Las autoridades sanitarias estadounidenses y europeas están examinando las vacunas COVID de Johnson & Johnson (J&J) y AstraZeneca ante la posibilidad de que causen coágulos de sangre y trastornos sanguíneos relacionados entre los receptores de estas vacunas.

Pero cada vez hay más pruebas de que las vacunas de Pfizer y Moderna causan reacciones adversas similares, y los funcionarios reguladores de Estados Unidos fueron alertados de este hecho ya en diciembre de 2020.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (‘Centers for Disease Control and Prevention,’ CDC por sus siglas en inglés) convocaron el miércoles una reunión de emergencia de su Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (‘Advisory Committee on Immunization Practices’, ACIP por sus siglas en inglés) para determinar si se levanta la prohibición de la vacuna de J&J. La prohibición se puso en marcha el martes, tras los informes sobre coágulos de sangre.

Durante la reunión, los miembros del comité elogiaron las vacunas de ARNm de Pfizer y Moderna como grandes alternativas a la vacuna de J&J porque no había “señales de seguridad”, lo que sugiere que, a diferencia de las vacunas basadas en adenovirus de J&J y AstraZeneca, las vacunas de ARNm no están asociadas a coágulos de sangre.

El martes, Peter Marks, director del Centro de Evaluación e Investigación Biológica de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (‘Food and Drug Administration’, FDA por sus siglas en inglés), dijo en una conferencia telefónica con periodistas que no se había registrado casos de trombosis del seno venoso cerebral (TSVC) con trombocitopenia (recuento bajo de plaquetas en la sangre, lo que puede causar una peligrosa hemorragia interna) tras las vacunas de Pfizer y Moderna.

Pero la declaración de Mark contradice numerosos informes de noticias, estudios recientes e incluso la advertencia de un científico dirigida específicamente a Marks a finales del año pasado; también contradice los datos del Sistema de Notificación de Eventos Adversos a las Vacunas (‘Vaccine Adverse Event Reporting System’, VAERS por sus siglas en inglés).

Utilizando un criterio de búsqueda que incluía informes de coágulos de sangre asociados con trastornos de la coagulación sanguínea, VAERS arrojó un total de 795 informes para las tres vacunas desde el 14 de diciembre de 2020 hasta el 1 de abril de 2021.

De los 795 casos notificados, 400 se atribuyeron a Pfizer, 337 a Moderna y 56 a J&J, muchos más que los ocho casos que se están investigando, incluidos los dos casos adicionales añadidos el miércoles.

Un estudio publicado hoy relaciona Pfizer y Moderna con los coágulos de sangre

Un estudio publicado hoy por la Universidad de Oxford descubrió que el número de personas que desarrollaron coágulos sanguíneos tras las vacunas COVID fue aproximadamente el mismo para Pfizer, Moderna y AstraZeneca, informó MarketWatch. (El uso de J&J no está aprobado en la UE, donde se originó el estudio).

Según el estudio, 4 de cada millón de personas experimentaron TSV durante las dos semanas siguientes a la vacunación con la vacuna de Pfizer o Moderna, frente a 5 de cada millón de personas con la vacuna de AstraZeneca.

Aunque los investigadores encontraron una incidencia significativamente mayor de coágulos sanguíneos en las personas infectadas con COVID, la incidencia de coágulos sanguíneos después de las vacunas seguía siendo mucho más alta que la incidencia de fondo de 0,41, una fuerte señal de que las vacunas plantean este riesgo específico.

“Estos hallazgos son consistentes con lo que sabemos sobre cómo las proteínas de pico inducidas por la vacuna pueden por sí solas causar la señalización celular a través de las interacciones con los receptores ACE-2”, dijo Lyn Redwood, RN, MSN, presidenta emérita de ‘Children’s Health Defense’. “Cuando esto sucede, puede dar lugar a la inflamación y a una serie de otros eventos potencialmente patológicos en el revestimiento epitelial de los vasos sanguíneos que pueden desencadenar citoquinas proinflamatorias capaces de activar los sistemas de coagulación y regular a la baja las vías anticoagulantes que dan lugar a la formación de coágulos.”

Un estudio publicado en febrero en el Journal of Hematology examinó la trombocitopenia tras la vacunación de Pfizer y Moderna en respuesta a la muerte de un médico de 56 años de Florida, el primer paciente identificado que murió de una hemorragia cerebral tras recibir la vacuna de Pfizer.

Los investigadores examinaron 20 informes de casos de pacientes con trombocitopenia inmunitaria (PTI) tras la vacunación, incluidos 17 sin trombocitopenia preexistente, utilizando datos de los CDC, la FDA, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU., el Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas (VAERS), informes publicados y comunicaciones con pacientes y proveedores de tratamiento.

Tras analizar los datos, los investigadores no pudieron excluir la posibilidad de que las vacunas de Pfizer y Moderna tuvieran el potencial de desencadenar PTI y recomendaron una vigilancia adicional para determinar la incidencia de trombocitopenia tras la vacunación.

“Aunque la principal preocupación asociada a la PTI es la hemorragia, puede que sorprenda a muchos que la PTI también se asocie con un 20% más de riesgo de coágulos sanguíneos”, dijo Redwood, señalando un artículo del 8 de marzo del Dr. Robert Bird, director de hematología del Hospital Princess Alexandra de Brisbane (Australia).

Los médicos opinan sobre la posibilidad de que las vacunas provoquen coágulos sanguíneos

La Asociación de Médicos y Cirujanos Americanos (‘Association of American Physicians and Surgeons,’ AAPS por sus siglas en inglés) dijo en un comunicado de prensa del 5 de abril que las tres vacunas aprobadas para uso de emergencia en los Estados Unidos (Pfizer, Moderna y J&J) hacen que las células humanas fabriquen la proteína de pico, lo que induce al sistema inmunitario a fabricar anticuerpos contra esa proteína.

