Según un estudio publicado este mes en “The American Journal of Medicine”, las personas que deciden no vacunarse contra el COVID-19 corren un riesgo considerablemente mayor de sufrir un accidente de tráfico que las vacunadas, lo que podría justificar unas tarifas de seguro más elevadas para los no vacunados.

El estudio no concluye que no estar vacunado provoque accidentes de tráfico. En cambio, los investigadores postularon que existe una razón psicológica por la que las personas “indecisas ante las vacunas” “también podrían descuidar las pautas básicas de seguridad vial.”

El doctor John Campbell, Ph.D., docente de enfermería, y el cómico y comentarista político Russell Brand fueron algunos de los detractores del estudio, citando sus defectos y cuestionando los motivos para realizarlo.

Otros fueron más contundentes. El doctor Norman Fenton, profesor de gestión de la información sobre riesgos en la Universidad Queen Mary de Londres, acusó a la revista de publicar “un estudio sobre la estupidez“.

El Dr. Vinay Prasad, hematólogo-oncólogo de la Universidad de California en San Francisco, tuiteó:

Los investigadores indagaron sobre la correlación, no la causalidad

Los autores del estudio analizaron datos gubernamentales encriptados de 178 centros médicos de Ontario y más de 11,2 millones de residentes en la provincia, de los cuales al 84% se le había administrado la vacuna COVID-19 y al 16% no se le había administrado a 31 de julio de 2021.

De la cohorte del estudio, 6.682 personas necesitaron atención urgente porque se vieron implicadas en un accidente de tráfico grave -ya fuera como conductor, pasajero o peatón- en el periodo de un mes durante el cual los investigadores realizaron su estudio.

Las personas no vacunadas representaron el 25% de los accidentes de tráfico (1.682 casos), lo que significa que tenían un 72% más de riesgo de accidentes que aquellas a las que se les había administrado la vacuna.

Cuando los investigadores tuvieron en cuenta otras variables como la edad, el sexo, el estatus socioeconómico y otras afecciones médicas, el aumento relativo del riesgo para los no vacunados se redujo al 48%.

Los investigadores afirmaron que sus hallazgos son significativos porque “un riesgo relativo de esta magnitud… supera las ganancias en seguridad derivadas de los avances de la ingeniería automovilística moderna y también impone riesgos a otros usuarios de la carretera.”

Aunque los autores señalaron que el estudio no investigaba ni demostraba ninguna relación causal entre no estar vacunado y la conducción arriesgada, propusieron varias causas posibles para la correlación que encontraron.

Pensaron que podría haber “una desconfianza en el gobierno o una creencia en la libertad que contribuyen tanto a las preferencias de vacunación como al aumento de los riesgos de tráfico.”

Otras explicaciones, según los investigadores, podrían ser “ideas erróneas sobre los riesgos cotidianos, fe en la protección natural, antipatía hacia la regulación, pobreza crónica, exposición a información errónea, recursos insuficientes u otras creencias personales.”

Los autores concluyeron que “la indecisión ante la vacuna COVID se asocia con un aumento significativo del riesgo de sufrir un accidente de tráfico. La concienciación sobre estos riesgos podría ayudar a fomentar una mayor vacunación contra la COVID.”

“Esto es ridículo”

Los investigadores no abordaron numerosas limitaciones en los datos que presentaron, según Campbell, que ofreció un análisis completo del estudio.

“La respuesta obvia a esto es decir, bueno, esto es ridículo, que lo es, pero … es necesario desentrañar [la] evidencia”, dijo Campbell, un experto en la administración de vacunas.

Durante el periodo de estudio, los no vacunados eran más propensos a conducir -y, por tanto, corrían un mayor riesgo de sufrir accidentes-, aunque el estudio no tuvo en cuenta las diferencias en los kilómetros recorridos.

En Canadá, durante gran parte de 2021, las personas no vacunadas no podían utilizar el transporte público, lo que les habría obligado a conducir más. Los trabajadores esenciales en entornos no sanitarios que tenían que desplazarse al trabajo vivían en barrios con mayores tasas de COVID-19 y menores tasas de vacunación. Las personas vacunadas tenían más probabilidades de trabajar a distancia o de estar jubiladas.

Contrariamente a lo que el estudio da a entender de que las personas accidentadas practicaban una “conducción arriesgada”, en la mayoría de los casos se trataba en realidad de pasajeros o peatones. De las 6.682 colisiones, sólo en 2.856 casos se trataba de conductores: 1.189 eran pasajeros y 2.637 peatones, cuyos accidentes no se debieron a sus prácticas al volante.

Campbell informó de que el estudio había clasificado a las personas como no vacunadas durante los 14 días posteriores a la vacunación.

Dado que el estudio sólo duró un mes, personas vacunadas se podrían haberconsiderado no vacunadas hasta la mitad del estudio. Si 602 personas hubieran sido clasificadas erróneamente de esta forma, la diferencia entre los dos grupos desaparece.

Se excluyeron todas las muertes ocurridas en el lugar de los hechos. Si un acontecimiento cardiaco o de otro tipo -posiblemente relacionado con la vacuna- causó el accidente, no se incluyó en el estudio, dijo Campbell.

Los grandes fallos estadísticos convierten el estudio en “una broma”

En un hilo de Twitter, la Dra. Claire Craig, del Queen’s College de la Universidad de Oxford (Reino Unido), calificó el estudio de “broma”, señalando importantes fallos estadísticos.

Los investigadores subestimaron el número de personas no vacunadas porque compararon dos conjuntos de datos: el número de personas que acudieron al hospital tras un accidente y el número de personas en la base de datos de vacunación del gobierno. No tuvieron en cuenta a las personas no vacunadas que no figuran en las bases de datos de vacunación del gobierno, dijo Craig.

