En la guerra global contra la soberanía nacional e individual – para lo cual COVID-19 ha estado sirviendo de “casus belli” (motivo de guerra)- se han desplegado dos tácticas, que han sido favorecidas durante mucho tiempo por los tiranos, para uso de los funcionarios del gobierno y los principales medios de comunicación y han tenido el máximo efecto, distrayendo con éxito a muchos ciudadanos de los ataques cada vez más agresivos contra sus derechos civiles y humanos así como contra sus medios de subsistencia.

La primera táctica -la sofisticada movilización de las apelaciones al miedo- ha llevado a muchas personas a acatar sin rechistar el duro autoritarismo de la sanidad pública. La segunda, la promoción de la teatralidad de “divide y vencerás “, ha sido fundamental para ayudar a conseguir el apoyo de la opinión pública a la coerción, incluyendo a los mandatos de vacunación.

Tras un breve respiro veraniego, el alarmismo vuelve a estar en pleno apogeo, con titulares que hablan de una ” versión mutante altamente contagiosa del coronavirus” (apodada “variante delta“) y otro aparente aumento de “casos”.

¿Cuál es la razón más evidente de la renovada histeria mediática? La demanda de vacunas COVID se ha estancado.

Familiarizado con la tendencia de los propagandistas a inflar las cifras clave, el periodista de investigación, Jon Rappoport, sugiere que es probable que la proporción de la población que rechaza las inyecciones sea mucho mayor de lo que informan los funcionarios, y eso no les “sienta bien a los que están a cargo de la vacunación”.

Además, los que rechazan las inyecciones experimentales siguen indicando que no cambiarán de opinión.

El 30 de julio, la directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (“Centers for Disease Control and Prevention”, CDC), la Dra. Rochelle Walensky, señaló que “la guerra ha cambiado” tras advertir que “las personas vacunadas infectadas por la variante Delta pueden transmitir el virus”.

Sin embargo, dos semanas antes, Walensky tenía en su punto de mira a una población diferente, describiendo la COVID-19 como una “pandemia de los no vacunados”.

Ese comentario -y los recientes comentarios de otras personalidades como la gobernadora de Alabama, Kay Ivey- indican que, en lugar de admitir la derrota al verse cara a cara ante el fracaso o el rechazo de las vacunas, los funcionarios pretenden aumentar su peligrosa retórica de “divide y vencerás”. Quitándose los guantes, ahora avivan abiertamente el fuego de la hostilidad hacia los no vacunados.

Una narrativa a la que falta lógica

En mayo, los CDC anunciaron que limitaban su seguimiento de los “casos de fallo de la vacunación” -es decir, el seguimiento de las pruebas de PCR positivas entre los vacunados-, afirmando que sólo contarían “las infecciones [entre los vacunados] que resultasen en hospitalización o muerte”, las cuales la agencia mantiene que son relativamente pocas y poco frecuentes. [in the vaccinated]

Al mismo tiempo, los medios de comunicación empezaron a incrementar el número de informes que culpan a los no vacunados de la llamada “variante Delta“, proporcionando un pretexto para que los funcionarios de salud pública no sólo renueven sus llamamientos para “la vacunación generalizada y la adhesión rígida a las medidas de salud pública”, sino también para “mover los postes de meta de las tasas de vacunación”.

Proveedores de servicios sanitarios que están en primera línea han compartido con “Children’s Health Defense” pruebas anecdóticas que confirman que las autoridades sólo se interesan por los nuevos “casos” de COVID en la medida en que tales casos afloren entre los no vacunados.

Sin embargo, la narrativa de culpar a los no vacunados se contradice con las muchas historias sobre la “variante Delta” que están surgiendo ahora en numerosos lugares del mundo y que muestran que los totalmente vacunados constituyen la mayoría de los “casos” delta.

Las estimaciones oscilan entre el 75% de los nuevos “casos” en Cape Cod y en Singapur, que está muy vacunado, y cualquier punto entre el 50% y el 90% en Israel. En Islandia, descrita por el periodista Alex Berensen como el “paraíso de los vacunadores”, se dice que el país está “batiendo récords diarios de nuevas infecciones, sobre todo entre los vacunados”.

Artículos de portada

Los críticos de la vacuna COVID señalan esta explosión de “casos de fallos de la vacunación” entre los vacunados como una señal de que la narrativa engañosa sobre la eficacia de la vacuna creada por los fabricantes se está desmoronando.

Aunque este sea el caso, es importante tener en cuenta que los medios de comunicación dominantes, altamente coordinados, rara vez anuncian una noticia a menos que sirva a un propósito propagandístico, y ésto nunca se ha cumplido más que en la era de la COVID.

Recordemos también que los “casos” se determinan mediante pruebas de RT-PCR autorizadas para uso de emergencia que nunca fueron pensadas para fines de diagnóstico. Como los críticos han manifestado durante meses, el inventor de la PCR, galardonado con el Premio Nobel, Kary Mullis, señaló en repetidas ocasiones que “la PCR es sólo un proceso que permite hacer un montón de algo a partir de algo”.

Los resultados, dijo Mullis, permiten “encontrar casi cualquier cosa en cualquier persona”, pero no “te dicen que estás enfermo”.

Aunque no está claro por qué habrían cambiado de opinión, tanto la Organización Mundial de la Salud como, recientemente, los CDC han admitido que la RT-PCR no es fiable para diagnosticar el SARS-CoV-2.

Además de ofrecer una justificación para inflamar la hostilidad contra los no vacunados, ¿podría la historia de portada de la “variante delta” estar sirviendo para otros propósitos?

