Mucho antes de la llegada de las inyecciones experimentales de COVID -que, no lo olvidemos, los ejecutivos farmacéuticos no las llaman “vacunas” sino “terapia celular y genética”- los prospectos de las vacunas autorizadas contaban al público una historia inquietante.

El hecho de que se documentaran 400 tipos diferentes de reacciones adversas que afectan a prácticamente todos los órganos y sistemas corporales, y que esta información estuviera disponible para cualquiera dispuesto a hacer clic en los enlaces de la página web de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, ofrecían pistas “ocultas a simple vista” de innumerables modos en los que la vacunación con su intervención agresiva en el sistema inmunológico puede provocar que las delicadamente ajustadas respuestas inmunitarias se desvirtúen.

Aquellos prospectos, por muy condenatorios que sigan siendo, acaban de ser eclipsados por los impactantes datos internos de Pfizer, que han salido a la luz gracias a una solicitud de la Ley de Libertad de Información (“Freedom of Information Act”, FOIA por sus siglas en inglés).

El inventario confidencial de reacciones de la empresa, que era algo que “se suponía que nunca iba a ver la luz del día“, muestra que en los primeros 90 días de uso de emergencia de la inyección (hasta el 28 de febrero de 2021), Pfizer registró más de 158.000 eventos adversos diferentes -incluidas 1.223 muertes- distribuidos en 42.086 informes de casos,

Aunque los coágulos de sangre y los problemas cardíacos tras la vacunación con COVID han sido probablemente los que más han llamado la atención, el gráfico de acontecimientos adversos de Pfizer, que muestra 27 “clases de órganos del sistema” diferentes, revela problemas muy variados, muchos de los cuales ponen de manifiesto que los receptores de la vacuna sufren una inquietante “reprogramación” de las respuestas inmunitarias.

Herpes zóster post-vacunación

Entre las disfunciones inmunológicas que Pfizer señaló como “de especial interés” (enumeradas en la categoría “otros”) se encontraban 281 eventos relacionados con el herpes zóster (popularmente conocido como culebrilla), con una media de aparición de un día después de la vacunación con COVID.

El herpes zóster es una enfermedad dolorosa que se caracteriza por erupciones, ampollas, ardor o dolor punzante en los nervios y una serie de posibles complicaciones. Hasta el 20% de los episodios de herpes zóster afectan a los ojos, con la posibilidad de que se produzca un deterioro permanente de la visión, incluida la ceguera.

Los casos resumidos por Pfizer hasta febrero se hacen eco de un número creciente de informes de pacientes, médicos y publicaciones que describen el herpes zóster, incluidas las complicaciones oculares, como “acontecimientos adversos” tras la vacunación con COVID, muchos de ellos ocurriendo por “primera vez en la vida“.

La mayoría se produjeron a los pocos días o semanas de la inyección, y algunos después de una sola dosis de la vacuna.

En un debate sobre el herpes zóster y otras reacciones cutáneas a las vacunas, aproximadamente una de cada cinco reacciones se clasificó como grave o “muy aguda”.

Diversas actualizaciones europeas estiman que el herpes zóster representa entre el 1,3% y el 4,1% del total de los acontecimientos adversos notificados para las vacunas COVID.

Un estudio sobre la vacuna de Pfizer publicado en el “New England Journal of Medicine” en septiembre, que utilizó dos medidas de riesgo diferentes y un conjunto de datos de más de 2,4 millones de israelíes vacunados, confirmó que la inyección está asociada a un riesgo excesivo de herpes zóster, así como de miocarditis, anomalías de los ganglios linfáticos y apendicitis (el apéndice es un “refugio seguro” para importantes células del sistema inmunitario).

En conjunto, estos informes culpan no sólo a las inyecciones de Pfizer, sino también a la inyección de ARNm de Moderna y al resto de las principales vacunas contra el COVID que se utilizan en todo el mundo, como la Sinovac de China, la Covaxin de la India y las inyecciones desarrolladas por Janssen/Johnson& Johnson y AstraZeneca.

¿”No directamente” y “no necesariamente” vinculados?

