El mes pasado, Pfizer desembolsó 43.000 millones de dólares para adquirir una empresa biotecnológica -con unas ventas previstas de 2.200 millones de dólares para 2023 – que desarrolla medicamentos contra el cáncer.
Seagen, anteriormente “Seattle Genetics”, está especializada en la tecnología de conjugados anticuerpo-fármaco(ADC). Sus principales fármacos están diseñados para utilizar anticuerpos monoclonales con el fin de administrar agentes anticancerígenos a los tumores limitando al mismo tiempo el daño a los tejidos circundantes.
El acuerdo estaba en marcha desde principios de 2023, pero Pfizer tuvo que superar varios obstáculos en el proceso regulatorio para abordar las preocupaciones antimonopolio planteadas por la Comisión Federal de Comercio (“Federal Trade Commission”, FTC por sus siglas en inglés). Para satisfacer a la FTC, Pfizer aceptó donar los derechos de su actual medicamento contra el cáncer de vejiga, Bavencio, a la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer.
Antes de la adquisición, Seagen tenía en el mercado cuatro medicamentos contra el cáncer -Adcetris, Padcev, Tivdak y Tukysa- aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA). La empresa, con sede en Bothell (Washington), también tenía otros fármacos en desarrollo.
Las ventas totales de Seagen en 2022 con esos fármacos fueron de algo menos de 2.000 millones de dólares y sus pérdidas de 610 millones.
El Consejero Delegado de Pfizer, Albert Bourla, explicó a la prensa en marzo la compra a un precio elevado. “No vamos a comprar los huevos de oro”, dijo. “Estamos adquiriendo la gallina de los huevos de oro”.
Bourla añadió que Pfizer planea dejar que Seagen “siga innovando” con los recursos de Pfizer y que espera que los productos de Seagen aporten unos ingresos de 10.000 millones de dólares en 2030.
El acuerdo con Seagen marca un cambio de enfoque para Pfizer, que vio cómo sus ingresos se disparaban hasta los 100.300 millones de dólares en 2022, de los que 56.000 millones procedían de su vacuna de ARNm COVID-19, el producto farmacéutico de mayor venta en un solo año, y de Paxlovid, un tratamiento de COVID-19 ampliamente asociado a la reactivación de la infección.
Pero con la caída en picado de las ventas de la vacuna COVID-19 -para todos los fabricantes de vacunas- el precio de las acciones de Pfizer ha bajado un 42% desde 2022, y sus acciones se valoran actualmente por debajo de lo que estaban antes de la pandemia.
La adquisición de Seagen duplicó la cartera de productos oncológicos de Pfizer, según informó “Fierce Pharma”, hasta 60 programas con nueve medicamentos oncológicos de gran éxito ya aprobados por la FDA. La empresa anunció que desarrollará y comercializará sus fármacos oncológicos bajo una división separada dirigida por Chris Boshoff, M.D., Ph.D., que había sido su jefe de investigación y desarrollo.
“Hay algo muy siniestro” en el acuerdo
Cuando Pfizer anunció su adquisición de Seagen, comentaristas en línea se apresuraron a señalar la relación entre las vacunas COVID-19 y el aumento de las tasas de cáncer, a saber, la aparición de “turbo cánceres” término utilizado para describir los cánceres de aparición rápida y agresiva, a menudo en jóvenes, o el regreso de cancerdespués de la vacuna COVID-19 en personas que llevaban años sin padecer cáncer.
El Dr. William Makis, oncólogo e investigador del cáncer que estudia los cánceres turbo, escribió que “algo muy siniestro acecha en los detalles de este acuerdo”.
NUEVO ARTICULO: Pfizer completa la adquisición de Seagen por 43.000 millones de dólares el 14 de diciembre de 2023 – se convierte en la mayor empresa de oncología para tratar la mayoría de los CÁNCERES TURBOS causados por vacunas de ARNm – profundizando en los aspectos siniestros de este acuerdo muy extraño.
