Puntos a destacar

  1. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) siguen negando las muertes tras la vacunación con COVID-19.
  2. Los CDC afirman que los casos de miocarditis tras la vacunación con COVID-19 suelen ser leves.
  3. Los CDC/Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) se negaron a publicar la información de la autopsia a pesar de una solicitud de la Ley de Libertad de Información de “The Epoch Times”.
  4. Un estudio del Reino Unido en circulación informó de 100 muertes por miocarditis.
  5. En el Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas (VAERS) se notifican 32.000 muertes.
  6. Pruebas anecdóticas: aumento de los informes de “muerte repentina” casi a diario.
  7. Un nuevo estudio de Japón revela un aumento de las muertes por miocarditis en todos los grupos de edad.
  8. Tres estudios demostraron una elevación de la troponina (lesión miocárdica) tras la vacunación.
  9. Se sabe que la proteína de espiga o pico es tóxica para el corazón y los vasos sanguíneos.
  10. Tal vez el riesgo de miocarditis y muerte tras la vacunación con COVID-19 sea mucho mayor de lo que admiten las autoridades de salud pública.
  11. La existencia de mandatos que provocan daños evitables es inmoral.

Los funcionarios de salud pública presentan los estribillos poco sinceros de “seguro y eficaz”, “efectos secundarios poco frecuentes” y “generalmente leve” como obviedades incuestionables sobre las vacunas COVID-19, que no requieren datos científicos para justificarlas.

En el seguimiento a medio plazo (mínimo 90 días) de los informes de miocarditis en VAERS, publicado el 21 de septiembre en “The Lancet”, los CDC informan de que “hasta donde sabemos, no se produjo ninguna muerte durante el seguimiento entre los pacientes elegibles para la encuesta”.

En un testimonio público ante el Congreso (en el punto 1:51:52) en relación con las muertes tras la vacunación con COVID-19 notificadas en el VAERS, la directora de los CDC, la Dra. Rochelle Walensky, declaró: “Cada una de esas [muertes] está adjudicada”.

El 19 de octubre en la presentación del Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP) una vez más los CDC se basaron únicamente en los datos del VAERS (que se sabe que subestiman el riesgo de miocarditis entre 3 y 4 veces), informando de que el riesgo de miocarditis era “poco frecuente”.

Utilizando datos antiguos de su presentación de febrero para la reunión del 19 de octubre, el ACIP informó de que “la mayoría de los individuos con miocarditis/pericarditis se han recuperado completamente en el seguimiento”.

Sin embargo, en su propio análisis formal de los informes de miocarditis del VAERS, publicado en “The Lancet” el mes pasado, los CDC informaron de que el 50% seguía teniendo síntomas persistentes en una media de seguimiento de 143 días. Además, alrededor de un tercio de los pacientes seguía teniendo restricciones de actividad en el momento del seguimiento.

A pesar de las afirmaciones de los CDC de que los casos de miocarditis tras la vacunación con COVID-19 son “generalmente leves”, se han notificado casos de muerte por miocarditis tras la vacunación con COVID-19 comprobados mediante autopsia.

George, un estudiante universitario de 24 años, sufrió un colapso y murió el 27 de octubre de 2021. Un informe de la autopsia de la Oficina del Forense del Condado de Bradford muestra que George murió de “miocarditis relacionada con la vacuna COVID-19”.

Existen otros informes publicados sobre muertes por miocarditis tras la vacunación con COVID-19.

Por ejemplo, un hombre de 22 años que desarrolló dolor en el pecho cinco días después de la primera dosis de la vacuna de ARNm BNT162b2 murió siete horas después. El examen histológico del corazón reveló una miocarditis auricular aislada, con predominio de neutrófilos e histiocitos. La tinción inmunohistoquímica de C4d reveló una necrosis unicelular dispersa de los miocitos, que no se acompañaba de infiltrados inflamatorios. Se determinó que la causa principal de la muerte fue una miocarditis, asociada causalmente a la vacuna BNT162b2.

Los resultados de las autopsias de dos adolescentes que fueron encontrados muertos en la cama tres y cuatro días después de que se les administrara la segunda dosis de la vacuna COVID-19 de Pfizer-BioNTech también se publican en un artículo revisado por expertos.

