La semana pasada, Pfizer comunicó al público y a la Administración de Alimentos y Medicamentos (“Food and Drug Administration”, FDA por sus siglas en inglés) de EE.UU. que su nueva vacuna experimental COVID es segura para niños pequeños.

Es una historia conocida, similar a una que el fabricante de vacunas contó en el pasado sobre otro medicamento que probó en niños, una historia que tuvo un resultado terrible.

Ambas historias comenzaban con esta simple afirmación: “Estos medicamentos son seguros para sus hijos”.

En 1996, Pfizer, la empresa farmacéutica transnacional de miles de millones de dólares, estaba trabajando para sacar al mercado un nuevo medicamento: Trovan. El fármaco estaba aún en fase de desarrollo clínico, cuando Pfizer tomó una decisión que supuestamente costó la vida a muchos niños y desencadenó una tormenta internacional.

Pfizer llevó su Trovan, aún sin licencia, a Kano, Nigeria, durante un brote de meningitis, aunque Trovan nunca había sido probado en niños o contra la meningitis.

Según el denunciante de Pfizer, el Dr. Juan Walterspiel, Pfizer envió a Kano a médicos no cualificados, que no tenían licencia para practicar la medicina en Nigeria, y que tenían poca experiencia en el tratamiento de la meningitis en niños.

Walterspiel también informó de que el personal era tan inexperto que no podía colocar vías intravenosas, y rápidamente recurrió a la administración oral del medicamento a los niños.

En las escasas dos semanas que Pfizer estuvo en Kano, el personal trabajó con 200 niños, y dio a 99 de ellos Trovan sin licencia, a pesar del estado desesperado de los niños. Pfizer hizo esto a pesar de que Médicos Sin Fronteras estaba operando en el mismo hospital de Kano, tratando a los niños de forma gratuita, con un medicamento de probada eficacia contra la meningitis bacteriana.

Médicos Sin Fronteras se dio cuenta de lo que estaba haciendo Pfizer y en un comunicado dijo que “estaban sorprendidos de que Pfizer continuara con el llamado trabajo científico en medio del infierno.” Comunicaron sus preocupaciones tanto a Pfizer como a las autoridades locales”.

Pfizer administró a los otros 101 niños ceftriaxona, de probada eficacia para la meningitis. Sin embargo, muchos niños recibieron una “dosis baja”, de sólo un tercio de la cantidad recomendada. Como Pfizer no disponía de suficiente personal médico cualificado para administrar la ceftriaxona por vía intravenosa, el personal se la inyectaba directamente en las nalgas o los muslos de los niños.

Pero “las inyecciones eran muy dolorosas, lo que provocaba “un gran temor y a veces peligrosas luchas con los niños””. Así que Pfizer redujo la dosis de forma significativa para aliviar el fuerte dolor causado por las inyecciones.

Pfizer dijo que los datos disponibles indicaban que la dosis seguía siendo más que suficiente, pero el fabricante del medicamento, Hoffmann-La Roche, dijo que las reducciones podrían haber mermado la potencia del medicamento.

“Una dosis alta es esencial”, Mark Kunkel, director médico de Hoffmann-La Roche, dijo al “Washington Post”. “Los fracasos clínicos… y tal vez las muertes de niños podrían haber sido consecuencia de la baja dosificación”.

Según una demanda contra Pfizer, “cinco de los niños que recibieron Trovan y seis de los que recibieron una “dosis baja” de ceftriaxona murieron, y otros tratados por Pfizer sufrieron lesiones muy graves, como parálisis, sordera y ceguera.”

De los 200 niños tratados por Pfizer, 181 sufrieron lesiones graves y 11 murieron.

El “Washington Post” investigó la ética de Pfizer, afirmando que “algunos expertos médicos cuestionaron por qué la empresa no cambió a los medicamentos probados cuando estaba claro que los jóvenes pacientes se acercaban a la muerte.”

“Podría considerarse un asesinato”, dijo Evariste Lodi, el principal médico de Médicos Sin Fronteras en Kano, después de leer un informe en el que se afirmaba que Pfizer mantuvo a un niño únicamente con Trovan hasta que éste murió.