Pfizer Paga 43.000 millones de dólares de más por un pequeño cáncer… pic.twitter.com/ygoHDbVZcE
– William Makis MD (@MakisMD) 17 de diciembre de 2023
El investigador en biociencia David Wiseman, Ph.D., declaró a “The Defender” que, con los datos existentes, no es posible establecer una conexión directa entre el giro de Pfizer hacia el tratamiento del cáncer y los efectos secundarios de la vacuna.
Sin embargo, dijo, el creciente número de informes de cánceres relacionados con la vacuna, las señales de seguridad para los cánceres en los propios datos de las agencias de salud pública, la falta total de investigación por parte de Pfizer y Moderna sobre los efectos cancerígenos de las vacunas, y otra información clave sobre las inyecciones de ARNm en la literatura académica hacen imperativa una mayor investigación de ese vínculo.
“Hay muchos datos sobre cánceres y mortalidad por todas las causas en general de calidad variable”, dijo. “Alguien tiene que obtener datos de buena calidad y revisarlos de forma sistemática para llegar al fondo del asunto”.
“La óptica de Pfizer diciendo: ‘Así que ahora estamos en el negocio de la oncología’ no es ciertamente buena”, dijo Wiseman. “Y si están dispuestos a gastarse 40.000 millones de dólares en ello, creo que podrían reservar un par de esos dólares para hacer los estudios que realmente hay que hacer: los estudios a largo plazo sobre cuestiones relacionadas con el cáncer que tienen que ver con las vacunas COVID-19”.
Auge del mercado oncológico
Se prevé que el tamaño del mercado mundial de medicamentos oncológicos se dispare en los próximos años. “Allied Market Research” estima que pasará de 135.000 millones de dólares en 2020 a más de 274.000 millones en 2030. IQVIA estima que el mercado estará valorado en 375.000 millones de dólares en 2027, y Statista proyecta un valor de mercado de más de 359.000 millones de dólares en 2028.
Este crecimiento potencial del mercado se produce en un momento en que varias grandes empresas farmacéuticas se enfrentan a un “inminente precipicio de patentes”, según informó “The Wall Street Journal”, con 200.000 millones de dólares en ventas anuales que dejarán de estar protegidos por patentes esta década. Las empresas compiten entre sí por las compañías biotecnológicas y los fármacos apetecibles. Varias empresas farmacéuticas están realizando grandes inversiones en fármacos ADC y otros tratamientos contra el cáncer.
AbbVie anunció en noviembre que iba a pagar 10.100 millones de dólares para adquirir ImmunoGen, fabricante del tratamiento contra el cáncer de ovario Elahere, que recibió la aprobación acelerada de la FDA en 2022.
Bristol Myers Squibb anunció en diciembre de 2023 un acuerdo inicial de 800 millones de dólares con SystImmune para un candidato a ADC actualmente en ensayos de fase 2.
Johnson and Johnson anunció el lunes que adquirirá Ambrx, empresa de desarrollo de fármacos ADC, y su cartera de medicamentos dirigidos contra el cáncer por 2.000 millones de dólares.
Merck pagó 4.000 millones de dólares en octubre de 2023 por la licencia de tres fármacos ADC de Daiichi Sankyo para tratar varios tipos de cáncer. Fierce Pharma señaló que esta adquisición sitúa los fármacos ADC en el centro del “futuro post-Keytruda” de Merck. Su superventas contra el cáncer, Keytruda, perderá la exclusividad comercial en 2028, lo que significa que empezarán a producirse versiones genéricas.
Merck también sigue “mejorando la cartera de [sus] productos oncológicos mediante adquisiciones estratégicas”, según declaró al anunciar el martes la firma de un acuerdo para adquirir Harpoon Therapeutics, que cuenta con una cartera de medicamentos de inmunoterapia contra el cáncer en desarrollo, por unos 680 millones de dólares. [its]
Hay que investigar la relación entre las inyecciones de COVID y el cáncer
Los expertos observan que cada vez hay más pruebas que relacionan las inyecciones con diversos tipos de cáncer y muchos han pedido que se investigue más el asunto.
