Los países desarrollados que requieren más dosis de vacunas neonatales suelen tener las peores tasas de mortalidad infantil, según un estudio revisado por expertos y publicado el 20 de julio en “Cureus Journal of Medical Science.”

“Las autoridades sanitarias insisten en que las vacunas salvan vidas”, declaró a “The Defender” el autor principal, Neil Miller. “Sin embargo, nuestros datos sugieren que cuando las naciones desarrolladas exigen dos dosis de vacunas neonatales frente a cero, o muchas vacunas frente a menos durante la infancia, puede haber consecuencias no deseadas que aumenten la mortalidad por todas las causas.”

Miller, director del Instituto de Investigación Médica y Científica de Santa Fe (Nuevo México), lleva investigando este tema desde principios de la década de 2000. En un trabajo de 2011 con el mismo coautor, el doctor Gary S. Goldman, informático independiente, demostraron que los países desarrollados que exigían más dosis de vacunas a los bebés tenían las tasas de mortalidad infantil menos favorables.

A principios de este año, repitieron esos resultados con datos actualizados y respondieron a las críticas que recibieron sus conclusiones.

En su último estudio, Miller y Goldman ampliaron el alcance de sus análisis anteriores para considerar los efectos de dos vacunas, la de la hepatitis B y la de la tuberculosis, que suelen administrarse poco después del nacimiento.

El estudio calculó el efecto de estas vacunas en las tasas de mortalidad de neonatos (hasta 28 días después del nacimiento), lactantes (hasta 1 año de edad) y niños menores de 5 años. Todos los análisis se basaron en datos separados de 2019 y 2021.

Los datos de mortalidad y los calendarios de vacunación se obtuvieron de UNICEF, la Organización Mundial de la Salud y los gobiernos nacionales.

Los países se clasificaron en función del número de dosis de vacuna neonatal (cero, una o dos) obligatorias para los recién nacidos, con el fin de determinar si existían diferencias estadísticamente significativas en las tasas de mortalidad de los tres grupos de edad.

Tras aplicar análisis estadísticos estándar a los datos, el estudio halló una fuerte asociación entre las vacunaciones y las tasas de mortalidad neonatal, infantil y de menores de 5 años en los dos años estudiados.

“Nuestros hallazgos se considerarían correlaciones moderadas que son estadísticamente significativas”, dijo Miller. Las correlaciones son positivas, lo que significa que cuantas más dosis de vacuna se administran, mayor es la mortalidad.

“En estas circunstancias, las autoridades sanitarias esperan ver correlaciones negativas, es decir, un descenso de la mortalidad a más dosis de vacuna. Por tanto, cualquier correlación positiva estadísticamente significativa es una auténtica preocupación”, afirmó Miller.

Miller calculó una diferencia muy significativa de 1,28 muertes por cada 1.000 nacidos vivos en las tasas medias de mortalidad infantil entre las naciones que no administraban ninguna dosis de vacuna a sus neonatos y las que exigían la vacunación contra la hepatitis B y la tuberculosis.

Por cada reducción de seis dosis de vacuna administradas durante la infancia, la tasa de mortalidad infantil mejoraba en aproximadamente una muerte por cada 1.000 nacidos vivos.

Uno de los rasgos distintivos de la buena ciencia es la apertura de buena fe para poner a prueba las propias conclusiones, una práctica que Miller y Goldman siguieron en este caso. Para validar sus conclusiones, los investigadores aplicaron 18 análisis estadísticos diferentes a los datos. Es como utilizar varios ángulos de cámara diferentes para confirmar si una pelota de tenis golpeó la línea o salió fuera.

Diecisiete de los 18 tratamientos estadísticos confirmaron la conclusión original de que cuantas más vacunas se administran, mayores son las tasas de mortalidad infantil y en la primera infancia.

Muertes neonatales y mortalidad por todas las causas

En la mayoría de los países, más de la mitad de las muertes infantiles (durante el primer año) se producen durante el periodo neonatal (los primeros 28 días de vida), y alrededor del 75% de esas muertes se producen en la primera semana tras el nacimiento, cuando se administran las vacunas contra la hepatitis y la tuberculosis.

Las muertes ocurridas durante el periodo neonatal tienen un impacto desproporcionadamente alto en la notificación de las tasas de mortalidad infantil y de menores de 5 años, pero cuanto más tiempo después de la vacunación se producen las muertes, menos probable es que los médicos las asocien con las vacunas administradas justo después del nacimiento.

