El 17 de agosto, dos miembros en activo de las Fuerzas Armadas de EE.UU. presentaron una demanda contra el Departamento de Defensa (“Department of Defense”, DOD por sus siglas en inglés), la Administración de Alimentos y Medicamentos (“Food and Drug Administration”, FDA por sus siglas en inglés) y el Departamento de Salud y Servicios Humanos (“Department of Health and Human Services”, HHS por sus siglas en inglés) de EE.UU. en su nombre y en el de 220.000 miembros del servicio activo que están siendo obligados a ponerse la vacuna COVID a pesar de haber pasado la COVID con lo que ya han adquirido inmunidad natural al SARS-CoV-2.

Los principales demandantes, el sargento Daniel Robert y la sargento Holli Mulvihill, alegan que el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin, ha ignorado las propias normas del Departamento de Defensa y ha creado una definición totalmente nueva de “inmunidad total” que sólo puede alcanzarse mediante la vacunación.

Según la demanda, las leyes y reglamentos militares existentes inequívocamente proporcionan la exención que los demandantes buscan bajo Reglamento del Ejército 40-562 (“AR 40-562”)que otorga a los supervivientes documentados de una infección una presunta exención médica de la vacunación debido a la inmunidad natural adquirida por haber sobrevivido a la infección.

Según la normativa militar (AR 40-562, ¶2-6a.(1)(b):

“Los ejemplos generales de exenciones médicas incluyen los siguientes… Prueba de inmunidad basada en pruebas serológicas, infección documentada o circunstancias similares”.

Según la demanda, el Dr. Almirante Brett Giroir, secretario adjunto del HHS, declaró en una entrevista el 24 de agosto con Fox News: “Así que la inmunidad natural, es muy importante … Todavía no hay datos que sugieran que la inmunidad de la vacuna es mejor que la inmunidad natural. Creo que ambas son altamente protectoras”.

Sin embargo, el mismo día, Austin emitió un memorando en el que ordenaba la vacunación de todas las Fuerzas Armadas, en el que escribía:

“Aquellos con una infección previa de COVID-19 no se consideran totalmente vacunados”.

En ese memorándum, los demandantes alegan que Austin creó un nuevo término y concepto, que contradice el lenguaje claro de las propias regulaciones del DOD, la práctica inmunológica de larga data, la ética médica y el peso abrumador de la evidencia científica con respecto a este virus específico.

Los demandantes afirman que Austin, que no es médico, cambió la propia normativa del Departamento de Defensa sin aportar “ni un ápice de evidencia que lo apoye”.

También alegan que Austin hizo el cambio de regulación sin pasar por el proceso de elaboración de normas requerido, en violación de la revisión de la Ley de Procedimientos Administrativos.

Según la demanda, los ensayos de fase 3 de Pfizer -diseñados para evaluar los efectos secundarios a largo plazo- no están programados para finalizar hasta 2023, y que “inexplicablemente, en medio de ese ensayo de fase 3, el fabricante desenmascaró las dos cohortes, y a los miembros del grupo de placebo se les dio la oportunidad de ponerse la vacuna si querían.”

Los demandantes afirman que la FDA permitió a Pfizer convertir el estudio, que era un ensayo ciego controlado con placebo, en un estudio abierto de observación.

Robert y Mulvihill el 30 de agosto presentaron una moción para una orden de restricción temporal de emergencia contra el mandato, pidiendo al tribunal que impida que el Departamento de Defensa los vacune a ellos y a otras personas que puedan documentar que han pasado la COVID anteriormente.

Los demandantes alegan que si no se les concede la reparación que solicitan, sufrirán un daño físico inmediato al verse obligados a vacunarse contra un virus al que ya tienen inmunidad.

En su moción, también dijeron que el mandato constituye una invasión física no consentida de la peor clase – con una novedosa tecnología de ARNm que ni siquiera ha sido probada en personas que han adquirido inmunidad natural al virus, y que tienen un derecho claro e inequívoco a la exención que solicitan según la propia normativa del DOD.

Las vacunas podrían causar daños físicos a algunos

La demanda también alega que las vacunas COVID podrían causar daños potenciales al organismo, incluidos los causados por la proteína de espiga o pico.

Los demandantes afirmaron que el “Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas” (“Vaccine Adverse Event Reporting System”, VAERS por sus siglas en inglés) de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, que contiene informes de efectos adversos de todas las vacunas administradas en los Estados Unidos desde el 1 de julio de 1990, muestra un aumento significativo de los efectos adversos desde el lanzamiento de las vacunas COVID.

Según la demanda, antes de que la FDA introdujera las vacunas de Autorización de Uso de Emergencia (“Emergency Use Authorization”, EUA por sus siglas en inglés) COVID en diciembre de 2020, VAERS había registrado un total de 5.039 muertes y 12.053 discapacidades permanentes para todas las vacunas anteriores. Sin embargo, para la semana que comenzó el 13 de agosto, VAERS mostró 13.068 informes de muertes y 1.031.100 informes de eventos adversos graves solamente de las vacunas COVID.