Más recientemente, Kevin McKernan, director científico y fundador de Medicinal Genomics, y sus colegas identificaron fragmentos de ADN de células huésped en las inyecciones de ARNm de Pfizer y Moderna.
Los científicos que estudian las vacunas encontraron ADN bacteriano sobrante de los plásmidos microscópicos utilizados para multiplicar el ADN en el proceso de fabricación de las vacunas de ARNm.
McKernan señaló que la anotación de la secuencia de la vacuna COVID-19 de Pfizer con una sencilla herramienta en línea revela la presencia de ADN del virus simio 40 (SV40), un conocido promotor del cáncer.
Según él, esto hace temer que el ADN plasmídico pueda provocar cánceres o problemas autoinmunes en algunos receptores de la vacuna.
Este descubrimiento fue tan preocupante que el doctor Joseph Ladapo, M.D., Ph.D., Director General de Salud Públicade Florida, pidió que “se interrumpiera el uso de las vacunas de ARNm COVID-19” por motivos de seguridad, tras informar de que la FDA no había respondido adecuadamente a su consulta sobre este tema.
Las pruebas de una posible relación entre las vacunas y los cánceres aparecieron públicamente por primera vez en 2022. El patólogo Dr. Ryan Cole que dirige Cole Diagnostics, un laboratorio médico independiente de Garden City, Idaho, comenzó a ver un aumento en los cánceres agresivos, como el de endometrio, poco después de la introducción de la vacuna, dijo al doctor Brian Hooker, de “Children’s Health Defense” (CHD), en un episodio de 2022 de El programa de CHD.TV“Médicos y científicos“.
Cole dijo que cuando testificó en un comité del Senado en febrero de 2022 con el senador Ron Johnson (republicano de Wisconsin), un denunciante se presentó con la base de datos de epidemiología para el Departamento de Defensa de EE.UU. (DOD), que mostraba un aumento en varios tipos de cáncer.
Cole dijo que el Departamento de Defensa “congeló” la base de datos epidemiológicos y alteró datos de cuatro o cinco años, un acto que inevitablemente generará “disputas legales e investigaciones”, informó “The Defender”.
Un reciente informe de Edward Dowd basado en datos de la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido muestra un aumento sin precedentes de las muertes por cáncer entre las personas de 15 a 44 años tras la implantación de las vacunas COVID-19.
Dowd, autor de “‘Causa desconocida’: La epidemia de muertes súbitas en 2021 y 2022”(“‘Cause Unknown’:The Epidemic of Sudden Deaths in 2021 and 2022”) y sus co-investigadores examinaron los (CIE-10) códigos de toda la Clasificación Internacional de Enfermedades, 10ª Revisión, por causa de muerte en el Reino Unido en el periodo de estudio de 2010-2022 para investigar las tendencias de las “neoplasias malignas”, o tumores malignos.
Descubrieron que la tasa de muertes por cáncer en 2022 entre personas de 15 a 44 años mostraba una fuerte señal de mortalidad por cáncer que comenzó en 2021 y se aceleró en 2022.
En el informe, Dowd subrayaba el hecho de que esta investigación era “un primer intento de sacar a la luz algunos patrones que se observan en las tendencias” del cáncer después de 2020 y pedía a los investigadores que siguieran indagando en la cuestión.
Makis ha seguido la pista y ha analizado el aumento de los denominados “turbo-cánceres”, y ha informado de la aparición de cánceres de mama, colon, esófago, riñón, hígado, páncreas, vías biliares, cerebro, pulmón y sangre, incluidos tipos de cáncer extremadamente poco frecuentes.
Su trabajo incluye varios informes de casos. Uno de ellos, coescrito por el Dr. Peter McCullough, describe el rápido deterioro de un hombre de 56 años que, a los pocos días de recibir la inyección de COVID-19, desarrolló una parálisis de Bell que progresó hasta convertirse en un tumor agresivo en la oreja y la cara.