En el análisis inicial de los CDC de los informes de miocarditis del VAERS (publicado en enero de 2022 en JAMA), la agencia informa de que “en el momento de la revisión de los datos, había dos informes de muerte en personas menores de 30 años con posible miocarditis que siguen siendo investigados y no se incluyen en los recuentos de casos“.

Hay 31.569 informes de muertes en el VAERS, la mayoría de ellas en los 7 días siguientes a la vacunación:

Curiosamente, el número máximo de muertes notificadas en el VAERS se corresponde con el pico de dosis de administración de la vacuna (abril de 2021):

A pesar de asegurar al Congreso que todas las muertes están “adjudicadas” (una afirmación que Walensky hace en el minuto 1:51:52), los CDC nunca han publicado hasta ahora ningún dato que resuma y explique su análisis de los informes de muerte en el VAERS. De hecho, los CDC y la FDA se negaron a publicar los informes de las autopsias a pesar de una solicitud por la Ley de Libertad de Información (FOIA) realizada por “The Epoch Times”.

Si las muertes no están relacionadas de forma causal con la miocarditis y la vacuna COVID-19, ¿por qué los funcionarios de salud pública nunca han hecho públicos los resultados de las autopsias?

Cada vez hay más pruebas en todo el mundo de lesiones cardíacas inducidas por vacunas

En un amplio estudio sobre la miocarditis tras la vacunación con COVID-19 del Reino Unido (publicado en “Circulation” en septiembre de 2022), los autores observaron a 140 y 90 pacientes que fueron ingresados en el hospital o murieron de miocarditis tras una primera y segunda dosis de la vacuna ChAdOx1-S/nCoV-19 de AstraZeneca, respectivamente. De ellos, 40 (28,6%) y 11 (12,2%)’ respectivamente, murieron con miocarditis o en los 28 días siguientes al ingreso hospitalario.

Asimismo, hubo 124, 119 y 85 pacientes que fueron ingresados en el hospital o murieron de miocarditis después de una primera, segunda y tercera dosis de la vacuna BNT162b2 de Pfizer-BioNTech, respectivamente. De ellos, 22 (17,7%), 14 (11,8%) y 13 (15,3%) pacientes murieron con miocarditis o en los 28 días siguientes al ingreso hospitalario.

Por último, hubo 11, 40 y 8 pacientes que ingresaron en el hospital por miocarditis después, respectivamente, de una primera, segunda y tercera dosis de la vacuna mRNA-1273 de Moderna. Ninguno de estos pacientes falleció con miocarditis o en los 28 días siguientes al ingreso hospitalario con miocarditis. (Es importante señalar que la vacuna mRNA-1273 se utiliza más en Estados Unidos que en el Reino Unido).

Los porcentajes de los que murieron después de la miocarditis son impactantes y refutan claramente las afirmaciones de “generalmente leve”. Por tanto, las muertes por miocarditis tras la vacunación con COVID-19 no son desconocidas para la comunidad científica y médica.

Cualquiera que esté activo en las redes sociales seguro que está leyendo sobre el aumento de informes de personas que “murieron repentinamente”. Muchos de ellos son adolescentes, adultos jóvenes y deportistas. Estos informes anecdóticos se encuentran casi a diario.

En la mayoría de estos informes no se menciona el estado de vacunación de los fallecidos. Si la vacunación contra la COVID-19 no estuviera relacionada de forma causal con la trágica e inoportuna muerte, entonces el estado de vacunación no debería ocultarse en las noticias.

Antes de la pandemia de COVID-19, se calcula que cada año morían entre 65 y 75 deportistas por muerte súbita cardíaca. Sólo este año, hay informes no oficiales de más de 500 muertes entre los atletas.

¿Son estas muertes por miocarditis u otras complicaciones cardiovasculares de la proteína de espiga encontrada en las vacunas COVID-19?

Un estudio anterior de Israel publicado en Nature en abril de 2022 da una pista sobre el mayor riesgo de mortalidad tras la vacunación con COVID-19. Este estudio evaluó la asociación entre el volumen de paradas cardíacas y llamadas al SEM por síndrome coronario agudo (SCA) en la población de 16 a 39 años de edad con posibles factores como la infección por COVID-19 y las tasas de vacunación.