“Las vacunas contra la hepatitis B y la tuberculosis administradas poco después del nacimiento, cuando el sistema inmunitario es inmaduro y el peso del recién nacido es bajo, pueden aumentar la vulnerabilidad a reacciones adversas graves y muertes que, en última instancia, contribuyen a aumentar las tasas de mortalidad en el futuro”, afirmó Miller.

A escala mundial, las principales causas de muerte prematura en la población menor de 5 años son las complicaciones del parto prematuro, los traumatismos durante el parto, la neumonía, la diarrea y el paludismo. Estas estadísticas están muy sesgadas por los países en desarrollo, donde la higiene, la nutrición, la atención médica y el mantenimiento de registros no están a la altura de las mejores normas.

En Estados Unidos, los accidentes y los homicidios son las principales causas de mortalidad infantil y en la primera infancia. Las principales causas médicas de muerte en lactantes y niños menores de 5 años son las afecciones genéticas y del desarrollo y las consecuencias del nacimiento prematuro.

Según Miller:

“El nacimiento prematuro y el bajo peso al nacer son causas comunes de muerte neonatal, pero dado que las vacunas se administran en las 24 horas siguientes al nacimiento, cuando estos factores son más relevantes, es posible que algunas de estas muertes fueran precipitadas por las vacunas adminstradas al nacer”.

“Sin embargo, dado que no existen clasificaciones de causa de muerte asociadas a la vacunación infantil, los médicos y forenses se ven obligados a clasificar erróneamente y ocultar las muertes relacionadas con las vacunas bajo clasificaciones alternativas de causa de muerte.”

Basarse en la mortalidad por todas las causas en lugar de en la “lesión inducida por la vacuna”, o en alguna otra evaluación subjetiva de la causa de la muerte, reduce en gran medida lo que se denomina “sesgo de diagnóstico”.

Aunque pueda existir una incertidumbre considerable sobre el motivo de la muerte, la muerte en sí no se cuestiona.

Miller analizó algunos de estos factores potencialmente confusos en un artículo anterior sobre las vacunas y el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), publicado en 2021 en “Toxicology Reports”. Ese estudio identificó el SMSL y la “asfixia en la cama” como clasificaciones erróneas comunes: de todos los casos de SMSL notificados tras la vacunación, el 75% se produjo en los 7 días siguientes a las vacunas.

¿Qué significa todo esto?

Aunque el uso de datos de mortalidad por todas las causas reduce muchas fuentes de sesgo, sólo considera entradas y salidas, en este caso, dosis de vacuna y muerte. Ignora todo lo que ocurre antes de la dosis y entre las inyecciones y la muerte.

Esto significa que puede haber algún factor desconocido que provoque el fallecimiento de los niños vacunados.

Pero la correlación positiva entre dosis de vacunas y mortalidad se explica más fácilmente por la conclusión de que el número de vidas salvadas por la prevención de infecciones mortales es menor que las vidas perdidas por el aumento de la susceptibilidad a otras amenazas graves para la salud.

El estudio de Miller también descubrió que las vacunas administradas poco después del nacimiento están más relacionadas con la mortalidad infantil que con la neonatal.

Esto sugiere que los efectos negativos de las vacunaciones tempranas pueden retrasarse, quizás predisponiendo a los niños a reacciones adversas a las vacunas administradas más tarde, o a otras amenazas para la salud.

Los estudios han demostrado que los lactantes de bajo peso vacunados tienen un mayor riesgo de desarrollar apnea potencialmente mortal, es decir, una interrupción repentina e inexplicable de la respiración, especialmente durante el sueño. En una investigación anterior sobre 30 incidentes de SMSL, los autores descubrieron que la apnea precedía a la muerte una media de ocho semanas.

“Esto podría explicar por qué las vacunas administradas durante el periodo neonatal están más correlacionadas con las muertes que se producen en el periodo posneonatal”, señaló Miller.

Miller concluyó su estudio con un llamamiento a las autoridades sanitarias de todo el mundo para que reconsideren los calendarios obligatorios de vacunación infantil:

“Los responsables de las normativas de vacunación tienen la obligación de determinar el impacto total de sus actuales calendarios de vacunación en las muertes por cualquier causa. Se necesitan más investigaciones sobre la seguridad del número de vacunas infantiles que se administran simultáneamente, de forma acumulativa, y la secuencia en que se administran, para confirmar que están proporcionando los efectos previstos sobre la supervivencia infantil.”