En un comunicado sobre la muerte del niño, una portavoz de Pfizer dijo que “los investigadores no tenían ninguna razón para sospechar que el medicamento experimental no funcionara.” Pfizer también dijo que Trovan era “al menos tan eficaz como el tratamiento de referencia”, a pesar de que éste nunca se había utilizado en niños, ni para la meningitis.

Pfizer diseñó el ensayo clínico en Kano “en seis semanas, aunque los riesgos y complicaciones de un ensayo de este tipo normalmente requerirían un año para ser evaluados adecuadamente”, informó “The Atlantic”.

Los padres de Kano han mantenido que no se les notificó que se trataba de un experimento y que Pfizer no tenía su consentimiento para utilizar a sus hijos en un ensayo de medicamentos en medio de una crisis sanitaria. Se organizaron para demandar al fabricante de medicamentos, mientras atendían a los niños dañados durante el experimento.

Pfizer sostiene que los padres nigerianos dieron su pleno consentimiento para que sus hijos, gravemente enfermos, fueran utilizados en un experimento, aunque incluso Pfizer admite que ningún padre firmó nunca un formulario de consentimiento.

Las demandas se prolongaron durante años, ya que Pfizer se negó a admitir cualquier infracción. “Estamos hartos de este caso”, dijo un padre que perdió a su hija. “Nuestros hijos han muerto y algunos están mutilados”.

Pfizer dijo que “el ensayo se llevó a cabo de forma adecuada, ética y teniendo en cuenta los intereses de los pacientes; y ayudó a salvar vidas.”

Sin embargo, incluso la carta de aprobación que Pfizer presentó a la FDA sobre el ensayo de Kano fue puesta al descubierto por un médico nigeriano, que “dijo que su oficina antedató una carta de aprobación y que ésta pudo haber sido escrita un año después de que el estudio se hubiera realizado”.

La comunidad de Kano se ha visto profundamente afectada: “el experimento ha moldeado la percepción pública de los medicamentos occidentales en la región. Los padres se lo contaron a sus hijos. Los profesores dieron charlas sobre Pfizer en las aulas. Los expertos hablaron de que los médicos occidentales buscaban conejillos de indias humanos”.

Pfizer reconoció la gravedad del brote de meningitis ante un comité de investigación nigeriano, y luego dijo que “la intervención de Pfizer fue, por tanto, un gesto estrictamente humanitario destinado a salvar vidas. Estaba totalmente desprovista de cualquier trasfondo comercial”. La empresa lo llamó “el juicio humanitario”.

“Si tuviera el poder, les quitaría la licencia médica”, dijo Lodi.

La historia del Trovan de Pfizer empeora

En el desarrollo inicial de Trovan, Walterspiel informó que Pfizer intentó otro estudio y:

” … el estudio fracasó y varios pacientes desarrollaron graves infecciones postoperatorias y a una mujer se le extirpó el útero. Pfizer envió gestores de riesgo y pidió a los pacientes afectados y a sus familiares que rellenaran cheques ya firmados con la cantidad que consideraran oportuna para así mantener la confidencialidad de los pagos.”

Pfizer no hizo tal oferta en Kano. Las familias de Kano tuvieron que demandar a Pfizer en repetidas ocasiones, y no recibieron ninguna compensación hasta casi 15 años después de ocurrido el incidente.

Pfizer no dejó que estos meros contratiempos de muertes, mutilaciones y escándalos internacionales disuadieran a la empresa. En pocos años, el fabricante de medicamentos sacó al mercado Trovan tanto en Estados Unidos como en Europa.

Con la esperanza de obtener ganancias inesperadas, Pfizer comercializó Trovan de forma agresiva, hasta que descubrió que la población, tanto en la UE como en los EE.UU., estaba sufriendo daños en el hígado e insuficiencia hepática como resultado de tomar Trovan e incluso hubo muertes.

Los informes de reacciones adversas aumentaron hasta que Europa retiró Trovan del mercado por completo, y la FDA restringió severamente el acceso del público en los Estados Unidos.