El SCA se produce cuando un paciente sufre un infarto. Se detectó un aumento de más del 25% en ambos tipos de llamadas durante enero-mayo de 2021, en comparación con los años 2019-2020. En particular, la tasa aumentó incluso en comparación con 2020, cuando la pandemia de COVID-19 ya estaba extendida.

El estudio israelí descubrió que los recuentos semanales de llamadas de emergencia estaban significativamente asociados a las tasas de primera y segunda dosis de vacunas administradas a este grupo de edad. Sin embargo, las tasas no se asociaron con las tasas de infección por COVID-19.

Los autores señalaron:

“Aunque no se establecen relaciones causales, los hallazgos plantean la preocupación por los efectos secundarios cardiovasculares graves no detectados inducidos por las vacunas y subrayan la relación causal ya establecida entre las vacunas y la miocarditis, una causa frecuente de paro cardíaco inesperado en individuos jóvenes.”

(Merece la pena mencionar que si se publica este estudio científico revisado por pares en Facebook se sufre una restricción de la cuenta porque Facebook considera que se trata de información errónea).

Un estudio basado en la población de Japón (publicado recientemente como preimpresión, aún no revisado por pares) evaluó los “cocientes de la tasa de mortalidad por miocarditis (“myocarditis mortality rate ratios”, MMRR por sus siglas en inglés) después de recibir la vacuna contra el SARS-CoV-2 en comparación con la de la población de referencia (3 años anteriores)”.

La población vacunada era de 99.834.543 personas de 12 años o más que habían recibido la vacuna contra el SRAS-CoV-2 una o dos veces antes del 14 de febrero. La población de referencia se definió como las personas de 10 años o más de 2017 a 2019.

Aunque se evaluaron el BNT-162B2 (Pfizer), el ARNm-1273 (Moderna) y el ChAdOx1 nCoV-19 (AstraZeneca), es importante señalar que el 95% de los participantes en el estudio recibieron la vacuna BNT162b2 mRNA COVID-19.

Estudios anteriores han demostrado que el riesgo de miocarditis después de la vacunación con COVID-19 es notablemente mayor en los varones más jóvenes después de mRNA-1273 que en BNT162b2.

El estudio descubrió que las “tasas [de mortalidad por miocarditis] eran significativamente más altas no sólo entre los adultos jóvenes (la más alta en los 30 años, con un MMRR de 6,69) sino también entre los ancianos”.

En otros grupos de edad, hubo una tendencia hacia un mayor riesgo de mortalidad por miocarditis, pero no era estadísticamente significativa. Los autores concluyeron que “basándose en este estudio, el riesgo de miocarditis tras la vacunación contra el SARS-CoV-2 puede ser más grave que el comunicado anteriormente”.

El Dr. Joseph Ladapo, Cirujano General del Estado de Florida, recomienda ahora que no se administren las vacunas de ARNm COVID-19 a los varones de 18 a 38 años. Esta recomendación actualizada se basó en un análisis mediante series de casos autocontroladas, un método de investigación establecido para evaluar la seguridad de las vacunas.

“Este análisis encontró que hay un aumento del 84% en la incidencia relativa de muerte relacionada con el corazón entre los hombres de 18 a 39 años dentro de los 28 días siguientes a la vacunación con ARNm”, según la Guía actualizada para las vacunas de ARNm COVID-19 (7 de octubre de 2022).

El posible mecanismo subyacente a la miocarditis, las muertes por miocarditis, el síndrome coronario agudo y la parada cardíaca puede explicarse a nivel molecular.

La proteína de espiga (que se encuentra tanto en el virus SARS-CoV2 como en las vacunas COVID-19) entra en las células del tejido a través de los receptores ACE2 (mediados por la molécula TMPSSR2). Los receptores ACE2 no sólo se localizan en los pulmones, sino que también se encuentran en abundancia en el sistema cardiovascular.

Aunque el mecanismo molecular exacto aún se está investigando, se sabe que la proteína de espiga es tóxica para el miocardio (músculo cardíaco) y el tejido endovascular (revestimiento de los vasos sanguíneos).

