Como debe ser cada vez más evidente para cualquiera que sea capaz de escudriñar debajo de la propaganda orwelliana de los medios de comunicación, los cambios en todo el planeta provocados por la convenientemente programada crisis COVID tienen sorprendentemente poco que ver con la salud. Organizada por las grandes empresas tecnológicas, “big tech”, el gran ejército, “big military”, los sistemas operativos inyectables de las grandes farmacéuticas, “big Pharma”, y otras herramientas del “biofascismo“, la toma de poder que están diseñando los banqueros centrales privados y sus socios tecnócratas representa nada menos que el intento de llegar al completo fin de la libertad humana.

Los “pasaportes” o “certificados” de vacunas que están poniendo en marcha la Unión Europea y Australia, así como algunos estados y empresas de Estados Unidos, son uno de los instrumentos más alarmantes para promover esta agenda de centralización y control tiránicos. La autora Naomi Wolf, que no se anda con rodeos, argumenta que los “pasaportes”, si se permite que se conviertan en la norma, podrían desencadenar “el fin de la sociedad civil” y “literalmente el fin de la libertad humana en Occidente”.

¿Por qué hay una presión tan fuerte para que los viajes y el comercio estén supeditados a los pasaportes de vacunación? Una respuesta importante, que Wolf conoce bien como directora general de una empresa tecnológica, es la “inteligencia de localización“, lo que el experto en tecnocracia Patrick Wood llama el “corazón y el alma de la tecnocracia y la dictadura científica”. Sin ironía, los defensores de los datos de localización se entusiaman al contar que estos datos son “una forma poderosa de conectar a las personas con el lugar, las transacciones con las acciones, las respuestas con las tendencias y los clientes con el lugar donde hacen negocios y el tipo de negocios que hacen”, facilitando en última instancia la “transformación digital de la sociedad en su conjunto”.

De forma menos alegre, los tecnócratas entienden, aunque el público en general no lo haga, que los datos de localización permiten control a los niveles más granulares y proporcionan “una plataforma para entender lo que ocurre a todas las escalas“. Este punto fue ilustrado de forma preocupante en un estudio publicado el 21 de junio en “JAMA Internal Medicine”, que esencialmente denunciaba las “reuniones sociales pequeñas e informales”, planteando que las fiestas de cumpleaños de los niños son potenciales focos de transmisión del SARS-CoV-2.

Esta disposición de los soldados de a pie de la tecnocracia para ser aguafiestas -literalmente- sería una tontería si no fuera por el torvo mensaje del estudio, que confirma las preocupaciones de Wolf de que no sólo estamos en una batalla por la libertad sino en “una guerra contra los seres humanos y las cualidades que nos hacen humanos”.

No se permite la diversión

En su página web dedicada a las “pequeñas reuniones“, actualizada el 6 de mayo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (“Centers for Disease Control and Prevention”, CDC por sus siglas en inglés) abordan el tema de las reuniones sociales con la familia y los amigos, “como pequeñas fiestas navideñas, cenas familiares y pequeñas celebraciones especiales”. Para que estos eventos sean “más seguros”, los CDC aconsejan a los anfitriones y a los asistentes que limiten el número de invitados, que lleven una mascarilla “con dos o más capas… en el interior y en el exterior, excepto cuando coman o beban”, que se distancien socialmente, que eviten los apretones de manos y los abrazos, que aporten su propia comida y vajilla y que (excluyendo las canciones de “Cumpleaños feliz”) eviten los vítores o los cantos fuertes. Mejor aún, dicen los CDC, es hacer una reunión virtual.

El estudio de la fiesta de cumpleaños de JAMA refuerza de forma útil el sombrío consejo de los CDC. El estudio, realizado por investigadores del sector privado de “RAND Corporation”, Harvard y la empresa de “navegación sanitaria”, “Castlight Health”, examinó los hogares con seguro privado cuyos miembros cumplieron o no años en las dos semanas anteriores y los datos de prevalencia de COVID-19 a nivel de condado, pero no incluyó datos de reuniones sociales reales.