Un artículo del “New York Times” detalló cómo los graves efectos secundarios de Trovan se conocieron sólo después de que se le diera a los pacientes. “El caso demostró cómo un nuevo medicamento, comercializado por un experto como Pfizer, podía ser prescrito rápidamente a miles de pacientes antes de que se conocieran todos los efectos secundarios. Pfizer dijo que sus pruebas de Trovan no habían revelado ningún problema grave”.

En 2000, William C. Steere Jr., entonces presidente de Pfizer, reconoció que algunos efectos secundarios sólo se conocen después de la aprobación de un fármaco, diciendo: “Se pone el fármaco en la población general, y entonces todo el mundo lo toma. Simplemente contenemos la respiración y esperamos a ver si hay algo único con el medicamento”.

“Si tuviera un enemigo, no le dejaría tomar los medicamentos de Pfizer”.

Pfizer fue demandada en repetidas ocasiones en Nigeria y Estados Unidos por sus acciones en Kano. En 2009, Pfizer aceptó pagar 75 millones de dólares, a pesar de que inicialmente se le demandó por 8.500 millones de dólares.

La empresa se vio envuelta en varios escándalos más que estallaron cuando Wikileaks publicó varios cables de la embajada de Estados Unidos que detallaban las comunicaciones de Pfizer.

Un abogado de Pfizer describía en los cables que “Pfizer ha trabajado estrechamente con el ex Jefe de Estado nigeriano, Yakubu Gowon. Gowan habló con el gobernador del estado de Kano, Mallam Ibrahim Shekarau, quien ordenó al fiscal general de Kano que redujera la demanda de liquidación de 150 millones de dólares a 75 millones.”

En otro cable, un alto representante de Pfizer en Nigeria dijo:

“Pfizer había contratado a investigadores para que descubrieran los vínculos de corrupción con el fiscal general federal Michael Aondoakaa para exponerlo y presionarlo hasta que abandonara los casos federales. Los investigadores de Pfizer pasaban esta información a los medios de comunicación locales. En febrero y marzo se publicaron una serie de artículos perjudiciales en los que se detallaban los “supuestos” vínculos de corrupción de Aondoakaa.”

Un cable mostraba a un representante de Pfizer comentando que “Médicos Sin Fronteras administró Trovan a otros niños durante la epidemia de meningitis de 1996, y el gobierno nigeriano no ha tomado ninguna medida.”

La acusación llevó a Médicos Sin Fronteras a publicar un comunicado de prensa muy contundente en el que afirmaban que no habían suministrado Trovan a nadie y que, de hecho, habían sido los primeros en denunciar las acciones poco éticas de Pfizer.

Por último, los cables mostraban que “Pfizer no estaba contenta con la resolución del caso, pero había llegado a la conclusión de que la cifra de 75 millones de dólares era razonable porque las demandas llevaban muchos años, costándole a Pfizer más de 15 millones de dólares al año en honorarios legales y de investigación.”

La demanda original también pedía penas de prisión para los funcionarios de Pfizer.

Los escándalos continuaron incluso después de que se resolviera el caso, cuando Pfizer exigió que para que cualquier persona cobrara el dinero, tenía que dar una muestra de su ADN. Varias personas se negaron, desconfiando de lo que Pfizer pudiera hacer con su ADN. En consecuencia, no se les permitió obtener una indemnización.

Pfizer dijo que “siempre actuó en el mejor interés de los niños involucrados, utilizando los mejores conocimientos médicos disponibles.”

Najib Ibrahim, de Kano, dijo de Pfizer: “Si tuviera un enemigo, no le dejaría tomar sus medicamentos”. Abdul Murtala dijo: “Pfizer me hace pensar en la imprudencia con las vidas humanas”.

El patrón continúa, con una niña de 12 años dañada durante el ensayo de COVID de Pfizer

Maddie de Garay tenía 12 años cuando participó voluntariamente en el ensayo de la vacuna COVID-19 de Pfizer para jóvenes de 12 a 15 años en Ohio. Tras tomar la segunda dosis el 20 de enero de 2021, su vida cambió.

Su madre, Stephanie de Garay, habló en una conferencia de prensa en junio, celebrada por el senador Ron Johnson (republicano de Washington), durante la cual describió la mutilación de su hija y la indiferencia de Pfizer hacia Maddie y la familia, a pesar de que Maddie formaba parte del ensayo para determinar si la vacuna covídica de Pfizer es segura para los niños.

