El gigante del comercio online Amazon ha pasado de nuestras pantallas a nuestras calles, con la introducción de las tiendas de comestibles y libros de Amazon. Con esta expansión llegó la introducción de “Amazon One”, un servicio que permite a los clientes utilizar la huella de la palma de su mano para pagar, en lugar de tocar o pasar una tarjeta.

Según informes recientes, Amazon está ofreciendo crédito promocional a los usuarios que se inscriban.

En el Reino Unido nos estamos acostumbrando rápidamente a la identificación basada en la biometría. Muchos de nosotros utilizamos la huella del pulgar o el reconocimiento facial para acceder a nuestros smartphones, autorizar pagos o cruzar fronteras internacionales.

El uso de un elemento biométrico (una parte de tu cuerpo) en lugar de una tarjeta de crédito (algo que posees) para realizar una compra puede parecer que ofrece una mayor comodidad por lo que parece ser un coste muy bajo. Pero la cesión de tus datos biométricos a un tercero plantea varias cuestiones complejas, por lo que debemos desconfiar de que empresas como Amazon nos incentiven a utilizar la biometría en las transacciones cotidianas.

El incentivo de la huella de la mano de Amazon se suma a un debate académico y político en curso sobre cuándo y dónde utilizar la biometría para “autenticarse” en un sistema (esto es, para demostrar que uno es quien dice ser).

Si miramos las ventajas, está claro que nunca te va a faltar tu identificador biométrico: tu cara, tu mano o tu dedo viajan contigo. Los datos biométricos son bastante difíciles de robar (los sistemas modernos de huellas dactilares suelen incluir una prueba de “estar vivo” para que ningún atacante tenga la tentación de cortar un dedo o hacer copias de látex). También son fáciles de usar: se acabaron los problemas de recordar varias contraseñas para acceder a diferentes sistemas y servicios.

¿Y qué pasa con los costes? No tienes muchas manos -y no puedes conseguir una nueva-, así que un solo dato biométrico tendrá que servir como punto de entrada a múltiples sistemas. Esto se convierte en un verdadero problema si un elemento biométrico es hackeado.

La biometría también puede ser discriminatoria. Muchos sistemas de reconocimiento facial fallan con las minorías étnicas (porque los sistemas han sido entrenados con rostros predominantemente blancos). Los sistemas de huellas dactilares pueden fallar con las personas mayores, que tienen la piel más fina y los verticilos menos marcados, y todos los sistemas fallarían con personas que tienen ciertas discapacidades: la artritis, por ejemplo, podría dificultar la impresión de la palma de la mano.

¿En quién debemos confiar?

Una cuestión clave para los “proveedores de identidad” biométricos es que sean de confianza. Esto significa que mantendrán los datos seguros y serán “proporcionales” en el uso de la biometría como medio de identificación. En otras palabras, utilizarán la biometría cuando sea necesario -por ejemplo, por motivos de seguridad- pero no simplemente porque les parezca conveniente.

El gobierno del Reino Unido está consultando actualmente sobre un nuevo marco de confianza de identidad digital y atributos en el que las empresas pueden certificarse para ofrecer servicios biométricos y otras formas de gestión de la identidad.

A medida que aumenta el número de transacciones digitales que realizamos a diario, también lo hace la necesidad de una autenticación sencilla y sin fisuras, por lo que no es de extrañar que Amazon quiera convertirse en un actor importante en este espacio. Ofrecerse a pagarte para que utilices un inicio de sesión biométrico es una forma rápida de conseguir que elijas a Amazon como tu proveedor de identidad de confianza… pero ¿estás seguro de querer hacerlo?

Paradoja de la privacidad

Por desgracia, somos víctimas de nuestra propia psicología en este proceso. A menudo decimos que valoramos nuestra privacidad y queremos proteger nuestros datos, pero luego, con la promesa de una recompensa rápida, simplemente hacemos clic en ese enlace, aceptamos esas cookies, iniciamos sesión a través de Facebook, ofrecemos esa huella digital y compramos esa cosa nueva y brillante

Los investigadores tienen un nombre para esto: la paradoja de la privacidad. En una encuesta tras otra, las personas afirman que se preocupan mucho por la privacidad, la protección de datos y la seguridad digital, pero estas actitudes no se ven respaldadas por su comportamiento. Existen varias explicaciones para esto, y algunos investigadores argumentan que las personas emplean un cálculo de privacidad para evaluar los costes y beneficios de revelar cierta información concreta de sí mismos.

El problema, como siempre, es que ciertos tipos de prejuicios cognitivos o sociales empiezan a colarse en este cálculo. Sabemos, por ejemplo, que las personas subestiman los riesgos asociados a las cosas que les gustan y sobreestiman los riesgos asociados a las cosas que no les gustan (algo que se conoce como la “heurística del afecto“).

Como consecuencia, la gente tiende a compartir más datos personales de los que debería, y la cantidad de estos datos en circulación crece exponencialmente. Lo mismo ocurre con la biometría. La gente dirá que sólo las organizaciones de confianza deberían tener datos biométricos, pero luego se desprenderá de sus datos biométricos al recibir un pequeño incentivo. En mi propia investigación, he relacionado esta paradoja de comportamiento con el hecho de que la seguridad y la privacidad son cosas que es necesario cuidar, pero no nos dan ninguna alegría, por lo que nuestra motivación para actuar es baja.

Cualquier advertencia sobre los riesgos a largo plazo de aceptar el chelín de Amazon podría ser inútil, pero te dejo con esto: tus datos biométricos no sólo confirman tu identidad, son más reveladores que eso. Dicen algo muy claro sobre la etnia y la edad, pero también pueden revelar, sin saberlo, información sobre la discapacidad o incluso el estado de ánimo (en el caso de, por ejemplo, una biometría de voz).

El análisis biométrico puede hacerse sin permiso (si la normativa estatal lo permite) y, en algunos casos, a escala. China es líder en el uso del reconocimiento facial para identificar a los individuos en una multitud, incluso cuando llevan mascarillas. Intercambiar la huella de la palma de la mano por el equivalente a un libro gratis puede parecer algo muy diferente, pero es el extremo más delgado de la cuña biométrica.

Publicado originalmente por “The Conversation”.