Tomado al pie de la letra, uno puede ver cómo el mensaje del estudio -que los hogares de ciertos condados eran posiblemente un poco más propensos a recibir un diagnóstico de COVID después de que un adulto o un niño cumpliera años- podría dirigir a las personas preocupadas hacia la solución de “reunión virtual” de los CDC. Sin embargo, hay que analizar la definición que el estudio hace de de riesgo. Como viene siendo habitual en los pronunciamientos sobre riesgos diseñados para orientar la conducta relacionada con el COVID en una dirección concreta, los investigadores no dijeron nada sobre el riesgo absoluto, a pesar de que muchos consideran que las estadísticas de riesgo absoluto son “la forma más útil de presentar los resultados de una investigación para ayudar… a la toma de decisiones.”

Así, mientras que el estudio informaba de un “aumento relativo” del 31% en los diagnósticos de COVID “asociados a los cumpleaños” -un hallazgo, además, que se refería únicamente a los hogares del 10% de los condados con mayor prevalencia de fondo de COVID-, el aumento del riesgo absoluto (de nuevo, sólo en el 10% de los condados con alta prevalencia de fondo) ascendía a un endeble aumento de 0,086 sobre la “tasa de fondo” de COVID de 0,278/100. No obstante, los investigadores aumentaron su mensaje antisocial con la conclusión de que “las intervenciones políticas diseñadas para limitar la transmisión de enfermedades deberían centrarse también en las reuniones informales”.

Defender la libertad

La comercialización a ultranza de las inyecciones COVID y de los pasaportes de vacunación COVID como boletos para la “libertad” ha puesto totalmente en primer plano la lógica invertida de George Orwell de que “la libertad es esclavitud”. El “apéndice” de 1984 explica que mientras el régimen totalitario ficticio de Oceanía podía aprobar fácilmente el uso de la palabra “libre” en afirmaciones como “Este perro está libre de piojos” o “Este campo está libre de malas hierbas”, usos como “políticamente libre” o “intelectualmente libre” se habían extinguido total e intencionadamente porque los propios conceptos habían sido borrados.

La alarmante rapidez con la que Estados Unidos y las otrora “robustas” democracias occidentales fueron capaces de implantar “elementos de un totalitarismo de 360 grados sin fisuras” se vio facilitada no sólo por un nivel hasta ahora inimaginable de coordinación de políticas mundiales, sino también por la complacencia de la opinión pública. La cuestión apremiante del día, por lo tanto, es si los ciudadanos seguirán tolerando los esfuerzos descarados por hacer que la libertad desaparezca hasta de la memoria.

Uno de los últimos favoritos de la coacción en materia de vacunas, que aboga por la obligatoriedad de las vacunas y los pasaportes en Estados Unidos, afirmó recientemente que el gobierno de Biden “no debería ser tan aprensivo con respecto a la verificación de las vacunas”, y calificó abiertamente los mandatos y la “verificación” como herramientas deseables para “empujar a [los no vacunados] en la dirección correcta”. [the unvaccinated]

Y si hemos de creer la propaganda de la encuesta Gallup, más de la mitad de los estadounidenses ya están a bordo, apoyando medidas políticas como la de tener que mostrar una prueba de vacunación para volar o asistir a eventos deportivos o conciertos. Por otra parte, en una encuesta “no científica” realizada en el sitio web de la periodista independiente Sharyl Attkisson, el 97% de los encuestados respondió “¡absolutamente no!” a la pregunta “¿Apoya usted la exigencia de “pasaportes de vacunas”?”

El desalentador jarro de agua fría que ahora se echa a las fiestas de cumpleaños de los niños forma parte de un conjunto de medidas políticas inauguradas por la COVID que, en palabras de Naomi Wolf, “parecen diseñadas para garantizar que a los humanos no les quede ningún espacio ‘analógico’ ni ninguna cultura ‘analógica’, ninguna forma de sentirse cómodos simplemente reuniéndose en una habitación, tocándose como amigos o aliados, o uniéndose”.

Afortunadamente, como ha señalado el escritor Allan Stevo, los estadounidenses “se están volviendo cada vez más firmes y decididos” en lo que respecta a la libertad, “diciendo ‘Sí’ a las cosas buenas” y “diciendo ‘No’ a las cosas malas”, y así, dice Stevo, “es exactamente la forma en la que los malos tiempos se convierten en buenos tiempos”.