Stephanie explicó:

“Todo lo que queremos es que Maddie sea vista, escuchada y creída, porque no lo ha sido. Y queremos que reciba los cuidados que necesita desesperadamente para poder volver a la normalidad. Ella estaba totalmente bien antes de esto. No la están ayudando”.

Stephanie dijo que a las 24 horas de la segunda dosis, Maddie “desarrolló un fuerte dolor abdominal y torácico. Tenía dolorosas descargas eléctricas en el cuello y la columna vertebral que la obligaban a caminar encorvada. Tenía un dolor intenso en los dedos de las manos y de los pies”.

Maddie acudió inmediatamente a urgencias, según las instrucciones que les había dado el administrador del ensayo de la vacuna de Pfizer. Después de que los médicos le hicieran algunas pruebas, la enviaron a casa con un diagnóstico: “Efecto adverso al encuentro inicial con la vacuna”.

En los primeros cinco meses después de recibir su segunda dosis, Maddie volvería a urgencias ocho veces más.

Según Stephanie:

“Durante los dos meses y medio siguientes, sus dolores abdominales, musculares y nerviosos se hicieron insoportables. Desarrolló síntomas adicionales que incluían gastroparesia, náuseas y vómitos, presión sanguínea y ritmo cardíaco erráticos, pérdida de memoria, niebla cerebral, dolores de cabeza, mareos, desmayos y luego convulsiones.

“Desarrolló tics verbales y motores, tuvo pérdida de sensibilidad de cintura para abajo y debilidad muscular, cambios drásticos en su visión, retención urinaria y pérdida de control de la vejiga, ciclos menstruales severamente irregulares y abundantes, y finalmente tuvieron que ponerle una sonda nasogástrica para que se alimentara. Todos estos síntomas siguen presentes hoy en día. Algunos días son peores que otros”.

Los médicos de Maddie empezaron a sugerir que tenía un “trastorno neurológico funcional debido a la ansiedad” e incluso intentaron ingresarla en un hospital psiquiátrico. Su familia luchó contra ello.

Tardaron cinco meses en hacerle a Maddie una resonancia magnética del cerebro y los correspondientes análisis de sangre, todo lo cual logro hacerse cuando su familia acudió a otro lugar en busca de consejo médico, tras hablar con otras personas que se vieron afectadas negativamente por las vacunas COVID.

Stephanie explicó:

“Lo que quiero preguntar es: Maddie se ofreció como voluntaria para el ensayo de Pfizer. ¿Por qué no la investigan para averiguar por qué ocurrió esto para que otras personas no tengan que pasar por ello? En lugar de eso, se limitan a decir que es algo ‘mental'”.

La familia de Garay se ha unido a grupos emergentes de defensa de los derechos humanos a cuyos miembros les cambió repentinamente la vidas después de vacunarse contra el COVID. Piden a los CDC y a la FDA que reconozcan sus lesiones, que la comunidad médica les crea y ayude, que los medios de comunicación compartan sus historias, que la población conozca estos daños como parte del consentimiento informado y que se estudien sus lesiones para poder encontrar soluciones.

Desde que fueron dañados por las nuevas vacunas que aún se encuentran en la fase 3 de los ensayos, han sido objeto de obstrucción, encubrimiento, intimidación, negativa a recoger sus datos y completo rechazo.

Pfizer no ha comentado públicamente el caso de Maddie.

En la reunión consultiva de septiembre de la FDA sobre los refuerzos de COVID de Pfizer en los Estados Unidos, Steve Kirsch, director ejecutivo del Fondo de Tratamiento Temprano de COVID-19 (” COVID-19 Early Treatment Fund”), dijo que Pfizer no registró las extensas lesiones de Maddie en los resultados de sus ensayos clínicos. Kirsch también señaló que Pfizer marcó la totalidad de las lesiones de Maddie como “dolor abdominal”.

Kirsch denunció el fraude de Pfizer ante la comisaria en funciones de la FDA, la Dra. Janet Woodcock, pero no se ha iniciado ninguna investigación sobre Pfizer por supuestamente haber borrado las extensas lesiones de Maddie de los datos de sus ensayos con niños.