Cuando una persona vacunada se exponga al virus, el sistema inmunitario reconocerá la amenaza y organizará una defensa que al menos debería minimizar los síntomas.

La proteína de pico es sólo un fragmento de un virus, por lo que ésta -o el ARNm que la codifica- no puede causar una infección. Sin embargo, existen dudas sobre si la propia proteína de pico puede causar daños al unirse a los receptores de los tejidos, explicó la AAPS.

Los médicos y científicos de la AAPS informaron a la FDA de que los productos de ARNm, a través de las proteínas depico, pueden tener “el potencial de causar lesiones microvasculares en el cerebro, el corazón, el hígado y los riñones en formas que no fueron evaluadas en los ensayos de seguridad”.[inflammation and small blood clots called microthrombi]

Al menos 37 personas han desarrollado un raro trastorno plaquetario después de recibir la vacuna de Pfizer o Moderna, incluido el obstetra de Florida Gregory Michael, de 56 años, que desarrolló el trastorno tres días después de recibir el producto de Pfizer y murió 15 días después de ser vacunado, según la AAPS.

El 13 de abril, el Dr. Hooman Noorchashm, médico-científico y defensor de la ética, el cual está especializado en cirugía cardiotorácica, se unió a Tucker Carlson en su programa para hablar de los coágulos de sangre y las vacunas.

Noorchashm explicó que, aunque es una buena señal que la FDA se tome en serio las complicaciones de los coágulos sanguíneos con J&J, pasa por alto complicaciones trombóticas similares con Pfizer y Moderna

“No sé por qué este grupo está afectando a J&J. Ciertamente hay otros ejemplos de eventos trombóticos con Pfizer y Moderna que se han introducido en el sistema VAERS”, dijo Noorchashm.

Un científico advirtió a la FDA en diciembre sobre las vacunas COVID y los coágulos de sangre

El 8 de diciembre de 2020, antes de que ninguna vacuna COVID hubiera recibido autorización de uso de emergencia en los Estados Unidos, J. Patrick Whelan, M.D., Ph.D., escribió a la FDA sobre el potencial que tenían las vacunas diseñadas para crear inmunidad a la proteína de pico del SARS-CoV-2 “para causar lesiones microvasculares y coágulos sanguíneos en todo el cuerpo, incluyendo el cerebro, el corazón, el hígado y los riñones, en formas que no se evaluaron en los ensayos de seguridad”.

Como informó ‘The Defender’ en febrero, Whelan, un médico formado en Harvard con experiencia en bioquímica, medicina y reumatología, no discutió el potencial de las vacunas para detener rápidamente la propagación del virus – suponiendo que las vacunas demuestren que realmente previenen la transmisión, lo que tampoco se evaluó en los ensayos clínicos.

Pero Whelan advirtió que “sería mucho peor que cientos de millones de personas sufrieran daños duraderos o incluso permanentes en su microvasculatura cerebral o cardíaca por no haber apreciado a corto plazo que se causaba un efecto no deseado en otros órganos al administrar las vacunas basadas en la proteína de pico completa”.

La vacuna de J&J se puso en pausa porque seis mujeres en Estados Unidos desarrollaron un trastorno raro y grave llamado trombosis venosa cerebral que se produce cuando se forma un coágulo de sangre en los senos venosos del cerebro. El coágulo impide que la sangre salga del cerebro. Como resultado, las células sanguíneas pueden romperse y filtrar sangre a los tejidos cerebrales, formando una hemorragia.

Según Redwood, también se ha informado de trombosis venosa cerebral en casos de infecciones por COVID-19. Explicó que la misma afección que puede producirse en una persona infectada por el virus también puede producirse en alguien que reciba la vacuna COVID.

La ciencia ha progresado rápidamente y ahora sabemos que la proteína de pico por sí sola, sin la infección por COVID, es capaz de viajar por el cuerpo y unirse a los receptores de la ECA-2 y activar una serie de vías de señalización celular capaces de desencadenar una amplia gama de eventos adversos”, dijo Redwood.

Un estudio histórico publicado en Nature Neuroscience documentó que la proteína COVID-19 (S1), obtenida comercialmente, inyectada en ratones no sólo atravesó la barrera hematoencefálica hasta el cerebro, sino también el pulmón, el bazo, el riñón y el hígado de los ratones.

Un segundo estudio publicado en Neurobiology of Disease informó de que la proteína de pico del SARS-CoV-2 por sí sola, sin el virus, es un potente inductor de la disfunción endotelial a través de la interacción con los receptores ACE-2, lo que provoca una respuesta proinflamatoria en el revestimiento de los vasos.

El endotelio es una fina membrana que recubre los vasos sanguíneos y que controla la relajación y la contracción vascular, así como las enzimas que controlan la coagulación de la sangre, la función inmunitaria y la adhesión de las plaquetas. Tras una lesión vascular que puede ser causada por la inflamación generada por las proteínas de pico, el endotelio cambia a un fenotipo pro-trombótico/pro-coagulante que da lugar a la formación de coágulos sanguíneos y otros acontecimientos adversos.

Según Redwood, es “lógico suponer” que cuando la vacuna crea la proteína de pico idéntica a la que se produce en la infección, y que ha sido identificada como la culpable de causar una miríada de lesiones graves y que ponen en peligro la vida, “vamos a ver estas mismas lesiones en los individuos que se pongan las vacunas”.

Redwood dijo que es fundamental que investiguemos a fondo estas lesiones relacionadas con las vacunas antes de reanudar la vacunación con vacunas de proteínas de pico, especialmente en los niños donde no tenemos datos reales sobre la seguridad y la eficacia de estas vacunas.