Por lo tanto, no debe sorprender que la proteína de espiga tenga predilección por el miocardio y las arterias coronarias (vasos sanguíneos del corazón) causando miocarditis, SCA o paro cardíaco, todo lo cual puede ser fatal.

El riesgo de miocarditis subclínica es significativo

Mientras que muchos estudios internacionales informan de que la tasa de miocarditis clínica (las que presentan síntomas) es de aproximadamente 300 por millón (o 1 de cada 3.333 aproximadamente), tres estudios distintos descubrieron que puede haber más personas con lesiones miocárdicas subclínicas (es decir, asintomáticas) de las que se notifican actualmente.

La lesión miocárdica puede evaluarse comprobando los niveles en sangre de un biomarcador llamado troponina. Un estudio de adolescentes en Tailandia descubrió que el 1,3% (1 de cada 76) de los adolescentes tenían troponina elevada tras la vacunación con BNT162b2.

En una investigación prospectiva de dos hospitales israelíes, se encontró una troponina elevada en el 0,62% (1 de cada 162) de los trabajadores sanitarios sanos a los que se les administró la vacuna BNT162b2.

Un resumen presentado en el Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología 2022 informó de la elevación de la troponina en el 2,8% (1 de cada 35) de los empleados del Hospital Universitario de Basilea (Suiza) a los que se les inyectó una vacuna de ARNm-1273.

Si bien es importante señalar que la elevación asintomática de la troponina (en ausencia de hallazgos corroborantes de inflamación en la resonancia magnética cardíaca) no es por sí misma un diagnóstico de miocarditis, estos tres estudios en conjunto sugieren fuertemente que la tasa de lesión miocárdica después de la vacunación con COVID-19 puede ser mucho mayor que la notificada actualmente por los funcionarios de salud pública.

La duración del riesgo de la proteína de espiga aún no se conoce del todo. Inicialmente, los funcionarios de salud pública insistieron en que el ARNm producía la proteína de espiga en el lugar de la inyección sólo durante unas horas (o como mucho días).

Sin embargo, se han notificado picos de proteína 28 días después de la inyección y cuatro meses después de la inyección. Además, el ARNm de la vacuna puede detectarse en la sangre 15 días después de la vacunación.

Los efectos tóxicos de la proteína de espiga, por lo tanto, pueden persistir durante semanas o meses después de la vacunación. Aunque las últimas recomendaciones de los CDC estipulan que a todo el mundo se le debería administrar repetidas dosis de refuerzo (incluida la nueva dosis de refuerzo bivalente), no se ha realizado ningún estudio para evaluar a fondo el posible efecto tóxico acumulativo de las dosis de refuerzo repetidas.

La miocarditis clínica (sintomática), el síndrome coronario agudo y la parada cardíaca son complicaciones de los efectos tóxicos de la proteína de espiga en el sistema cardiovascular. Los estudios demuestran ahora que la tasa de lesión miocárdica subclínica (demostrada por la evaluación de la troponina de vigilancia) se ha notificado en tres estudios diferentes en tasas de 1 de cada 35 a 1 de cada 162.

Si estas tasas impactantes y apabullantes de lesiones miocárdicas están relacionadas de forma causal con la muerte súbita cardíaca, las consecuencias pueden ser catastróficas. Aunque puede ser demasiado pronto para establecer la causalidad con seguridad definitiva, la situación sin duda justifica una evaluación metódica exhaustiva con autopsia y biopsia con técnicas específicas para evaluar la proteína de espiga en el corazón y los principales vasos sanguíneos.

Por último, dado que se ha demostrado repetidamente que la enfermedad COVID-19 conlleva un riesgo muy bajo de hospitalización y muerte entre los niños y adultos jóvenes sanos, los mandatos en escuelas, institutos y universidades deberían cesar y desistir inmediatamente.

La existencia de mandatos que provocan daños evitables son una afrenta a la ética médica y equivalen a crímenes contra la humanidad, por muy “poco frecuentes” que los CDC repetidamente insistan en decir que son los efectos secundarios graves y mortales.

Crédito: Sanjay Verma, M.D., FACC