Según Craig, el hecho de no contabilizar a las personas no vacunadas sesgó las cifras, de modo que parecía que las personas no vacunadas tenían un riesgo sistemáticamente mayor de padecer todas las enfermedades que se midieron.

Concluyó:

Datos sanitarios y auge de la vigilancia biodigital

Según las notas a pie de página del estudio, los investigadores accedieron a un gran conjunto de datos gubernamentales conservados en el Instituto de Ciencias Clínicas Evaluativas, el cual utilizaron para analizar el riesgo correlacionando el estado de vacunación con información socioeconómica, registros sanitarios detallados y otros datos.

Concluyeron que “los riesgos observados también podrían justificar cambios en las pólizas de seguro de los conductores en el futuro”.

Según una reciente investigación de ProPublica, las compañías de seguros sanitarios recopilan cada vez más información para determinar los costes de los seguros de forma individualizada.

ProPublica informó:

“Sin apenas escrutinio público, el sector de los seguros de salud ha unido sus fuerzas con los corredores de datos para aspirar datos personales de cientos de millones de estadounidenses, entre ellos, es probable, muchos de los lectores de esta historia.

“Las empresas rastrean tu raza, nivel educativo, hábitos televisivos, estado civil, patrimonio neto. Recopilan lo que publicas en las redes sociales, si te retrasas en el pago de tus facturas, lo que compras por Internet.

“Luego introducen esta información en complicados algoritmos informáticos que escupen predicciones sobre cuánto podría costarles tu asistencia sanitaria”.

Las empresas que quedan fuera del estrecho ámbito de la Ley de Portabilidad y Responsabilidad de los Seguros Sanitarios (“Health Insurance Portability and Accountability Act”, HIPAA), que prohíbe a los proveedores de asistencia sanitaria revelar información protegida de los pacientes -desde los corredores de datos a las aplicaciones de seguimiento de la menstruación-, pueden legalmente vender información relacionada con la salud de las personas, desde datos sobre sus intervenciones quirúrgicas hasta sus problemas de salud mental, y de hecho así lo hacen.

Estas prácticas pueden ayudar al sector a aumentar sus beneficios evitando dar cobertura a personas enfermas.

Pero también forman parte de una tendencia más amplia hacia la vigilancia y el control digitales mediante la recopilación masiva de datos personales de la gente y la creación de identificaciones digitales.

Los planes de identificación digital llevan varios años en marcha, pero cobraron impulso durante la pandemia.

La Alianza ID2020, fundada en 2016 con capital inicial de Microsoft Accenture, PricewaterhouseCoopers, la Fundación Rockefeller, Cisco y Gavi (una alianza de vacunas fundada por la Fundación Gates) afirma abogar por “enfoques éticos y de protección de la privacidad en la identificación digital”, con la misión de proporcionar identificaciones digitales a personas de todo el mundo para 2030.

Las identificaciones digitales estarían vinculadas a datos biométricos, información demográfica, historiales médicos, datos educativos, datos financieros y más.

Este año, Bill Gates anunció 200 millones de dólares más de financiación para proyectos de identificación digital en todo el mundo.

Incluso antes de la pandemia de COVID-19, estas organizaciones abogaban por utilizar los registros sanitarios y los registros de vacunación como forma de ampliar las identificaciones digitales, una idea que también promovieron en el Foro Económico Mundial de Davos.

Los gobiernos ya han empezado a utilizar los datos sanitarios de las personas para manipular su comportamiento. En enero, Quebec anunció que planeaba imponer un importante “impuesto sanitario” a las personas no vacunadas. Durante la pandemia, se exigieron ampliamente “pasaportes de vacunación” para acceder a los espacios públicos.

El mes pasado, los líderes del Grupo de los 20 (G-20) emitieron una declaración conjunta en la que promovían una norma mundial sobre la prueba de vacunación para los viajes internacionales y pedían el establecimiento de “redes mundiales de salud digital” que se basaran en los sistemas existentes de pasaportes digitales de vacunación COVID-19.

Pasaportes de vacunación, identidades digitales, sistemas de crédito social y monedas digitales de bancos centrales pueden formar juntos un sistema de control digital, explicó el informático Aman Jabbi en una entrevista reciente con ZeeMedia. Un sistema de este tipo depende de los datos recogidos a través de cámaras de vigilancia, dispositivos inteligentes y el creciente uso de datos biométricos en las transacciones cotidianas.

Según Brand:

“Es por eso que es aún más preocupante que estemos viendo de nuevo, a través del proceso de comercio y conveniencia, la introducción de nuevas tecnologías que darán a los recursos centralizados de las grandes empresas tecnológicas, “Big Tech” – que como ustedes saben están profundamente interpolados con los organismos políticos y gubernamentales – la capacidad de obtener más de sus datos.

Advirtiendo sobre las conclusiones del estudio, prosiguió:

Así que, en cierto sentido, se podría ver cómo una historia que dice que las personas que no se vacunaron están causando accidentes de tráfico mientras hay nuevas investigaciones sobre la eficacia de esas vacunas que fueron, según recuerdo, impulsadas de forma bastante agresiva, significa que no deberíamos marchar a corazón abierto con los pantalones bajados a los brazos de las organizaciones de captura de datos, incluso si dicen que en última instancia van a ofrecernos otros servicios”.

“Hay pruebas suficientes para sugerir que estas plataformas de las grandes tecnológicas, “Big Tech”, y los gigantes de la captura de datos operan en coordinación con el gobierno para impulsar una agenda que no beneficia a nadie más que a ellos mismos.”