Manteniendo la posición de statu quo de que los eventos adversos como el herpes zóster son simplemente “sucesos aleatorios“, los medios de comunicación están empleando el lenguaje cauteloso habitual para decir al público que los brotes de herpes zóster notificados “no están directamente” o “no están necesariamente” vinculados a las vacunas COVID.

Un médico dijo: “He visto muchos casos de herpes zóster recientemente, pero personalmente no lo he visto asociado a la vacuna”.

Otro médico dijo: “Si la gente no se ha puesto la vacuna contra el herpes zóster y desarrolla herpes zóster después de ponerse la vacuna COVID, ‘esuna coincidencia‘”, añadiendo frívolamente que “nada está libre de riesgo”.

Aún otro médico más afirmó de forma tortuosa: “No es que la vacuna haya causado el herpes; la vacuna fue sólo uno de los muchos desencadenantes diferentes que podrían haber producido un episodio de herpes.”

Medios de comunicación como el “Pharmacy Times” están de acuerdo en que “la causalidad aún no puede ser probada”, pero afirman virtuosamente que “la vigilancia y el control de la seguridad … están garantizados”.

La Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología (“American Academy of Allergy, Asthma & Immunology”, AAAAI por sus siglas en inglés) -que colabora con Harvard y otras universidades en una herramienta de vigilancia de vacunas llamada Sistema de Vigilancia de Vacunas y Medicamentos en el Embarazo- debería estar interesada en profundizar en las posibles señales de seguridad.

Sin embargo, la AAAAI desestimó las preocupaciones de los pacientes sobre el herpes zóster y las inyecciones de COVID. En abril un post de de “Pregunta al experto”, la AAAAI afirmó que “no existe una asociación clara entre la vacuna [Pfizer] y el herpes zóster”.

Además, la AAAI respaldó la vacunación COVID en el primer trimestre de embarazo a pesar de los estudios que documentan tasas alarmantes de pérdida de embarazos en mujeres vacunadas durante ese periodo.

Todas estas declaraciones poco sinceras de “aquí no hay nada que ver” contradicen la admisión de la comunidad médica desde hace mucho tiempo de que la supresión inmunitaria aumenta el riesgo de herpes zóster, y su concesión ocasional a regañadientes de que el impacto inmunitario de las vacunas representa un posible desencadenante.

Frustrados, los consumidores con erupciones de herpes zóster se preguntan: “¿Alguien está haciendo un seguimiento de cuántas personas contraen herpes zóster después de que les pongan la vacuna [COVID]?”

Algunos de los autores de los recientes informes de casos sobre las vacunas COVID y el herpes zóster se han pronunciado con cautela. Hechos clave como la aparición del herpes zóster no sólo en receptores de la vacuna COVID inmunocomprometidos, sino también en individuos sanos, y el “breve retraso de la aparición tras la vacunación”, han obligado a algunos a concluir que las vacunas inducen una “desregulación inmunitaria“, una “alteración de la inmunidad” o una “inmunomodulación” que provocan el herpes zóster.

Pistas al observar la vacunación contra la gripe

Antes de COVID, los sitios web estaban inundados de relatos de personas que desarrollaban herpes zóster a los pocos días o semanas de la vacunación contra la gripe.

En un caso, un hombre escribió que había consultado a media docena de profesionales médicos que insistían en que “la vacuna contra la gripe no puede causar herpes.”

Después de señalar que desarrolló su “primer y único” brote de herpes zóster “justo 3 horas después de vacunarse contra la gripe”, informó:

“Dejé de vacunarme contra la gripe. Desde entonces, nunca he tenido herpes. Es una gran coincidencia… Hay suficiente dinero para gastarse en convencer a los adultos mayores de que se vacunen contra la gripe, por lo que va a favor de los intereses de la industria descartar esta posibilidad, a lo que yo respondo: “No es cierto”.

Muchas otras personas que publicaron en el mismo foro coincidieron en que “no se creen la explicación de la “coincidencia””, incluyendo a personas muy sanas (es decir, inmunocompetentes) de entre 20 y 30 años que informaron de casos “horribles” y “agonizantes” de herpes zóster poco después de vacunarse contra la gripe.

