se allana reclamando los bienes comunes: nuestra casa común, la Tierra, y los bienes comunes de la familia terrestre, de la que formamos parte. Al reclamar los bienes comunes, podemos imaginar posibilidades para nuestro futuro común, y podemos sembrar las semillas de la abundancia a través de la “puesta en común”.

En los bienes comunes, cuidamos y compartimos, por la Tierra y por los demás. Somos conscientes de los límites ecológicos de la naturaleza, lo cual significa que le garantizamos que su parte de los regalos que crea vuelve a ella para mantener la biodiversidad y los ecosistemas. Somos conscientes de que todos los seres humanos tienen derecho al aire, al agua y a los alimentos, y nos sentimos responsables de proteger los derechos de las generaciones futuras.

Los acotamientos de los bienes comunes, por el contrario, son la causa fundamental de la crisis ecológica y de las crisis de la pobreza y el hambre, la desposesión y el desplazamiento. El extractivismo trata como una mercancia de la que puede beneficiarse económicamente aquello que es común para el sustento de toda la vida.

Los bienes comunes, definidos

El aire es un bien común.

Compartimos el aire que respiramos con todas las especies, incluidas las plantas y los árboles. Mediante la fotosíntesis, las plantas convierten el dióxido de carbono de la atmósfera y nos dan oxígeno. “No puedo respirar” es el grito del acotamiento de los bienes comunes del aire mediante la extracción y quema de carbono fosilizado de 600 millones de años de antiguedad.

El agua es un bien común.

El planeta es 70% agua. Nuestros cuerpos son un 70% agua. El agua es la base ecológica de toda la vida, y en los bienes comunes, la conservación crea abundancia. La botella de agua de plástico es un símbolo del acotamiento de los bienes comunes, primero al privatizar el agua para el extractivismo y luego al destruir la tierra y los océanos con la consiguiente contaminación por plástico.

La comida es un bien común.

Los alimentos son la moneda de la vida, desde la red alimentaria del suelo, pasando por la biodiversidad de plantas y animales, insectos y microbios, hasta los billones de organismos de nuestros microbiomas intestinales. El hambre es el resultado del acotamiento de los bienes comunes de la alimentación a través de la agricultura industrial basada en los combustibles fósiles y en el uso intensivo de productos químicos.

Una historia de acotamiento

La transformación hacia los acotamientos comenzó en serio en el siglo XVI. Los ricos y poderosos terratenientes corsarios, apoyados por empresarios industriales, comerciantes y banqueros, tenían un hambre ilimitada de beneficios. Su hambre alimentó el industrialismo como proceso de extracción de lo que había de valor de la tierra y de los campesinos.

El colonialismo fue el acotamiento de los bienes comunes a escala mundial.

Cuando la Compañía Británica de las Indias Orientales empezó a gobernar de facto la India a mediados del siglo XVII, acotó nuestras tierras y bosques, nuestros alimentos y agua, incluso nuestra sal del mar. En el transcurso de 200 años, se estima que los británicos extrajeron de la India unos 45 billones de dólares a través de los acotamientos coloniales de nuestras economías agrarias, empujando a decenas de millones de campesinos a la hambruna y la inanición.

Nuestro movimiento por la libertad, desde mediados de 1800 hasta mediados de 1900, fue de hecho un movimiento para reclamar los bienes comunes. Cuando los británicos establecieron el monopolio de la sal mediante las leyes de la sal en 1930, haciendo ilegal la fabricación de sal por parte de los indios, Gandhi inició la Satyagraha de la Sal, el movimiento de desobediencia civil contra las leyes de la sal. Se dirigió al mar con miles de personas y recogió la sal del mar, diciendo: La naturaleza la da gratis; la necesitamos para nuestra supervivencia; seguiremos haciendo sal; no obedeceremos tus leyes.

Ampliación de los acotamientos

Si bien los acotamientos comenzaron con la tierra, en nuestra época los acotamientos se han ampliado para abarcar las formas de vida y la biodiversidad, nuestro conocimiento compartido e incluso las relaciones. Los bienes comunes que se acotan hoy son nuestras semillas y biodiversidad, nuestra información, nuestra salud y educación, nuestra energía, la sociedad y la comunidad y la propia Tierra.

La industria química está acotando los bienes comunes de nuestras semillas y la biodiversidad a través de los “derechos de propiedad intelectual”. Encabezada por Monsanto (ahora Bayer) en la década de 1980, nuestra biodiversidad fue declarada “materia prima” para que la industria biotecnológica creara la “propiedad intelectual”: poseer nuestras semillas a través de patentes, y cobrar rentas y regalías a los campesinos que mantenían los bienes comunes de las semillas.

Reclamar los bienes comunes de nuestras semillas ha sido el trabajo de mi vida desde 1987. Inspirados por Gandhi, iniciamos el movimiento Navdanya con una Satyagraha de semillas. Declaramos: “Nuestras semillas, nuestra biodiversidad, nuestros conocimientos indígenas son nuestro patrimonio común. Recibimos nuestras semillas de la naturaleza y de nuestros antepasados. Tenemos el deber de guardarlas y compartirlas, y entregarlas a las generaciones futuras en su riqueza, integridad y diversidad. Por lo tanto, tenemos el deber de desobedecer cualquier ley que haga ilegal que guardemos y compartamos nuestras semillas”.

Trabajé con nuestro parlamento para introducir el artículo 3(j) en la Ley de Patentes de la India en 2005, que reconoce que las plantas, los animales y las semillas no son invenciones humanas y, por tanto, no pueden patentarse. Desde entonces, Navdanya ha creado 150 bancos de semillas comunitarios en el marco de nuestro movimiento para reclamar los bienes comunes de las semillas. Y nuestros desafíos legales a la biopiratería del neem, el trigo y el basmati han sido importantes contribuciones para reclamar los bienes comunes de la biodiversidad y el conocimiento indígena.

Asociación, no propiedad

Lo mismo ocurre con el agua. Cuando la empresa francesa de gestión de agua y residuos Suez intentó privatizar el río Ganges en 2002, creamos un movimiento de democracia del agua para reclamar el Ganges como nuestro patrimonio común. Mediante una Satyagraha contra Coca-Cola en 2001, mis hermanas de Plachimada, Kerala, cerraron la planta de Coca-Cola y recuperaron el agua como bien común.

La civilización ecológica se basa en la conciencia de que somos parte de la Tierra, no sus amos, conquistadores o propietarios. Que estamos conectados con toda la vida, y que nuestra vida depende de otras, desde el aire que respiramos hasta el agua que bebemos y los alimentos que comemos.

Todos los seres tienen derecho a vivir; por eso he participado en la elaboración del proyecto de “Declaración de los Derechos de la Madre Tierra”. El derecho a la vida de todos los seres se basa en la interconexión. La interconexión de la vida y los derechos de la Madre Tierra, de todos los seres, incluidos los humanos, es la base ecológica de los bienes comunes y de las economías basadas en el cuidado y el reparto.

Recuperar los bienes comunes y crear una civilización ecológica van de la mano.

Publicado originalmente por YES!