A lo largo de las décadas transcurridas desde que las vacunas infantiles empezaron a extenderse a gran escala, las lesiones provocadas por las vacunas pediátricas han hecho que muchos padres se arrepientan de haber olvidado o ignorado una lección de historia básica.

Esa lección, en palabras del historiador médico de Harvard, David Jones, es que “cuando se trata de vacunas e inmunización… siempre ha habido un riesgo y siempre lo habrá”.

Hace sesenta y cinco años, las familias se enteraron por las malas de los riesgos de la experimentación médica cuando permitieron a los investigadores utilizar a sus bebés como sujetos de prueba para una vacuna contra una enfermedad recién descubierta denominada “virus respiratorio sincitial” (VRS), una enfermedad similar a la gripe común que ahora se considera que afecta a “prácticamente todos los niños” a la edad de dos años y en su mayoría se resuelve sin problemas.

La desastrosa vacuna contra el VRS provocó la muerte de dos bebés y la hospitalización de la mayoría de los demás pequeños que participaron en el ensayo clínico.

Desde entonces, los investigadores han seguido desplegando “enfoques de prueba y error“. Sin embargo, admiten que “el camino hacia una vacuna eficaz contra el VRS está plagado de desafíos“, en gran parte debido al complicado problema de la “exacerbación de la enfermedad asociada a la vacuna”, un problema que también ha afectado a las vacunas contra el coronavirus.

La esencia del problema de la “exacerbación”, también llamada potenciación dependiente de los anticuerpos o cebado patogénico, es que la vacuna, en lugar de protegerlos, “prepara” a las personas que la han recibido para desarrollar posteriormente una forma más grave de la enfermedad.

Atraídos por la perspectiva de un gran mercado mundial de vacunas contra el VRS aún sin explotar, los fabricantes están poniendo sus miras en el desarrollo de vacunas contra el VRS, y no sólo para los bebés, sino también para las mujeres embarazadas y los ancianos.

En 2019, aprovechando la proliferación de nuevas tecnologías de vacunas, los ensayos clínicos estaban evaluando un estimado de 30 vacunas candidatas contra el VRS, y los científicos han anunciado alegremente que el mundo “podría estar al borde de la implementación clínica pronto.”

El abultado campo de las vacunas contra el VRS incluye las vacunas de ARN mensajero (ARNm). De hecho, con las inyecciones de COVID que han abierto las puertas para establecer la tecnología del ARNm como la “nueva frontera para el desarrollo de vacunas”, los gigantes farmacéuticos parecen estar más seguros que nunca de que están cerca de producir finalmente un ganador del VRS.

En un guiño a estas esperanzas, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (“Food and Drug Administration”, FDA por sus siglas en inglés) acaba de conceder la designación de vía rápida a Moderna para la vacuna experimental mRNA-1345 de la empresa contra el VRS. Aunque la revisión acelerada de la FDA sólo se aplica por ahora a los adultos mayores, los ensayos de fase 1 de Moderna de su inyección contra el VRS también incluyen a niños de tan sólo un año de edad.

¿Y qué pasa con la seguridad?

La vacuna contra el VRS de la década de 1960 fue un desastre en términos de seguridad, pero los investigadores que han participado en los intentos posteriores de vacunación contra el VRS han tratado de desviar la atención del público alejándola de los riesgos para centrarla en la eficacia.

Con ayuda de trucos en el diseño de los estudios de seguridad habituales de la industria -como el seguimiento de los acontecimientos adversos durante poco tiempo o la comparación de la vacuna con adyuvantes de aluminio que activan el sistema inmunitario o con otras vacunas (en lugar de compararla con un placebo inerte)- los fabricantes han conseguido mantener en la sombra los posibles problemas de seguridad.

Las normas éticas fundamentales que sustentan la investigación en seres humanos exigen una atención especial a las poblaciones vulnerables, como los fetos, los neonatos, las mujeres embarazadas y los ancianos institucionalizados.

Sin embargo, estas son precisamente las poblaciones a las que se han dirigido los estudios sobre el VRS, todos ellos fallidos, sin que ninguno haya dado lugar a una vacuna autorizada y todo ello sin contar con un mínimo de información sobre la seguridad.

Por ejemplo:

  • Sin grupo de comparación, los Laboratorios Lederle (posteriormente adquiridos por “Wyeth Pharmaceuticals”, luego Pfizer, y ahora conocido como Centro de Innovación de Nueva York) ensayó una vacuna de subunidad recombinante (modificada genéticamente) en tres docenas de enfermos crónicos institucionalizados (edad media = 87 años) a mediados de la década de 1990, la mitad de los cuales, al inicio, “necesitaban ayuda para caminar o utilizaban una silla de ruedas”. Cinco murieron en los cinco meses siguientes a la inyección, pero los investigadores informaron de que “todas las muertes se debieron a condiciones médicas no relacionadas con el estudio.”
  • Wyeth administró una vacuna de subunidad contra el VRS con adyuvante de aluminio o un “control” con adyuvante de fosfato de aluminio a varios cientos de niños de 1 a 12 años con fibrosis quística (a finales de los años 90). La fibrosis quística es una enfermedad caracterizada por defectos del sistema inmunitario, y los adyuvantes de aluminio pueden hacer que el sistema inmunitario actúe de forma caótica.
  • A principios de la década de 2000, en un estudio patrocinado por los Institutos Nacionales de Salud, Wyeth dio a tres docenas de mujeres sanas en su tercer trimestre de embarazo una vacuna de subunidad contra el VRS con adyuvante de aluminio o un placebo de solución salina, bajo la premisa (la cual es contradicha por considerable evidencia) que las mujeres embarazadas “responden bien a las vacunas”. El fabricante controló las reacciones locales y sistémicas de las madres durante sólo siete días. Los investigadores no informaron de diferencias notables en los resultados de los dos grupos de bebés durante su primer año de vida, aunque dos de los bebés vacunados desarrollaron el VRS de todos modos.
  • Entre 2015 y 2018, Novavax administró a más de 4.600 mujeres embarazadas sanas (de 28 a 36 semanas de gestación) una “vacuna de nanopartículas de proteína de fusión” o una formulación amortiguadora (utilizada para estabilizar las proteínas, la cual está generalmente poco estudiada por su toxicidad). Cincuenta y siete (1,2%) de las participantes de entre 18 y 40 años, más de la mitad de ellas reclutadas en Sudáfrica, no llegaron a dar a luz. Cuatro de cada 10 mujeres del grupo de la vacuna, frente a una de cada 10 del grupo del placebo, informaron de reacciones en el lugar de la inyección.
  • En junio de 2020, Pfizer puso en marcha un ensayo de fase 3 para vacunar a las mujeres embarazadas con una vacuna de subunidad contra el VRS (placebo no especificado). El diseño del estudio implica el seguimiento de los acontecimientos adversos graves en los bebés durante 24 meses, pero sólo durante seis meses en las madres. La prueba aún está en curso.

Una de las vacunas contra el VRS que están entrando en ensayos clínicos en los últimos años -incluyendo los ensayos de fase 3 previstos con una “población objetivo” de bebés de dos meses- es una vacuna de vector viral fabricada por GlaxoSmithKline (GSK) que, al igual que la vacuna COVID de AstraZeneca, utiliza un adenovirus de chimpancé como vector.

Curiosamente, los investigadores que identificaron el VRS a mediados de la década de 1950 lo encontraron inicialmente en chimpancés, no en humanos, y lo llamaron “agente de la coriza de los chimpancés”. [Nota: los orígenes del VRS se tratarán con más detalle en un próximo artículo de “The Defender”].

La fiebre del oro está en marcha

A nivel mundial, la mayor carga de enfermedades atribuidas al VRS se da en los países de ingresos bajos y medios, donde se producen el 99% de las muertes.

Para la mayoría de los bebés estadounidenses, en los que el VRS se manifiesta como una tos o un goteo nasal de corta duración -como cualquier otro resfriado invernal-, la vacuna contra el VRS no ofrecerá ningún beneficio. Tampoco es probable que las vacunas ayuden al subgrupo de bebés que sí desarrollan una inflamación pulmonar más grave (bronquiolitis) o una neumonía, niños que suelen tener comorbilidades o debilidades derivadas de la prematuridad, problemas congénitos, trastornos neuromusculares o un sistema inmunitario comprometido.

Sin embargo, como ilustran las calamitosas inyecciones de COVID, los temores a los virus -con la ayuda de la propaganda y la manipulación de conceptos psicológicos sociales como la influencia social- pueden persuadir a los padres para que adopten y promuevan medidas que van en contra de los intereses de sus hijos.

Para asegurar el pánico continuo, los medios de comunicación y los hospitales están informando ahora de un brote de verano de VRS-plus-COVID. Irónicamente, los expertos explican el número “inusualmente alto” de casos de VRS como “resultado de que los niños estuvieron en gran parte en cuarentena el pasado otoño e invierno, lo que les impidió crear una inmunidad.”

Desgraciadamente, los relatos de este “malvado golpe” están destinados a enviar a algunos padres a los brazos abiertos de los fabricantes que ofrecen la salvación en forma de una vacuna contra el VRS, incluso si la inyección, tal como ocurre con la probable inyección de ARNm de Moderna, utiliza una tecnología que el creador del ARNm advierte que es arriesgada.

GSK admite con franqueza en los materiales compartidos con la Organización Mundial de la Salud que la visión de la empresa para su vacuna infantil de dos dosis contra el VRS es para “la coadministración con las vacunas pediátricas de rutina”, es decir, asume la incorporación a calendarios de vacunas infantiles que ya están sobrecargados.

En Estados Unidos, el calendario de vacunas para niños y adolescentes incluye actualmente hasta seis docenas de dosis desde el nacimiento hasta los 18 años: hasta 27 dosis de 10 vacunas (que incluyen 14 antígenos) hasta los 15 meses de edad, otras 13 dosis de 8 vacunas (con 11 antígenos) hasta los 18 años, más una o dos dosis anuales de la vacuna contra la gripe.

Además, Estados Unidos acaba de lanzar su primera vacuna seis en uno para bebés, a pesar de las preocupantes señales de seguridad en Europa.

Conmocionados por la magnitud y la gravedad de las lesiones causadas por la vacuna COVID en sus adolescentes, algunos padres se oponen a la narrativa de “una consecuencia adversa entre un millón”, recordando al mundo que no hay responsabilidad por las lesiones causadas por cualquier vacuna experimental o autorizada.

Con unos 400 efectos adversos documentados en los prospectos de las vacunas infantiles existentes, otros padres harían bien en considerar si los riesgos de las inyecciones de VRS o COVID merecen la pena dados sus tenues beneficios.