En un nuevo trabajo de investigación publicado en la revista “Toxicology Reports”, el autor Neil Z. Miller informa sobre la relación entre la muerte por síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL, “sudden infant death syndrome”, SIDS por sus siglas en inglés) y el momento de la vacunación, a partir de la base de datos del Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas (“Vaccine Adverse Events Reporting System”, VAERS por sus siglas en inglés) del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (“Center for Disease Control and Prevention”, CDC por sus siglas en inglés).

El SMSL se define como la muerte súbita e inesperada de un bebé que sigue sin tener explicación después de realizar una investigación exhaustiva. Aunque no existen síntomas específicos asociados al SMSL, la autopsia suele revelar congestión y edema de los pulmones y cambios inflamatorios en el sistema respiratorio, según el “National Center for Health Statistics Vital Statistics of the United States” 1988, Volume II, Mortality, Part A, Public Health Service, 1991.

Antes de los programas de vacunación contemporáneos, el SMSL -a veces denominado “muerte de cuna”- era tan infrecuente que no se mencionaba en las estadísticas de mortalidad infantil.

Tras el inicio de las campañas nacionales de vacunación en Estados Unidos en la década de 1960, por primera vez en la historia, a la mayoría de los bebés estadounidenses se les tenía que poner varias dosis de vacunas contra la DPT, la poliomielitis, el sarampión, las paperas y la rubeola.

Poco después, en 1969, los certificadores médicos presentaron un nuevo término médico: síndrome de muerte súbita del lactante.

En 1973, el Centro Nacional de Estadísticas Sanitarias de los CDC añadió una nueva categoría de causa de muerte -el SMSL- a la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE, “International Classification of Diseases”, ICD por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud.

En 1980, el SMSL se había convertido en la principal causa de mortalidad postneonatal (muertes de bebés de 28 días a un año de edad) en Estados Unidos.

Como señala Miller en su artículo, la categoría de la CIE para la muerte relacionada con las vacunas, o la causa de la muerte como “inoculación profiláctica y vacunación”, se eliminó cuando se revisó la CIE en 1979, a pesar de que esta información sería útil para intentar comprender la relación entre la vacunación y la muerte.

Pero Miller, periodista especializado en investigación médica y director del “Thinktwice Global Vaccine Institute”, ofrece una vía alternativa para establecer dicha correlación: observar la relación temporal entre las vacunas y las muertes infantiles notificadas, incluidas las muertes por SMSL, en la base de datos VAERS de los CDC.

Miller descubrió que de un total de 2.605 muertes de bebés notificadas a VAERS desde 1990 hasta 2019, la mayoría se “agrupó” en una proximidad temporal cercana a la vacunación: el 58% ocurrió dentro de los tres días de la vacunación, y el 78% ocurrió dentro de los siete días desde la vacunación.

Miller descubrió que el exceso de muertes dentro de estos rangos era estadísticamente significativo (p<0,00001), lo que significa que la probabilidad de que este resultado sea aleatorio es inferior al 0,001%.

El mismo tipo de agrupación estaba presente en los 1.048 informes de muertes de bebés (del total de 2.605) notificados a VAERS específicamente como SMSL.

Según Miller, si no existiera una correlación entre la vacunación y las muertes infantiles, se esperaría ver un espaciamiento uniforme de las muertes dentro del rango de tiempo notificado antes de la vacunación, y no una agrupación de muertes como encontró Miller.

Miller incluyó en su artículo una exhaustiva revisión bibliográfica en la que refutaba la afirmación “oficial” de que la epidemia de SMSL se había reducido haciendo que los bebés durmieran boca arriba, como recomendaba la campaña “Back to Sleep”, iniciada en 1992 por la Academia Americana de Pediatría.

La tasa posterior de SMSL se redujo en una media anual del 8,6% entre 1992 y 2001. Sin embargo, la tasa de mortalidad neonatal por “asfixia en la cama” aumentó durante ese mismo tiempo a una tasa media anual del 11,2%.

Otras causas similares de muerte infantil también aumentaron de forma significativa durante este periodo, tal y como informó Miller. Además, entre 1999 y 2015, la tasa de SMSL en Estados Unidos disminuyó un 35,8%. mientras que las muertes infantiles por asfixia accidental aumentaron un 183,8%.

Miller también ratifica sus principales resultados del documento (es decir, la agrupación temporal de las muertes por SMSL con la vacunación) a través del análisis de siete estudios adicionales revisados por pares y dos informes confidenciales.

Como promedio, estos autores encontraron que proporciones sustanciales de muertes de bebés ocurrieron dentro de un día (media = 25%), tres días (media = 49%) y siete días (media = 71%) después de la vacunación, coincidiendo con los resultados del presente estudio.