En otro foro, un moderador respondió a las voluminosas quejas sobre las vacunas contra la gripe y el herpes zóster de la siguiente manera:

“Lo que sí sabemos por nuestros lectores es esto: Para todos ellos ha habido una correlación, y a todos se les ha dicho que no hay correlación.[them] Es muy difícil para los simples mortales sugerir que la vacunación tiene efectos secundarios graves cuando los médicos y las grandes farmacéuticas, “Big Pharma”, nos llevan a creer lo contrario”.[led]

Pistas al observar la vacunación contra la varicela y el herpes zóster

En 1995, la FDA aprobó y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (“Centers for Disease Control and Prevention”, CDC por sus siglas en inglés) añadieron una vacuna contra la varicela, Varivax, al calendario infantil para los niños de 12 a 15 meses, exagerando los riesgos de una enfermedad infantil en gran medida trivial que, en aquel momento, era una experiencia casi universal.

Tras la introducción de Varivax, los casos de herpes zóster se dispararon tanto en adultos como en algunos niños. A veces, los niños que recibieron la vacuna desarrollaron la varicela de todos modos, a menudo un caso más grave a edades más avanzadas.

Los prospectos de Merck tanto de Varivax como de su vacuna contra el sarampión, las paperas, la rubéola y la varicela, ProQuad, claramente enumeran el herpes zóster como efecto adverso, al igual que lo hacen varias vacunas contra la hepatitis y la vacuna antimeningocócica Menactra.

Una década después de la introducción de la vacunación contra la varicela, lejos de admitir cualquier problema, los CDC citaron la disminución de la inmunidad inducida por la vacuna como justificación para añadir un refuerzo contra la varicela al calendario infantil.

La agencia también comenzó a recomendar la vacuna Zostavax de Merck para “compensar” el aumento de la incidencia del herpes zóster en adultos.

Merck retiró Zostavax del mercado a finales de 2020 y está envuelta en demandas por lesiones causadas por la vacuna que abarcan “toda la gama desde contraer herpes zóster como consecuencia de la vacuna, hasta lesiones personales graves como ceguera en un ojo, personas con parálisis graves en las extremidades, daños cerebrales, llegando hasta la muerte”.

Cuando un denunciante de los CDC intentó publicar datos que documentaban el aumento de la incidencia del herpes zóster y otras consecuencias no deseadas de la vacunación contra la varicela, el personal de los CDC trató de ocultar los hallazgos, e incluso participaron en acciones “que contribuyeron a la ofuscación y a la prevaricación”.

Pistas al observar la historia

A principios del siglo XX, los científicos elaboraron la hipótesis, aún no demostrada, de que el herpes zóster está relacionado con la varicela y que comparten un origen vírico común.

Sin embargo, el doctor neozelandés Sam Bailey explicó, en un vídeo de agosto de 2021, planteó que el “virus” en cuestión (el virus de la varicela zoster) es resultado de los experimentos de cultivo celular cuando no se emplean técnicas adecuadas de aislamiento del virus.

Bailey también señaló que, al igual que con el SARS-CoV-2, el diagnóstico de una “infección vírica” por varicela o herpes zóster depende de pruebas de PCR poco fiables que nunca fueron concebidas para tal fin.

Un importante denunciante británico ha publicado una crítica mordaz del “cientificismo vudú” de la virología que es compatible con las observaciones de Bailey, pues ambos afirman que la metodología que utilizan los virólogos para afirmar que “el aislamiento… no proporciona ninguna conexión confirmable con el mundo material o físico” y “la perversión de la palabra ‘aislamiento’ es delirante, deshonesta y altamente engañosa”.

Si un virus no es el responsable del herpes zóster, ¿qué lo es? La historia sugiere que la afección conocida como herpes zóster bien podría representar una reacción de desintoxicación ante la vacunación.

En los anales de la medicina, se atribuye al científico inglés del siglo XVIII William Heberden el descubrimiento del herpes zóster (o varicela). En una época en la que los médicos estaban entusiasmados con el desarrollo de “elaboradas clasificaciones”en las que podían meter con calzador diversas afecciones de la piel, Heberden destacó una afección caracterizada por las manchas, argumentando que era distinta de la viruela.

Coincidencia o no, esto ocurrió medio siglo después del debut en Londres, en 1721, de la práctica de la “variolación” de la viruela, que sentó las bases de la “vacunación”.

En esa época, la viruela era una preocupación central. El procedimiento de variolación consistía en la introducción subcutánea en una persona sana de “materia fresca extraída de una pústula madura de alguna persona que hubiera padecido viruela.”

A principios de este año, dando un giro positivo a la variolación como “base para el desarrollo de vacunas”, los dermatólogos españoles escribieron con aprobación en el “International Journal of Dermatology”: “Hay algunas lecciones de los tiempos de la prevacunación que se pueden tener en cuenta para los retos actuales”.

Sin embargo, ni el cruzado de las vacunas del siglo XVIII , Edward Jenner, ni los autores posteriores han dicho nunca mucho sobre las lecciones negativas, incluyendo las enfermedades y muertes que se produjeron en muchos receptores de la variolación/vacunación.

Teniendo en cuenta el recordatorio de Bailey de que “los brotes de enfermedad no requieren un agente infeccioso porque a menudo los individuos implicados están expuestos a las mismas condiciones ambientales”, parece razonable preguntarse si la novedosa afección de la piel identificada por Heberden -y las reacciones observadas tras las vacunas contra el COVID, la gripe, la varicela y otras de nuestra época- son en realidad la respuesta del organismo a la vacunación.

¿Qué más esconde el “herpes”?

El grupo Médicos por la Ética de COVID (“Doctors for COVID Ethics”) señala que los linfocitos (un tipo de glóbulo blanco) son los “centinelas permanentes del sistema inmunitario” y ayudan a mantener bajo control las infecciones y los tumores.

Los autores de un reciente informe de un caso de herpes inducido por la vacuna COVID observaron que las inyecciones causan “linfocitopenia transitoria” (un recuento de linfocitos anormalmente bajo) -con una “disminución de los linfocitos dependiente de la dosis en los primeros días posteriores a la inyección”- y este podría ser un mecanismo desencadenante del herpes.

El hecho de que cada persona que informa de las lesiones causadas por la vacuna COVID tiende a describir múltiples acontecimientos adversos sugiere que el herpes zóster podría representar la punta de un iceberg mucho mayor.

Por ejemplo, los autores del gran estudio israelí que documentó un aumento de la incidencia de herpes zóster tras la vacunación con COVID señalaron que el herpes zóster es “una de las causas potenciales de la parálisis del nervio facial”, un acontecimiento adverso destacado de forma independiente como señal de seguridad.

En agosto, la reportera Sharyl Attkisson informó de que la parálisis facial (incluida la parálisis de Bell, la debilidad facial y los “espasmos”) era uno de los efectos adversos más comunes de los que se había informado hasta ahora en relación con las inyecciones de COVID, y se había convertido en el centro de “investigaciones, advertencias o preocupaciones declaradas por los funcionarios de salud pública”.

El Dr. Ryan Cole, patólogo, ha observado un “repunte” de afecciones como el herpes zóster y la mononucleosis (“mono”) en los vacunados con COVID. Los pacientes también describen casos de mononucleosis provocados por las inyecciones, y las complicaciones de la mononucleosis incluyen la parálisis de Bell y otras parálisis.

Cole dijo: “Estamos literalmente debilitando el sistema inmunológico de estos individuos”.

Aunque los expertos sigan debatiendo los mecanismos de las lesiones y qué nuevas toxinas y tecnologías pueden ser las más responsables, los datos internos de Pfizer y otras bases de datos mundiales hacen imposible negar un hecho clave: se está produciendo un volumen y una variedad de lesiones asombrosos.

Como concluyó la periodista Celia Farber tras revisar las revelaciones “a sangre fría” de Pfizer, “cualquiera que te diga que estas “vacunas” son seguras está en algún punto entre ser hipnotizado, deshonesto y malicioso.”