Por ejemplo, en lugar de cuestionar las vacunas fallidas, los investigadores están publicando repentinamente análisis sobre la disminución de la inmunidad y el fracaso de las vacunas -en revistas prestigiosas como “The Lancet”- que prescriben como solución, de forma demasiado predecible, vacunas de refuerzo y vacunas nuevas y mejoradas.

Reconocer que las vacunas nunca fueron necesarias en primer lugar plantea inevitablemente preguntas sobre por qué los gobiernos de todo el mundo tienen tantas ganas de instalar estas actualizaciones periódicas del sistema operativo en sus poblaciones.

El Dr. Anthony Fauci ya ha empezado a sentar las bases en EE.UU., afirmando la probabilidad de que “en algún momento, podamos necesitar un refuerzo”, mientras que Israel ha empezado a administrar refuerzos al grupo de edad que históricamente tiene la peor respuesta a la vacunación: los mayores de 60 años.

Un actor de 65 años que recibió dos dosis de la vacuna experimental Sinovac en febrero y marzo y una dosis del pinchazo de Pfizer en julio, murió seis días después de recibir la tercera inyección.

El alarmismo de los medios de comunicación sobre la variante delta también ha servido para ocultar y quizás disfrazar el aumento constante de graves lesiones y muertes causadas por la vacuna COVID. A mediados de julio, el internista israelí Rafael Zioni, tuiteó unos dramáticos datos del Ministerio de Sanidad que mostraban que las personas totalmente vacunadas constituían la mayoría de las hospitalizaciones y enfermedades graves por COVID.

En Sydney, Australia, un post en Rumble señaló que 140 de las 141 personas hospitalizadas con COVID estaban completamente vacunadas, mientras que el único individuo restante había recibido una dosis. De los hospitalizados, 43 estaban en cuidados intensivos, incluidos ocho jóvenes menores de 30 años.

Aunque los médicos achacan estos incidentes a la infección por COVID, estos contratiempos sanitarios podrían ser también efectos adversos de las vacunas no reconocidos o no señalados como tales.

Muertes por COVID y muertes por vacunas

Como informó “The Defender” a finales de julio, las directrices impuestas por los CDC para informar de las muertes por COVID representan una desviación éticamente cuestionable de los estándares de la industria que estaban anteriormente en vigor, con los examinadores médicos y otros individuos implicados que están sospechosamente instruidos para definir “muertes que implican COVID-19” como “muertes con COVID-19 confirmado o presunto“.

Sin estas normas de notificación sesgadas, se estima que se habrían atribuido un 90,2% menos de víctimas mortales al COVID. Exagerar el número de muertes es una maniobra probada para pregonar más venta de vacunas – en el pasado, miembros de los CDC con información privilegiada han aconsejado enmarcar una determinada temporada de gripe como más “mortal” para generar demanda de vacunas contra la gripe.

Aun así, las cifras que los CDC comunicaron para el mes de julio -varios miles de muertes “relacionadas” con el COVID-19 para ese mes- deberían haber sido una buena noticia, ya que representan el número más bajo de muertes mensuales en cualquier momento desde febrero de 2020.

La cifra de julio también fue 31 veces menor que el pico de más de 100.000 muertes “confirmadas o presuntas” notificadas en enero de 2021.

Los CDC admiten que entre las víctimas mortales acumuladas que “involucran” al COVID desde 2020 (hasta el 25 de julio de 2021), el COVID-19 fue la única causa de muerte de solo el 5%. En todas las demás muertes “relacionadas” con el COVID, los certificados de defunción citan una media de cuatro afecciones o causas adicionales.

Por el contrario, la seguridad de las inyecciones de COVID ha sido dudosa desde el principio. Ocho meses después, el proyecto OpenVAERS (un grupo independiente que facilita el acceso a los datos sobre lesiones por vacunas del U.S. Vaccine Adverse Event Reporting System) nos recuerda que las inyecciones experimentales han producido al menos “cuatro veces más víctimas mortales que los atentados terroristas del 11-S”, o 15 veces más, si las estimaciones de los denunciantes de que hay una gran subestimación de las muertes relacionadas con la vacuna COVID resultan ser exactas.

OpenVAERS califica el lanzamiento de las vacunas COVID sin licencia como la “campaña de vacunación más desastrosa de la historia de Estados Unidos”.

De forma escandalosa, el gobierno estadounidense acaba de comprar 200 millones de dosis adicionales de la vacuna de Pfizer/BioNTech, esperando que los contribuyentes sigan financiando su propia destrucción.

En lugar de cambiar el rumbo o hacerse responsable de la evidencia acumulada de pruebas que demuestran daños generalizados, los funcionarios encuentran mucho más conveniente desde el punto de vista político suscitar la animosidad contra el ejército de personas -los no vacunados- que hacen las preguntas correctas.

Sin embargo, como nos recuerda Jon Rappoport, no es momento de rendirse: “Si un número suficiente de personas dice NO a la inyección, se acabó”.

Posdata: En medio de la creciente propaganda diseñada para infundir miedo y pánico, al tiempo que se elevan falsamente los perfiles de seguridad de las vacunas COVID, el empuje de los mandatos de vacunación está en su punto más alto. “Children’s Health Defense” ha lanzado una campaña de envío de cartas dirigida a funcionarios locales, estatales y federales en la que se explica por qué los mandatos son un error para la gente y un error para Estados Unidos. Nuestro portal de promoción facilita a los ciudadanos el contacto con los funcionarios electos de todos los niveles de gobierno. Envíe una carta a todos sus funcionarios electos con un solo clic.