A medida que se acumulan los casos (445 hasta el 9 de julio) de la supuestamente “poco frecuente” enfermedad neurológica del síndrome de Guillain-Barré en personas que recibieron la vacuna COVID, lo que obligó a la lenta Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (“Food and Drug Administration”, FDA por sus siglas en inglés) a añadir una indicación de advertencia a la inyección de Johnson & Johnson (J&J) – los científicos están emitiendo advertencias urgentes sobre un posible tsunami de otros tipos de lesiones neurológicas.

El inmunólogo J. Bart Classen, anteriormente científico contratado por los Institutos Nacionales de la Salud (“National Institutes of Health”, NIH por sus siglas en inglés) y propietario de Classen Immunotherapies, una empresa de biotecnología de Maryland, publicó en febrero un artículo en el que se describía el potencial de las vacunas COVID de ARN mensajero (ARNm) para desencadenar el desarrollo de enfermedades priónicas, así como de otras enfermedades crónicas.

Las enfermedades priónicas o “similares a los priones” incluyen el Alzheimer, el Parkinson, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la atrofia multisistémica (AMS) y otras. Un rasgo distintivo de estas enfermedades neurodegenerativas es la formación y agrupación de proteínas mal plegadas dentro del sistema nervioso.

Las conclusiones de Classen de febrero se basaron en el análisis del ARN de la inyección de Pfizer.

Ahora, Classen ha publicado un segundo documento sobre los riesgos de la enfermedad priónica que se basa en datos reales de eventos adversos del Reino Unido tras la vacunación con las vacunas COVID de AstraZeneca o Pfizer.

Estos datos demuestran que el riesgo de efectos adversos neurodegenerativos no es ni mucho menos teórico. De hecho, la vacuna de AstraZeneca ya está produciendo una señal de seguridad para la enfermedad de Parkinson, y la vacuna de Pfizer podría no estar muy lejos.

Señal clara

El análisis de Classen se centra en los datos de aproximadamente seis meses (hasta mediados de junio de 2021) de dos de las inyecciones experimentales de COVID actualmente autorizadas en el Reino Unido: la vacuna de Oxford-AstraZeneca, que utiliza adenovirus modificados genéticamente, y la vacuna de Pfizer-BioNTech, basada en ARNm sintético encapsulado en lípidos. (Debido a la insuficiencia de datos, Classen no pudo incluir la inyección de Moderna).

El sistema de notificación de eventos adversos de la Tarjeta Amarilla (“Yellow Card”) del gobierno británico organiza los datos por sistema de órganos y síntoma o enfermedad.

Aunque ambas vacunas pretenden estimular la producción de la proteína de espiga o de pico del coronavirus y de los anticuerpos relacionados en el receptor, las dos inyecciones son “bastante diferentes en su composición”, según Classen.

Esto podría explicar el primer hallazgo sorprendente generado por el escrutinio de Classen de los datos de reacciones adversas: Hasta ahora, en el Reino Unido se han notificado 3,55 veces más reacciones adversas por la inyección de AstraZeneca en comparación con la de Pfizer (745.965 frente a 210.168). Cada informe de AstraZeneca describe una media de 3,63 reacciones adversas frente a las 2,84 reacciones, de media, de cada informe de Pfizer.

Esta pauta general también es válida para los “Trastornos nerviosos”, con 4,14 veces más reacciones de este tipo notificadas para la vacuna de AstraZeneca que para la de Pfizer (estadísticamente significativo al nivel p=0,00001).

Dentro de la categoría “Trastornos nerviosos”, las reacciones de enfermedad de Parkinson muestran un “aumento altamente significativo y específico… en los informes de AstraZeneca en comparación con los informes de la vacuna de Pfizer”.

Los resultados estadísticamente significativos incluyen:

  • 185 reacciones de Parkinson notificadas tras la vacunación de AstraZeneca frente a 20 para las inyecciones de Pfizer (identificadas principalmente a través de un síntoma específico llamado “fenómeno de congelación“)
  • 9.288 frente a 937 informes de temblor (otro posible síntoma de Parkinson) para AstraZeneca y Pfizer, respectivamente
  • 58 frente a 4 informes de alteraciones del sueño (un síntoma característico de una enfermedad priónica llamada “insomnio familiar fatal“)

Describiendo estos hallazgos como una “clara señal de una enfermedad priónica específica, la enfermedad de Parkinson”, Classen señala que los hallazgos son biológicamente plausibles porque son consistentes con lo que se conoce sobre la patógena proteína de espiga o pico del coronavirus.

Además, los síntomas destacados de congelación, temblores y trastornos del sueño coinciden con la “fisiopatología bien aceptada de enfermedad priónica”.

¿Proceso acelerado de la enfermedad?

Normalmente, los científicos creen que se necesitan años (o incluso décadas) para que el plegamiento anormal de ciertas proteínas produzca la enfermedad priónica. ¿Cómo, entonces, pudo Classen detectar una “clara señal” para la enfermedad de Parkinson apenas unos meses después de la puesta en marcha de las vacunas?

Classen ofrece varias explicaciones que no son necesariamente excluyentes. En primer lugar, sugiere que las vacunas COVID podrían estar acelerando la progresión de la enfermedad en individuos que ya tienen una enfermedad priónica subclínica o que tienen una enfermedad priónica leve que no ha sido diagnosticada adecuadamente.