Desde el punto de vista mecánico, las lesiones por vacunas se han relacionado con el SMSL en múltiples ocasiones. Matturri et al. (2014) examinaron 13 muertes por SMSL ocurridas en los siete días siguientes a una vacuna hexavalente. El análisis del tronco cerebral y del cerebelo de los bebés fallecidos encontró edema cerebral y congestión en todas las víctimas.

Los autores plantearon la hipótesis de que “varios compuestos y adyuvantes inmunopotenciadores de la vacuna hexavalente podrían traspasar fácilmente la barrera hematoencefálica, que en el primer año de vida es todavía inmadura y bastante permeable, induciendo alteraciones moleculares neuronales en el ADN, el ARN y las proteínas de las neuronas del tronco cerebral que regulan las funciones vitales, con la consiguiente desorganización fatal del control respiratorio en lactantes especialmente predispuestos.”

En concreto, estos autores implicaron a los adyuvantes a base de aluminio en la desregulación del control respiratorio.

Scheibner y Karlsson (1991) monitorizaron la respiración de los bebés durante el sueño antes y después de la vacunación DPT, revelando un aumento de los episodios en los que la respiración casi cesaba o se detenía por completo. Estos episodios, que continuaron durante varias semanas después de la vacunación, no se observaban antes de la misma.

A pesar de la insistencia oficial en que las muertes por SMSL no son causadas por la vacunación, como señala Miller, la Compensación Nacional por Lesiones Causadas por Vacunas (“National Vaccine Injury Compensation”, NVICP por sus siglas en inglés) se ha creado para compensar a las familias de las personas que se lesionan y/o mueren por la administración de vacunas.

La muerte por vacunación se indemniza con 250.000 dólares por “el dolor y sufrimiento” causado a los familiares de la víctima fallecida. Entre las afecciones que suelen provocar la muerte y que se consideran “lesiones de la tabla” que pueden ser indemnizadas por el NVICP se encuentran la anafilaxia y la encefalopatía o encefalitis.

“Los bebés sanos simplemente no mueren sin motivo aparente.”

Kari Bundy, que perdió a su hijo tras ser vacunado a los cuatro meses, dijo que siempre se ha sentido “estupefacta” ante la negación de la comunidad médica de la relación entre el SMSL y las vacunas. “Para mí, era demasiado obvio como para intentar ignorarlo”, dijo Bundy.

Bundy perdió a su tercer hijo, Mason, en 2011.

“Unos días después de sus vacunas rutinarias de cuatro meses, mi marido y yo descubrimos su cadáver en medio de la noche, tumbado de lado, con el cuerpo todavía caliente”, dijo Bundy

La autopsia de Mason resultó “anodina”, aparte de algunas petequias tímicas, que es el hallazgo macroscópico más común en los casos de SMSL en la autopsia.

“Me aseguraron una y otra vez que no se había asfixiado”, dijo Bundy.

Cuando Mason murió, Bundy aprendió que si no puedes pagar un funeral, no puedes tenerlo. Por eso, unos meses después de la muerte de Mason, fundó una organización sin ánimo de lucro llamada “Mason’s Cause”, para conceder subvenciones que cubrieran los gastos funerarios de las familias que habían sufrido la pérdida de un niño menor de un año.

“Nunca quise que ningún padre experimentara esta devastadora pérdida y no pudiera enterrar a su hijo”, dijo Bundy. Siguió dirigiendo la organización benéfica durante algo menos de dos años, en los que trabajó con 94 familias diferentes que habían sufrido la muerte de un niño menor de un año.

De esas 94 muertes de bebés, 87 murieron por SMSL o por causas “desconocidas”. De los casos de SMSL, 81 -o el 93%- murieron en los siete días siguientes a la vacunación sistemática.

“Cuando me di cuenta de que el SMSL parecía estar innegablemente relacionado con las vacunas, me di cuenta de que no podía seguir dedicando mi vida a dirigir una organización benéfica que ayudara a enterrar a los bebés”, dijo Bundy. “Fue entonces cuando me di cuenta de que quería salvar a los bebés hablando de los riesgos reales de la vacunación”.

Bundy, que trabaja para “Children’s Health Defense” como coordinadora de traducciones, dijo que agradece investigaciones como la de Miller porque demuestran lo que ella y todos los padres de SMSL ya sabían: los bebés sanos simplemente no mueren sin motivo aparente.

Escuche la entrevista con Neil Miller, autor del estudio sobre el SMSL y las vacunas, en el podcast “Right on Point”: