Un nuevo análisis de los datos de los ensayos de la vacuna COVID-19 de Pfizer y Moderna muestra que el riesgo de lesiones graves tras la vacuna es mayor que la reducción de las hospitalizaciones por COVID-19, según un estudio publicado el 23 de junio en “Social Science Research Network”.

“Combinando los ensayos, se produjo un aumento del 43% del riesgo de sufrir acontecimientos adversos graves de especial interés y un aumento del riesgo absoluto de 12,5 acontecimientos adversos graves de especial interés por cada 10.000 participantes vacunados”, escribieron los autores del documento previo a la publicación.

Basándose en sus resultados, los autores reclaman un análisis de daños y beneficios de las vacunas COVID-19.

Los investigadores -entre los que se encuentra el doctor Peter Doshi, redactor jefe de The BMJ y profesor asociado de investigación de servicios sanitarios farmacéuticos en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Maryland- concluyeron:

“Se debe realizar una revisión sistemática y un meta-análisis utilizando los datos individuales de los participantes para abordar las cuestiones de daño-beneficio en varios subgrupos demográficos. Se necesita una total transparencia de los datos del ensayo clínico de la vacuna COVID-19 para evaluar adecuadamente estas cuestiones. Lamentablemente, mucho más de un año después del uso generalizado de las vacunas COVID-19, los datos a nivel de los participantes siguen siendo inaccesibles.”

Doshi dirige la iniciativa “Restoring Invisible & Abandoned Trials” (RIAT), que pretende garantizar que las publicaciones de los ensayos clínicos sean precisas y completas, y que los datos estén disponibles públicamente.

Los otros autores del estudio son:

  • El doctor Robert Kaplan, Ph.D., que dirige el Centro de Investigación de Excelencia Clínica de la Universidad de Stanford y que anteriormente dirigió los programas de ciencias sociales y del comportamiento en los Institutos Nacionales de la Salud y fue director científico de la Agencia para la Investigación y la Calidad de la Atención Sanitaria de Estados Unidos.
  • El Dr. Patrick Whelan, M.D., Ph.D., profesor clínico asociado de pediatría en la división de reumatología de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
  • El doctor Sander Greenland, Ph.D., profesor emérito de epidemiología y estadística de la UCLA, ha sido asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), la Agencia de Protección Ambiental, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades y la Academia Nacional de Ciencias.
  • Dr. Mark Jones, Ph.D., profesor asociado de ciencias de la salud y medicina en el Instituto para la Atención Sanitaria Basada en la Evidencia, así como bioestadístico en la Universidad Bond de Robina (Australia).
  • El doctor Juan Erviti, Ph.D. Pharm. D., farmacéutico de hospital cualificado en el Servicio Navarro de Salud, España.
  • Dr. Joseph Fraiman, médico de urgencias del Centro Médico Regional Lallie Kemp de la Universidad Estatal de Luisiana.

“Este importante estudio utiliza los datos reales de los ensayos clínicos de Pfizer y Moderna para demostrar que los riesgos de acontecimientos adversos graves superan los beneficios de estas vacunas contra la hospitalización por COVID-19”, dijo el doctor Brian Hooker, Director científico de “Children’s Health Defense” y profesor asociado de biología en la Universidad de Simpson, en Redding (California), donde se especializa en microbiología y biotecnología.

“El público, y los funcionarios de salud pública, deben considerar inmediatamente las implicaciones de los resultados de este estudio”, añadió Hooker.

Qué hicieron los investigadores y por qué

Los investigadores analizaron los datos de los ensayos clínicos que la FDA utilizó como base para conceder la autorización de uso de emergencia de las vacunas de Pfizer y Moderna “para investigar la asociación entre las vacunas de ARNm COVID-19 autorizadas por la FDA y los acontecimientos adversos graves identificados por la ‘Brighton Collaboration’“.

Según los investigadores, en marzo de 2020 la “Brighton Collaboration” creó y posteriormente actualizó una lista prioritaria de “posibles efectos adversos de especial interés para los ensayos de la vacuna COVID-19” en colaboración con la asociación “Coalition for Epidemic Preparedness Innovations” (Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante las Epidemias), “Safety Platform for Emergency Vaccines”(Plataforma de Seguridad para Vacunas de Emergencia).

La lista de prioridades identificaba los eventos sanitarios graves como “eventos adversos de especial interés para la vigilancia de la seguridad” (“adverse events of special interest for safety monitoring”, AESI por sus siglas en inglés) si cumplían uno o más de los siguientes criterios:

  • Asociación conocida con la inmunización o con una plataforma vacunal específica.
  • Aparición durante la enfermedad de tipo salvaje como resultado de la replicación viral y/o la inmunopatogénesis.
  • Asociación teórica basada en modelos animales.

Los AESIs anotados en esta lista incluían eventos adversos graves (“serious adverse events”, SAE por sus siglas en inglés) de los siguientes tipos: cardíacos, dermatológicos, endocrinos, gastrointestinales, hematológicos, hepáticos, renales, síndromes inflamatorios multisistémicos, musculoesqueléticos, neurológicos, oculares, respiratorios y embarazo.

La OMS por medio de su Comité Consultivo Mundial sobre la Seguridad de las Vacunas respaldó la lista como herramienta de supervisión de la seguridad y recomendó que se informara de las AESI basándose en la lista, aunque no se realizó ninguna investigación utilizando la lista en datos de ensayos aleatorios para determinar la asociación entre la vacunación y la aparición de AESI, según los autores del estudio.

