Durante las primeras seis semanas de la implementación de la vacuna contra el coronavirus entre los adultos estadounidenses, el Sistema de Notificación de Eventos Adversos de Vacunas (‘Vaccine Adverse Event Reporting System’, VAERS, por sus siglas en inglés) tristemente famoso por recopilar sólo una pequeña fracción de los eventos adversos, recibió informes de más de 500 muertes después de la vacunación y cerca de 11.000 otras lesiones.

Dolores Cahill, experta en genética molecular de renombre internacional, cree que estas lesiones auguran un próximo tsunami de problemas incapacitantes y fatales. En los próximos meses, Cahill espera ver sucesivas oleadas de reacciones adversas a las inyecciones de ARN mensajero experimental(ARNm) que van desde la anafilaxia y otras respuestas alérgicas a la autoinmunidad, la sepsis o septicemia, y la insuficiencia multiorgánica.

A pesar de éstas y otras advertencias creíbles, los funcionarios de salud de los Estados Unidos están señalando su intención de dar rápidamente la luz verde a las vacunas de ARNm, hasta ahora sin licencia, para su uso en los niños.

Ya en abril pasado, cuando no se sabía casi nada sobre la epidemiología del COVID y las vacunas candidatas apenas habían comenzado a estudiarse, Bill Gates preparó el escenario para el impulso pediátrico, declarando que el objetivo final es hacer que las vacunas COVID-19 fueran “parte del calendario rutinario de inmunización para recién nacidos”.

Desde entonces nos hemos enterado de que el 99,997% de los jóvenes de 0 a 19 años sobreviven a COVID-19 (y la mayoría experimenta síntomas leves o ningún síntoma en absoluto). Pero eso parece no importar. Tampoco un estudio de enero de 2021, que confirmó que es sólo en un subconjunto minúsculo de niños , en su mayoría niños con enfermedades subyacentes graves, donde la enfermedad ocasionalmente da un giro para peor.

En este contexto de bajo riesgo, los funcionarios de salud pública saben que necesitan presentar diferentes argumentos para persuadir a los padres para que acepten poner las vacunas contra el coronavirus a sus hijos. Afortunadamente para estos funcionarios de la vacunación, hay un concepto que está fácilmente a mano: la inmunidad de rebaño.

Y como Moderna se une a Pfizeren la realización de experimentos de vacunas en adolescentes de 12 a 17 años, con ensayos adicionales en proceso para probar las inyecciones en niños menores de 12 años, incluidos los bebés de tan solo seis meses, el coro de voces que presentan la inmunidad de rebaño como “el principal impulsor de las vacunas infantiles COVID-19″ es cada vez más fuerte.

Un ‘truco de marketing’ defectuoso

Hace varios años, JB Handley, autor de“Cómo poner fin a la epidemia de autismo”, diseccionó el uso de la inmunidad de rebaño como un “truco de comercialización” para avergonzar y presionar a las personas para aceptar la vacunación, basándose en la afirmación de que los que no la aceptan son unos aprovechados que “ponen en riesgo la salud del ‘rebaño'”.

La inmunóloga Tetyana Obukhanych, Ph.D., y otros están de acuerdo en que los funcionarios disfrutan de blandir la inmunidad de rebaño “como el as bajo la manga para justificar cualquier medida, a menudo en desacuerdo con la libertad de elección personal, con tal que cumpla el objetivo de aumentar la aceptación de la vacunación”.

Sólo hay un problema con las declaraciones de inmunidad de rebaño para las vacunas, dice Handley: “Nunca nos hemos acercado a lograr la ‘inmunidad de rebaño’ a través de la vacunación, y nunca lo haremos”.

Habiendo realizado una extensa investigación sobre la historia de las políticas de vacunas (como por ejemplo los mandatos de vacunas para permitir la asistencia a la escuela), la presidenta de ‘Children’s Health Defense’ (CHD) y Consejera General, Mary Holland, está de acuerdo, afirmando que décadas de esfuerzos intensivos “no han logrado inmunidad para ninguna enfermedad infantil”.

La teoría de la inmunidad de rebaño se originó por un funcionario de salud que trabajaba en Chicago en la década de 1930. En sus inicios, el concepto “no tenía nada que ver con la vacunación”. En cambio, la teoría reflejaba la cuidadosa observación del médico “sobre el proceso de cómo una enfermedad funciona a través de una comunidad y cómo esa comunidad, eventualmente, de forma natural, desarrolla una resistencia a ella como resultado”.

Como también explica Obukhanych, la inmunidad de rebaño evolucionó como una construcción epidemiológica en lugar de una construcción inmunológica, ofreciendo en el mejor de los casos una oportunidad teórica para predecir el control exitoso de la enfermedad. A medida que las vacunas (y los mandatos de las vacunas) se generalizaron a mediados del siglo XX, la teoría de la inmunidad de rebaño experimentó una transformaciónfundamental, basada en la “suposición incorrecta de que la vacunación provoca en un individuo un estado equivalente a la inmunidad fiable”, dijo Obukhanych. Pasando por alto la sofisticación del sistema inmunitario humano —un modelo en sí mismo de lo que es la versatilidad—, los científicos de vacunas adoptaron la conjetura errónea de equivalencia y, a pesar de décadas de evidencia en sentido contrario, ahora consideran la vacunación como una vía superior, ideal incluso, hacia la inmunidad de rebaño.

La Organización Mundial de la Salud va aún más lejos, omitiendo cualquier referencia a la infección natural y definiendo la inmunidad de rebaño únicamente como “un concepto utilizado para la vacunación”. Irónicamente, incluso cuando las instituciones médicas notifican “un repunte en el registro de los efectos secundarios [de la vacuna COVID-19]”, por no hablar de “eventos conimpactos en la salud” perturbadores, la Clínica Mayo afirma que la vacunación “crea inmunidad sin causar enfermedades o complicaciones resultantes”. [COVID-19 vaccine]

El objetivo en movimiento de la inmunidad de rebaño

El Dr. Anthony Fauci — director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (‘National Institute of Allergy and Infectious Diseases’, NIAID por sus siglas en inglés), posee el 50% de la patente de vacunas Moderna, lo cual le genera derechos, ha declarado que no se puede lograr la inmunidad de rebaño y que la vida no puede “regresar a algún tipo de normal” a menos que del 85% al 90% de toda la población estadounidense se ponga la vacuna contra el coronavirus, incluidos los niños. Hoy, Fauci dijo a ProPublica que niños desde el primer grado pueden ser autorizados a recibir la vacuna contra el coronavirus para cuando comiencen las clases en septiembre.

Los niños (de 0 a 17 años) conforman el 22% de la población estadounidense. A finales de diciembre, Fauci admitió en el New York Times que“le dio un empujoncito” al objetivo de inmunidad de rebaño hasta el 90% (de una estimación previa del 70%) después de ver encuestas que indicaban una creciente disposición pública a ponerse la vacuna.

Los educadores se han apresurado a reforzar el mensaje de Fauci de que los jóvenes deberían recibir las vacunas, afirmando que vacunar a los estudiantes es “un paso crucial en el regreso a lo normal para las escuelas”. Por el contrario, Rochelle Walensky, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (‘Centers for Disease Control and Prevention’, CDC por sus siglas en inglés), afirmó recientemente que los maestros no necesitan ser vacunados para reabrir las escuelas de forma segura.

Dos científicos franceses en el Instituto Pasteur publicaron una discusión un poco más científica sobre los objetivos de inmunidad de rebaño COVID-19 en septiembre pasado. Si bien siguen promoviendo la vacunación como vía de elección, reconocieron que los cálculos de la inmunidad de rebaño deben tener en cuenta necesariamente variables como la susceptibilidad y la transmisión. También señalaron que “los niños, en particular los menores de 10 años, pueden ser menos susceptibles y contagiosos que los adultos, en cuyo caso pueden ser parcialmente omitidos del cálculo de la inmunidad de rebaño”.

Aunque los funcionarios estadounidenses admiten que “los niños generalmente no sufren de COVID-19 grave” y es poco probable que se beneficien directamente de las inyecciones, no tienen intención de seguir el consejo de los autores franceses de excluir a los niños de su cálculo de inmunidad de rebaño. En cambio, enmarcando su argumento éticamente inestable y científicamente dudoso en el tiempo condicional, afirman que “la inoculación podría reducir el contagio a las personas con mayor riesgo”.[children]

En resumen, los líderes de salud pública dicen que los padres deben “vacunar a los jóvenes para proteger a los ancianos”. Dada la estimación del gobierno federal de que de cada 39 vacunas administradas se produce una lesión, parece claro que los funcionarios esperan que los niños asuman el 100% de los riesgos de la vacunación COVID a cambio de un beneficio nulo.

Inmunidad natural y COVID

Curiosamente, los expertos que emiten declaraciones amplias sobre la necesidad de una cobertura de vacunas del 90% y de la protección de los ancianos no mencionan a los muchos estadounidenses que ya han sufrido COVID-19, a pesar de que un número creciente de estudios apuntan a la “inmunidad [natural] persistente” entre individuos recuperados (ver aquí y aquí). [natural]

El republicano Thomas Massie (Kentucky), un científico e inventor formado por el MIT que tuvo COVID al principio de la pandemia, examinó los datos de los ensayos clínicos de Pfizer y Moderna y comprobó que ninguna de las vacunas ofrece ningún beneficio a las personas con inmunidad adquirida naturalmente.

Sin embargo, Massie descubrió que los CDC no sólo estaban aconsejando a individuos previamente infectados que se vacunaran, sino que continuaron haciéndolo incluso después de que Massie les alertara de que estaban propagando “ciencia falsa e incorrecta”.

Un fenómeno conocido como cebado patógeno (también llamado “mejora de la enfermedad”) representa otra razón importante para cuestionar la conveniencia de recomendar que los adultos y los niños que ya han tenido una infección por SARS-CoV-2 se pongan una vacuna COVID.