Los demandantes afirmaron que tienen derecho a no sufrir una intrusión física no deseada ni una inoculación involuntaria contra un virus que estadísticamente supone una amenaza nula para las personas con inmunidad natural, y a reservarse sus derechos garantizados, codificados y fundamentales de consentimiento informado. Alegan que inocular por la fuerza a una clase de personas con inmunidad natural no proporcionará ningún beneficio y causará daños físicos significativos e irreparables y/o la muerte.

Mary Holland, presidenta y consejera general de “Children’s Health Defense”, aplaudió a los demandantes principales, Robert y Mulvihill, por enfrentarse al mandato militar.

“Plantean cuestiones críticas que los tribunales deben resolver: sobre las exenciones médicas para la inmunidad natural, y si los ensayos clínicos que sirvieron de base para la licencia de Pfizer fueron suficientes”, dijo Holland.

Holland explicó:

“El caso de los demandantes es excepcionalmente fuerte, descansando como lo hace en la inmunidad natural probada. El reglamento del ejército no sólo prevé la exención presunta de estas personas, sino que la ciencia y el sentido común exigen la exención de estas personas, dentro y fuera del ejército. Está bien establecido que la inmunidad natural a COVID-19 es mucho más robusta que la inmunidad inducida por la vacuna, y los que tienen inmunidad natural corren un mayor riesgo de sufrir lesiones si son vacunados. Es lamentable que un asunto tan relativamente sencillo tenga que ir a un tribunal federal para su resolución, pero estamos encantados de que los demandantes, Robert y Mulvihill, hayan presentado el caso. Esperamos que el tribunal decida a su favor basándose en principios jurídicos firmes”.

Holland dijo que un mandato de vacunación para todos los miembros del ejército de Estados Unidos es una “cuestión de seguridad nacional” y de suprema importancia para todos los estadounidenses. “Estos demandantes plantean desafíos a los que los mandos militares y el gobierno federal deben responder en un tribunal abierto”, dijo.

Vacunar a los que tienen inmunidad natural contra el COVID no está respaldado por la ciencia

Como informó “The Defender” el 30 de agosto, la inmunidad natural parece conferir una protección más duradera y fuerte contra la infección por el SARS-CoV-2, la enfermedad sintomática y la hospitalización por la variante Delta en comparación con la inmunidad inducida por la vacuna de dos dosis de Pfizer-BioNTech.

En el mayor estudio de observación en el mundo real en el que se comparó la inmunidad natural obtenida a través de una infección previa por el SRAS-CoV-2 con la inmunidad inducida por la vacuna de ARNm de Pfizer, las personas que se recuperaron del COVID tuvieron muchas menos probabilidades de contraer la variante Delta, desarrollar síntomas o ser hospitalizadas que las personas que nunca habían enfermado pero estaban vacunadas.

El estudio, publicado como preimpresión el 25 de agosto en “medRxiv”, mostró que las personas que nunca habían sido infectadas por el SARS-CoV-2 pero que fueron vacunadas en enero y febrero tenían entre seis y 13 veces más probabilidades de experimentar la infección por fallo de la vacunación a causa de la variante Delta en comparación con las personas no vacunadas que se habían infectado previamente con el SARS-CoV-2.

Los investigadores observaron que el aumento del riesgo era significativo también para la enfermedad asintomática.

“Es un ejemplo de libro de texto de cómo la inmunidad natural es realmente mejor que la vacunación”, dijo a “Science” Charlotte Thålin, médico e investigadora de inmunología del Hospital Danderyd y del Instituto Karolinska.

Un reciente estudio israelí confirmó la superioridad de la inmunidad natural. Los datos del Ministerio de Sanidad sobre la oleada de brotes de COVID, que comenzó en mayo de 2021, constataron un nivel de protección 6,72 veces mayor entre las personas con inmunidad natural en comparación con las vacunadas.

En junio, un estudio de la Clínica Cleveland descubrió que vacunar a personas con inmunidad natural no aumentaba su nivel de protección.

La clínica estudió a 52.238 empleados. De ellos, 49.659 nunca habían enfermado por el virus y 2.579 tuvieron COVID y se habían recuperado. De los 2.579 que se infectaron previamente, 1.359 seguían sin vacunarse, frente a los 22.777 que se vacunaron.

Ninguno de los 1.359 sujetos previamente infectados que permanecieron sin vacunar se infectó con el SRAS-CoV-2 durante el estudio.

Como informó “The Defender”, un estudio realizado en diciembre de 2020 por investigadores de Singapur descubrió que los anticuerpos neutralizantes (una de las facetas de la respuesta inmunitaria) permanecieron presentes en altas concentraciones durante 17 años o más en individuos que se recuperaron del SARS-CoV-2 original.