Por este motivo, los autores del estudio realizaron un análisis de los SAEs notificados en los ensayos clínicos aleatorios de fase 3, controlados con placebo, de las vacunas COVID-19 de Pfizer y Moderna (NCT04368728 y NCT04470427).

Cómo realizaron el análisis

En primer lugar, el equipo buscó los datos de los ensayos de Pfizer y Moderna en los sitios web de la FDA y del Ministerio de Sanidad de Canadá para localizar las tablas de resultados de SAE de los ensayos.

Siguiendo las normas reguladoras, las dos empresas farmacéuticas utilizaron definiciones casi idénticas para lo que constituía un acontecimiento adverso “grave”, considerando que cualquier acontecimiento adverso era un SAE si daba lugar a cualquiera de las siguientes condiciones:

  • Muerte
  • Peligro de muerte en el momento del suceso
  • Hospitalización o prolongación de la hospitalización existente
  • Discapacidad persistente o importante
  • Una anomalía congénita/defecto de nacimiento
  • Evento médicamente importante, basado en el criterio médico

Aunque se esperaba que Pfizer y Moderna hicieran un seguimiento de los participantes durante dos años, a las pocas semanas de que la FDA concediera la autorización de comercialización de las vacunas, “los patrocinadores iniciaron un proceso de desenmascaramiento de todos los participantes que eligieron ser desenmascarados”, señalan los autores.

Además, a los participantes que inicialmente recibieron el placebo se les ofreció la vacuna.

“Estos procesos de autoselección pueden haber introducido diferencias no aleatorias entre los participantes vacunados y los no vacunados”, escribieron los autores, “lo que hace que los datos posteriores a la autorización sean menos fiables”.

Para “preservar la aleatorización”, los investigadores utilizaron “los conjuntos de datos provisionales que fueron la base para la autorización de emergencia en diciembre de 2020, aproximadamente 4 meses después de que comenzaran los ensayos.”

A continuación, para cada uno de estos ensayos del conjunto de datos, los investigadores prepararon tablas de SAE ciegas, que mostraban los tipos de SAE pero no los datos de los resultados.

A continuación, dos revisores clínicos utilizaron las tablas para juzgar de forma independiente si cada SAE era una AESI.

Mediante análisis estadísticos, el equipo calculó los cocientes de riesgo y las diferencias de riesgo entre los grupos de la vacuna y del placebo para la incidencia de los SAEs.

Por último, los investigadores utilizaron un sencillo marco de daños y beneficios para situar sus resultados en su contexto, comparando los riesgos de AESI en exceso con la reducción de las complicaciones graves de la COVID-19.

Los resultados

El ensayo de Pfizer informó de un “riesgo 36% mayor de [SAEs] no relacionados con COVID-19 en 175 participantes vacunados” en comparación con los receptores de placebo, informaron los autores del estudio.

“El ensayo Moderna informó de un riesgo un 5% mayor de SAEs no relacionados con la COVID-19 en los individuos vacunados en comparación con los que recibieron placebo”, escribieron.

La revisión ciega e independiente de los investigadores determinó que la mayoría de los SAEx eran AESI, lo que significa que la mayoría de estos eventos eran del tipo conocido como de especial preocupación en cuanto a la seguridad relacionada con la vacuna COVID-19.

Los resultados de los investigadores contrastan con la afirmación anterior de Pfizer de que casi todos los SAEs durante los ensayos de la vacuna “no estaban relacionados” con la misma.

Como informó “The Defender”, los documentos de la vacuna COVID-19 de Pfizer-BioNTech publicados el 1 de junio por la FDA revelaron numerosos casos de participantes que sufrieron efectos adversos graves durante los ensayos de fase 3.

Algunos de estos participantes se retiraron de los ensayos, otros fueron apartados y otros murieron.

Según el estudio:

“En el ensayo Moderna, el exceso de riesgo de AESIs grave (15,1 por 10.000 participantes) superó la reducción del riesgo de hospitalización por COVID-19 en relación con el grupo de placebo (6,4 por 10.000).

“En el ensayo de Pfizer, el exceso de riesgo de AESIs grave (10,1 por cada 10.000) superó la reducción del riesgo de hospitalización por COVID-19 en relación con el grupo de placebo (2,3 por cada 10.000 participantes).”

Los autores señalaron las limitaciones de su estudio, como el hecho de que su análisis utilizó un conjunto de datos existente y no datos recientes.

Sin embargo, señalaron: “Nuestro análisis tiene una ventaja sobre los estudios observacionales posteriores a la comercialización en el sentido de que los datos proceden de ensayos aleatorios ciegos y controlados con placebo examinados por la FDA, y utiliza la lista AESI de “Brighton Collaboration”, que fue preespecificada, aprobada por la OMS y establecida mucho antes de la disponibilidad de los resultados de los ensayos clínicos, y diseñada para su uso en los ensayos de la vacuna COVID-19″.

También señalaron que sus resultados, que mostraban un mayor riesgo de AESI en el grupo de la vacuna, representaban una media en todo el grupo.

“Es posible que los SAEs no se distribuyan por igual entre los subgrupos demográficos inscritos en el ensayo, y los riesgos pueden ser sustancialmente menores en algunos grupos en comparación con otros”.

“Conocer la demografía real de los que experimentaron un aumento de la AESI en el grupo de la vacuna es necesario para un análisis adecuado de los daños y beneficios”, añadieron.