Un documento pivotal de abril del Dr. James Lyons-Weiler explica cómo la exposición a péptidos específicos (componentes de proteínas) a través de la infección puede “preparar” a algunos individuos “para un riesgo incrementado de mayor patogenicidad durante una exposición futura”, incluida la exposición posterior en forma de vacunación.

En diciembre, Lyons-Weiler y el presidente de CHD, Robert F. Kennedy Jr. señalaron que los ensayos clínicos de las vacunas COVID-19 “no descartaron el cebado patógeno de ninguna manera”. Los informes de muertes posteriores a la vacuna COVID presentadas a VAERS (se pueden buscar en medalerts.org) indican que algunos de los fallecidos habían experimentado previamente una enfermedad COVID, incluidas las personas de la tercera edad que habían tenido COVID un par de semanas antes y luego murieron a los pocos minutos u horas de ponerse las inyecciones.

Un análisis serológico multipaís publicado en Nature estimó (Tabla S4) que a principios de septiembre, el 14% de los estadounidenses habían sido infectados, una estimación conservadora dado que las pruebas de serología (anticuerpos) proporcionan sólo una imagen parcial, evaluando lo que se llama “inmunidad humoral”. Como observaron los dos autores del Instituto Pasteur en su artículo de otoño, la inmunidad humoral (que es el tipo de inmunidad inducida por la vacunación) “no captura todo el espectro de inmunidad protectora SARS-CoV-2″.

También en septiembre, el Dr. Peter Doshi, editor asociado de The BMJ (anteriormente British Medical Journal), llamó la atención sobre los estudios que mostraban la movilización de células T de memoria contra SARS-CoV-2 ” entre el 20% y el 50% de las personas sin exposición conocida al virus.” Los científicos citados por Doshi en su artículo atribuyen esto a la exposición previa al resfriado común y otros coronavirus, y se preguntan si “hay más inmunidad por ahí” de lo que se ve a simple vista.

De hecho, los células T de memoria son algunos de los glóbulos blancos más ocupados del sistema inmunitario, y Doshi señala que “son conocidos por su capacidad para afectar la gravedad clínica y susceptibilidad a futuras infecciones.” Sugiere, por lo tanto, que podrían ayudar a dilucidar “los misterios de COVID-19, como por qué los niños se han evitado sorprendentemente la peor parte de la pandemia… y la alta tasa de infecciones asintomáticas en niños y adultos jóvenes.”

Sin embargo, los científicos centrados en las vacunas (y sus principales promotores de los medios de comunicación) no están explorando estos misterios, sino ignorando las células T mientras mantienen su estrecho enfoque en los anticuerpos. Al apoyar a Doshi, otro escritor pregunta:“¿Es [la falta de atención en estudios de las células T] debido a que las vacunas son buenas para provocar respuestas de anticuerpos, pero no tan decisivas en la generación de células T?”[the lack of research attention to T cells]

Proteger a los jóvenes

A lo largo de muchas décadas, el fenómeno poco común de fracaso de las vacunas en individuos totalmente vacunados ha dejado muy claro que las respuestas de anticuerpos son inadecuadas como garante de la inmunidad real. Para los niños, un problema aún mayor es que, antes de que su sistema inmunitario haya tenido la oportunidad de desarrollarse, una acumulación de vacunas lo sobreestimula agresivamente para entrar en un estado de inmunidad artificial. La disfunción inmune y las enfermedades crónicas son resultados que no son poco frecuentes.

El estudio pediátrico que recientemente identificó las condiciones médicas subyacentes como el factor de riesgo más fuerte responsable de las muertes por COVID-19 en niños citó condiciones tales como “asma, enfermedad autoinmune, enfermedad cardiovascular, enfermedad pulmonar crónica, enfermedad GI/hígado, hipertensión, supresión inmune, enfermedad metabólica, enfermedad neurológica, obesidad y enfermedad renal”. Coincidentemente o no, se encuentran entre las casi 400 reacciones adversas identificadas en los prospectos de los envases de vacunas como potencialmente asociadas con la vacunación.

Como nos recordó Lyons-Weiler, varios años antes de COVID, “la determinación del beneficio de la vacunación generalizada para cualquier vacuna debe tener en cuenta no sólo la capacidad de proteger a las personas en riesgo, sino también los costos posteriores debidos a las lesiones causadas por las vacunas”.

En lugar de argumentar absurdamente (como algunos están haciendo) que apresurar vacunas llenas de riesgos de ARNm en los niños es lo que se necesita no sólo para lograr un nivel arbitrario de inmunidad del rebaño, sino para ” revivir la economía”, vamos a escuchar las palabras de Handley: “Hasta que seamos honestos en nuestra evaluación de la seguridad y eficacia de las vacunas, los niños seguirán siendo dañados, los derechos seguirán siendo pisoteados y la mitología seguirá triunfando sobre la ciencia”.

Los padres no deben dejarse adormecer en la falsa noción de que las vacunas (o cualquier procedimiento médico) son todo beneficios y ningún riesgo.