Diferentes investigadores han presentado varios informes de casos de cánceres de aparición rápida. Otro ejemplo, publicado en noviembre de 2021, describía la progresión notablemente rápida de un linfoma angioinmunoblástico de células T en un hombre de 66 años, apenas unos días después de recibir su tercera inyección de Pfizer.
Según Makis, esa progresión debería durar años, o al menos meses.
No están claros los mecanismos que causan estos “turbo-cánceres” o cualquier otro cáncer relacionado con las inyecciones de ARNm de COVID-19. Makis y otros han planteado la hipótesis de varios mecanismos posibles. La hipótesis predominante se centra en la modificación del ARNm utilizado en las vacunas, que es diferente del ARNm que se encuentra en el virus.
El ARNm modificado de la vacuna se ha manipulado mediante un proceso denominado “optimización de codones“, en el que se intercambian algunos nucleótidos para estabilizar el ARN y evitar su rápida descomposición.
Pero cuando se hace, es más fácil que la proteína resultante se pliegue mal, contribuyendo posiblemente a enfermedades crónicas o anulando la vigilancia inmunitaria innata.
Wiseman dijo a “The Defender” que también había otros mecanismos posibles. Uno podría ser el promotor SV40 en los contaminantes de ADN, sobre el que es coautor de un artículo, disponible como preimpresión, con McKernan. Según él, la integración genómica del ARN modificado mediante transcripción inversa también podría ser un mecanismo, o la propia proteína de espiga o pico podría estar relacionada con los cánceres.
Afirmó que se necesitan más investigaciones para confirmar si existe tal relación y los mecanismos que la sustentan.
Dijo a “The Defender” que ni las vacunas de ARNm de Pfizer ni las de Moderna habían sido evaluadas en cuanto a su potencial para causar cáncer. Tanto en el prospecto de Corminaty como en el de Spikevax se indica explícitamente que “no se ha evaluado su potencial carcinogénico, genotóxico o perjudicial para la fertilidad masculina”.
Los fabricantes de vacunas justifican esta falta de investigación de la carcinogenicidad de las vacunas remitiéndose a las directrices de 2005 de la Organización Mundial de la Salud sobre la evaluación no clínica de las vacunas, que indican que las vacunas no suelen necesitar estos estudios.
El problema, según Wiseman, es que esas directrices se crearon para las vacunas antigénicas. También indican que si hay razones para creer que puede haber una relación cancerígena, debe estudiarse.
Además de todas las pruebas enumeradas aquí, dijo Wiseman, hay varias señales de seguridad para el cáncer en los propios datos del gobierno.
El análisis de los índices de notificación proporcional (PRR) de la base de datos del Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS) realizado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) -que la agencia se vio obligada a publicar a través de demandas basadas en la Ley de Libertad de Información– mostró una señal de seguridad para el cáncer.
El análisis PRR compara la proporción de diferentes tipos de acontecimientos adversos notificados para una nueva vacuna con la proporción de esos acontecimientos notificados para una vacuna más antigua y establecida, con el fin de determinar si existe una señal de seguridad.
Una señal de seguridad indica que una enfermedad puede estar relacionada con una vacuna, pero requiere más análisis para confirmar la asociación.
Wiseman y varios colegas presentaron su propio análisis VAERS al Comité de las Academias Nacionales encargado en marzo de revisar los acontecimientos adversos relevantes asociados a las vacunas COVID-19.
Encontraron un exceso de señales de cáncer para las vacunas COVID-19 en comparación con todas las demás vacunas para todos los años a partir de 1990, proporcionando más pruebas para apoyar los hallazgos similares de los CDC.
Esto se suma a las señales de seguridad de otros numerosos efectos adversos, también identificados por los CDC.
Y aunque la FDA sigue dando largas a las solicitudes de la Ley de Libertad de Información para su análisis de los datos del VAERS, un portavoz de los CDC dijo a “The Epoch Times” en un correo electrónico que sus PRR eran “generalmente coherentes” con la extracción de datos empírica bayesiana realizada por la FDA.
Todas estas señales indican, según Wiseman, que “hay mucho de qué preocuparse”.