Más recientemente, la Organización Mundial de la Salud y los Institutos Nacionales de la Salud (“National Institutes of Health”, NIH por sus siglas en inglés) publicaron pruebas de respuestas inmunitarias duraderas a la infección natural por el SARS-CoV-2.

En marzo de 2020, el Dr. Anthony Fauci de los NIH compartió su opinión (en un correo electrónico [p. 22] a Ezekiel Emanuel) de que “habría una inmunidad sustancial después de la infección”.[sic]

Según informó el “American Institute of Economic Research” (Instituto Americano de Investigación Económica), parece que para promover la agenda de la vacuna COVID, las organizaciones clave no sólo están “minimizando” la inmunidad natural, sino que pueden estar tratando de “borrarla” por completo.

El Dr. Marty Makary, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y redactor jefe de “MedPage Today”, dijo que obligar a vacunar a “todo estadounidense vivo y andante” no está bien respaldado por la ciencia.

En una entrevista con “U.S. News & World Reports”, Makary dijo que no hay apoyo en la investigación científica para exigir la vacuna a personas que tienen inmunidad natural, es decir, inmunidad por una infección previa de COVID. Hay cero datos de resultados clínicos que apoyen argumentar de forma dogmática que los individuos inmunes de forma natural “deban vacunarse”.

Makary explicó:

“Durante todos los meses de esta pandemia, he mantenido debates con otros investigadores públicos sobre la eficacia y la durabilidad de la inmunidad natural. Me han dicho que la inmunidad natural podría caer por un precipicio, haciendo que la gente sea susceptible a la infección. Pero aquí estamos ahora, tras más de un año y medio de experiencia clínica observando a los pacientes infectados, y la inmunidad natural es eficaz y va viento en popa. Y eso se debe a que, con la inmunidad natural, el cuerpo desarrolla anticuerpos contra toda la superficie del virus, no sólo contra una proteína de espiga o pico formada a partir de una vacuna”.

Makary dijo que en lugar de hablar de los vacunados y los no vacunados, deberíamos hablar de los inmunes y los no inmunes.

Vacunar a personas que ya han pasado la COVID podría causar un daño significativo

Numerosos científicos han advertido que vacunar a personas que ya han pasado la COVID podría causar daños, o incluso la muerte.

Según el Dr. Hooman Noorchashm, cirujano y defensor de la seguridad de los pacientes, está científicamente establecido que, una vez que una persona ha sido infectada naturalmente por un virus, los antígenos de ese virus persisten en el cuerpo durante mucho tiempo después de que la replicación viral se haya detenido y los signos clínicos de la infección se hayan resuelto.

Cuando una vacuna reactiva una respuesta inmunitaria en una persona recientemente infectada, los tejidos que albergan el antígeno vírico persistente se convierten en el objetivo, se inflaman y resultan dañados por la respuesta inmunitaria, explicó Noorchashm.

“En el caso del SARS-CoV-2, sabemos que el virus infecta de forma natural el corazón, el revestimiento interno de los vasos sanguíneos, los pulmones y el cerebro”, explicó Noorchashm. “Por lo tanto, es probable que estos sean algunos de los órganos críticos que contendrán antígenos virales persistentes en los recién infectados – y, tras la reactivación del sistema inmune por una vacuna, se puede esperar que estos tejidos sean el objetivo y resulten dañados”.

Colleen Kelley, profesora asociada de enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Emory e investigadora principal de ensayos clínicos de vacunas de fase 3 de Moderna y Novavax, dijo, en una entrevista concedida al “Huffington Post”, que se han notificado casos en los que las personas que ya tenían el virus han sufrido efectos secundarios más graves después de ponerse las vacunas.

La Dra. Dara Udo, médico de urgencias y de atención inmediata del “Westchester Medical Group”, que se puso la vacuna contra el COVID un año después de haber padecido la enfermedad, tuvo una respuesta inmunitaria muy fuerte, muy parecida a la que ella experimentó cuando tuvo el COVID.

En un artículo de opinión publicado por “The Hill”, Udo explicó cómo la infección por cualquier organismo, incluido el COVID, activa varios brazos diferentes del sistema inmunitario, algunos de forma más robusta que otros, y que esta activación subyacente debida a la infección o a la exposición, combinada con una vacunación, podría conducir a una sobreestimulación de la respuesta inmunitaria.

En una presentación pública a la FDA, J. Patrick Whelan M.D. Ph.D., expresó una preocupación similar por el hecho de que las vacunas COVID destinadas a crear inmunidad contra la proteína de espiga o pico del SARS-CoV-2 podrían tener el potencial de causar lesiones microvasculares en el cerebro, el corazón, el hígado y los riñones de una manera que actualmente no parece ser evaluada en los ensayos de seguridad de estos posibles medicamentos.