Además, hay pruebas que indican que la proteína de espiga o pico de la vacuna puede provocar un mal plegamiento de las proteínas esenciales de unión ARN/ADN llamadas TDP-43 y FUS y catalizar una “reacción en cadena” tóxica.

La proteína de espiga o pico de la vacuna también puede hacer que las proteínas “incluyendo priones [normales] que ya están en las células” formen aglomeraciones anormales (llamadas cuerpos de Lewy) que pueden provocar “una muerte celular relativamente rápida”. [normal] Las investigaciones han demostrado el desarrollo de cuerpos de Lewy en monos expuestos al SARS-CoV-2. En particular, los cuerpos de Lewy “causan algunos o todos los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson”.

Precisamente porque la proteína de espiga o pico puede poner en marcha tan rápidamente la aglomeración anormal de proteínas, Classen especula que esto “podría permitir una detección bastante rápida de la enfermedad priónica después de la inmunización.”

Al mismo tiempo, Classen advierte que es probable que los sistemas de notificación de eventos adversos defectuosos no capten las enfermedades neurodegenerativas que tardan más en desarrollarse. La mayoría de las notificaciones de efectos adversos de las vacunas se refieren a acontecimientos agudos, dice, mientras que pocos de los efectos adversos que se producen “años o décadas después de la administración de un producto farmacéutico se notifican”.

Además, los síntomas de la enfermedad priónica son a menudo inespecíficos o se solapan con otras afecciones, lo que dificulta el diagnóstico y hace probable la subnotificación.

Por estas y otras razones, Classen sugiere que la relevancia clínica de sus hallazgos “podría ser logaritmos en magnitud más alta” que la señal de Parkinson que pudo detectar en los datos de la Tarjeta Amarilla.

¿Reacciones de Pfizer esperando entre bastidores?

Classen hace hincapié en que su análisis “no pretende indicar que una vacuna COVID sea más segura que otra en lo que respecta a la enfermedad priónica”.

Classen declaró:

“Los desequilibrios en las tasas de reacciones detectadas … pueden explicarse por las notables diferencias en la composición de las dos vacunas que permiten a una de ellas inducir más rápidamente algunas enfermedades priónicas. La vacuna de AstraZeneca … puede concentrarse en el sistema gastrointestinal en mayor medida, lo que conduce a un transporte más rápido de la proteína de espiga o pico a través del nervio vago hasta el cerebro. Por el contrario, a largo plazo, la vacuna de ARNm de Pfizer puede inducir más TDP-43 y FUS para formar priones y conducir a más enfermedades priónicas”.

Otra explicación de por qué puede haber habido más reacciones adversas e informes para la inyección de AstraZeneca frente a la de Pfizer podría tener que ver con el número de dosis de vacunas de cada tipo administradas en el Reino Unido. Classen no pudo determinar la proporción de las dosis totales atribuibles a cada empresa. Sin embargo, a mediados de julio, el Reino Unido había pedido el mismo número de dosis (100 millones) a ambos fabricantes de vacunas.

Enfermedad de Prion, Guillain-Barré y ¿qué más?

Las vacunas COVID no son ni mucho menos las únicas que afectan negativamente al sistema nervioso. Entre las casi 400 reacciones adversas perfiladas en los prospectos de las vacunas infantiles estadounidenses, abundan los síntomas considerados como señales de alarma de problemas neurológicos. Estos síntomas incluyen mareos, dolores de cabeza, entumecimiento, trastornos del equilibrio, debilidad muscular, parálisis, convulsiones, cambios visuales, trastornos del sueño y temblores.

Y mucho antes de COVID-19, los prospectos de al menos otras 20 vacunas incluían el síndrome de Guillain-Barré (un trastorno en el que el sistema inmunitario ataca los nervios) como un efecto adverso notificado en los ensayos clínicos o después de la comercialización.

Algunas personas se recuperan de la debilidad, el hormigueo y la parálisis característicos de Guillain-Barré, pero en el 4% al 7% de los casos, el síndrome conduce a la muerte. Así, cuando la FDA añadió su advertencia de Guillain-Barré para la vacuna COVID-19 de J&J a mediados de julio, la agencia estaba haciendo saber a regañadientes que algunos receptores de la vacuna COVID pueden esperar resultados neurológicos graves o mortales.

Casi una cuarta parte (23%) de los receptores de la vacuna COVID que respondieron en julio a una encuesta de “The Economist/YouGov” (cuadro 13) dijeron haber experimentado “reacciones negativas a la vacuna”, lo que se suma a la cascada de pruebas que demuestran que las inyecciones de COVID son un desastre sin precedentes.

¿Fue por eso que la Secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, que recientemente instó a los jóvenes a vacunarse contra la COVID, cometió un desliz al afirmar que “estas vacunas… pueden matarte aunque tengas menos de 27 años”?

Ahora que Pfizer se prepara para pedir autorización para lanzar su inyección experimental a niños de 5 a 11 años, mientras obtiene una revisión prioritaria de la FDA para su plena autorización en Estados Unidos, sería conveniente que prestáramos atención a la advertencia urgente de Classen sobre los impactos neurológicos adversos a corto y largo plazo.

Como afirma Classen, los políticos y funcionarios de salud pública que están impulsando con fuerza las vacunas COVID tienen “un pésimo historial de protección de la salud del público.”