Funcionarios y organizaciones bancarias internacionales de alto nivel se reunieron el mes pasado en Israel para realizar un ejercicio de “juego de guerra” global que simulaba el colapso del sistema financiero mundial.

El ejercicio de mesa recordó al “Evento 201“, el ejercicio de simulación de pandemia que tuvo lugar en octubre de 2019, poco antes de que el COVID-19 entrara en escena a nivel mundial.

La iniciativa “Fuerza Colectiva” se celebró durante 10 días, a partir del 9 de diciembre de 2021, en el Ministerio de Finanzas israelí en Jerusalén. Se trasladó a Jerusalén desde la Exposición Universal de Dubai por la preocupación que suscitaba la variante Omicron.

Israel encabezó un contingente de 10 países, entre los que también se encontraban funcionarios del Tesoro de Estados Unidos, Austria, Alemania, Italia, Países Bajos, Suiza, Tailandia y Emiratos Árabes Unidos.

También participaron representantes de organizaciones supranacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Banco de Pagos Internacionales (BPI).

Descrito como un simulacro de “juego de guerra“, el ejercicio buscaba modelar la respuesta a varios ciberataques hipotéticos a gran escala contra el sistema financiero mundial, incluida la filtración de datos financieros sensibles en el “Dark Web“, hackeos dirigidos al sistema mundial de divisas, y las subsiguientes corridas bancarias y el caos del mercado alimentado por las “fake news”.

Sin embargo, el tema principal de “Fuerza Colectiva” no parece ser tanto la simulación de estos ciberataques como, tal y como indica el nombre de la iniciativa, el fortalecimiento de la cooperación mundial en materia de ciberseguridad y del sector financiero.

Según informa Reuters, los participantes en el simulacro debatieron las respuestas multilaterales a una hipotética crisis financiera mundial.

Las soluciones políticas propuestas incluían periodos de gracia para el reembolso de la deuda, acuerdos SWAP/REPO, vacaciones bancarias coordinadas y desvinculación coordinada de las principales monedas.

La idea de la desvinculación simulada de las principales divisas levantó algunas cejas por el momento en que se produjo: el mismo día en que los participantes se reunieron para lanzar “Fuerza Colectiva” circularon informes de que el gobierno de Biden estaba considerando retirar a Rusia del sistema mundial de mensajes de pago electrónico conocido como SWIFT, abreviatura de Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication.

Esta medida formaría parte de un paquete de sanciones económicas que Estados Unidos impondría a Rusia si ataca a Ucrania.

Sin embargo, lo que puede levantar aún más las cejas es la lista de participantes en la simulación de “Fuerza Colectiva”, que incluye: el FMI y el Banco Mundial, e indirectamente, el Foro Económico Mundial (FEM).

Fue el FEM, junto con la Fundación Bill y Melinda Gates y la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, quien dirigió el simulacro “Evento 201” en octubre de 2019.

Como ya informó “The Defender”, el FEM también apoyó el desarrollo de instrumentos financieros, como tarjetas de crédito y débito, que harían un seguimiento individualizado de las “asignaciones personales de carbono”.

Un resumen ejecutivo publicado en noviembre de 2020 por la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, en colaboración con el FEM, ofrecía un resumen del tipo de escenario que se simuló como parte de “Fuerza Colectiva”.

Los autores del informe, Tim Maurer y Arthur Nelson, describieron un mundo cuyo sistema financiero está experimentando “una transformación digital sin precedentes… acelerada por la pandemia de coronavirus”.

En un mundo así, según los autores, “la ciberseguridad es más importante que nunca”.

Describiendo la protección del sistema financiero mundial como un “reto organizativo”, el informe señala que no existe un actor global claro encargado de proteger el sistema financiero mundial o su infraestructura digital.

El resumen ejecutivo llegó a describir una “desconexión entre las finanzas, la seguridad nacional y las comunidades diplomáticas”.

Las soluciones identificadas por Maurer y Nelson incluían:

  • La necesidad de una “mayor claridad” respecto a las funciones y responsabilidades
  • Reforzar la cooperación internacional
  • Reducir la fragmentación y aumentar la “internacionalización” entre las instituciones financieras “aisladas”.
  • Desarrollar un modelo que luego pueda utilizarse en “otros” sectores no especificados.

¿Pero qué “otros” sectores?

Este conjunto de recomendaciones fue clasificado por los autores en su informe como “Transformación digital: Salvaguardar la inclusión financiera”.

Una de estas recomendaciones dice lo siguiente:

“El G20 debería destacar que la ciberseguridad debe ser diseñada en las tecnologías utilizadas para avanzar en la inclusión financiera desde el principio, en lugar de incluirse como una idea de última hora.”

La tecnología que “se utiliza para avanzar en la inclusión financiera desde el principio” parece incluir los “pasaportes sanitarios” digitales y las “carteras digitales” que los acompañan.

También parece estar en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas -en particular, el Objetivo 16.9, que pide la provisión de una identidad legal digital para todos, incluidos los recién nacidos, para 2030.

El Objetivo 16.9 también recuerda la insistencia de la Unión Europea en que su pasaporte de vacunas, el llamado “pase verde”, que se utiliza en numerosos países europeos para prohibir el acceso a todo tipo de espacios públicos y privados a las personas no vacunadas y con inmunidad natural, protege la privacidad de las personas.

En una nueva conexión entre dos cuestiones distintas -la seguridad del sistema financiero mundial y la salud pública-, la Alianza para las Vacunas GAVI pidió “innovaciones que aprovechen las nuevas tecnologías para modernizar el proceso de identificación y registro de los niños que más necesitan las vacunas que salvan vidas”.

Sin embargo, el uso de estas tecnologías no se detendría con el registro de las vacunas infantiles. GAVI describió los usos potenciales de estas “nuevas tecnologías” como el “acceso a otros servicios”, incluyendo los ampliamente definidos “servicios financieros”.

Los autores del resumen ejecutivo de “Carnegie Endowment” reflejaron sus propuestas en un artículo de la primavera de 2021 que aparece en el sitio web del FMI, aunque las cuestiones de “inclusión financiera” quedan al margen.

Aunque los dos autores del informe Carnegie, y los participantes en la iniciativa “Fuerza Colectiva”, subrayan la necesidad de proteger mejor el sistema financiero y sus datos digitales, sigue sin estar claro cómo puede considerarse “segura” una transformación continua hacia un entorno totalmente digital y basado en la nube.

Consideremos, por ejemplo, la siguiente observación de Micha Weis, director de cibernética financiera del Ministerio de Finanzas israelí, en referencia a la “Fuerza Colectiva”: “[l]os atacantes van 10 pasos por delante del defensor”.

Estas palabras no ofrecen mucho consuelo a quienes ya desconfían de las tecnologías de las finanzas, “FinTech”, o de la creciente proximidad entre las grandes empresas tecnológicas, “Big Tech“, y las grandes finanzas, “Big Finance”.

Del mismo modo, otro “simulacro” de una catástrofe global destructiva a gran escala traerá, para algunos, recuerdos del “Evento 201” y lo que siguió después -descrito infamemente el 20 de marzo de 2020 por el entonces Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, como un “ejercicio en vivo”.