En todo el mundo son bien conocidos los peligros mortales de un herbicida llamado paraquat. Al trabajar con este herbicida altamente tóxico, los agricultores y otros usuarios tienen cuidado de no salpicar o derramar incluso pequeñas cantidades del producto, teniendo en cuenta las advertencias reglamentarias de que una cantidad mínima -si se ingiere- puede matarlos.

“Si ingieres sólo tres gotas de paraquat vas a morir”, dijo el agricultor estadounidense Cameron Peirce, que utiliza el producto químico con moderación en sus campos de colza y judías mungo en Kansas.

Suiza, sede del fabricante de paraquat Syngenta, ha prohibido el producto químico desde 1989, y su uso en la UE está prohibido desde 2007, debido a la mortalidad del paraquat.

La Agencia de Protección del Medio Ambiente (‘Environmental Protection Agency’, EPA por sus siglas en inglés) de EE.UU. sólo permite el uso restringido de este plaguicida en el país a personas certificadas y formadas para aplicarlo, como paisajistas y agricultores. Y la agencia advierte a los usuarios en una web gubernamental que “un sorbo puede matar“. Las etiquetas de advertencia del paraquat llevan el símbolo de la muerte: una calavera con huesos cruzados.

Algunos científicos también creen que la exposición al paraquat provoca la enfermedad de Parkinson, y Syngenta se enfrenta a un litigio por este motivo, aunque niega su responsabilidad.

Aun así, muchos países permiten el uso generalizado del paraquat, y se calcula que el número de víctimas de las intoxicaciones por paraquat se cuentan por miles. El bajo coste y la alta toxicidad hacen que el paraquat sea un veneno popular para las personas que intentan suicidarse. Syngenta dice que es sólo una de las 377 empresas de todo el mundo que han registrado el paraquat para su venta.

Pero ahora, documentos internos de la empresa, obtenidos por un bufete de abogados estadounidense y facilitados a The Guardian, detallan cómo la necesidad de una formulación más segura del popular producto de Syngenta a base de paraquat Gramoxone ha sido objeto de profundos debates en la empresa durante décadas. En las actas se recogen años de análisis y debate sobre la cuestión, así como argumentos sobre la exactitud de los datos presentados a los reguladores y estrategias para evitar las prohibiciones reglamentarias.

Los documentos, que se remontan a 1968, muestran que Syngenta y sus entidades corporativas predecesoras rechazaron o se resistieron a muchas opciones diferentes de cambios en las formulaciones de Gramoxone, debido, al menos en parte, al deseo de proteger los beneficios. En las discusiones sobre los cambios de formulación se citaron repetidamente las preocupaciones financieras, ya que los funcionarios de la empresa presionaron para mantener el Gramoxone en el mercado a pesar de la creciente preocupación por las muertes.

Los documentos también muestran que un antiguo científico de Syngenta, que dejó la empresa en abril de 2008 después de 28 años, discutió con los funcionarios de la empresa en múltiples ocasiones sobre su creencia de que se podrían haber salvado vidas con ajustes en las formulaciones de los productos que, según él, Syngenta consideraba demasiado costosos de hacer.

Ese científico, Jon Heylings, antiguo jefe de investigación y toxicología investigadora de Syngenta, acusa a su antiguo empleador y a las empresas predecesoras de Syngenta de basarse en datos generados en la década de 1970 que, según Heylings, tergiversaban la cantidad de un aditivo que podría hacer que el Gramoxone fuera menos mortal.

Heylings dijo a la empresa que se necesitaba más cantidad de aditivo de la que se indicaba. Pero sus inquietudes fueron rechazadas y se archivó un producto que él desarrolló y que consideraba más seguro. Después de plantear por primera vez el problema dentro de la empresa en 1990, Heylings -que ahora trabaja como contratista para Public Health England en asuntos relacionados con el paraquat- ha renovado recientemente su presión para que Syngenta reconozca sus preocupaciones.

“Estoy seguro de que todos estamos de acuerdo en que no se deben utilizar datos falsificados en cuestiones de seguridad humana con los productos de Syngenta”, escribió Heylings en un correo electrónico de junio de 2019 al director global de regulación de Syngenta.

Los documentos muestran que el equipo de seguridad de productos de Syngenta determinó internamente que las alegaciones de Heylings no estaban fundamentadas y le envió una larga refutación a sus afirmaciones.

“Aunque respetamos su opinión, creemos que hemos investigado a fondo y abordado sus preocupaciones”, respondió el responsable global de la regulación a Heylings.

Syngenta dijo a The Guardian que las acusaciones de Heylings carecían de fundamento, y afirmó que la empresa estaba “absolutamente comprometida” con garantizar la seguridad de sus productos. “Heylings recurre ahora a los medios de comunicación porque sus opiniones no han sido aceptadas por Syngenta ni por los organismos reguladores a los que se dirigió, y tampoco están respaldadas por la ciencia médica moderna”, dijo la empresa.

Heylings colabora ahora con la organización ecologista Greenpeace para dar a conocer sus acusaciones y alertar a los reguladores. Envió sus alegaciones a la EPA y a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (‘Food and Agriculture Organization’, FAO por sus siglas en inglés).

“Altamente confidencial”.

En el fondo, se trata de un compuesto químico que induce al vómito cuando se ingiere. Después de introducir el Gramoxone en 1962, un predecesor de Syngenta llamado ‘Imperial Chemical Industries’ comenzó a explorar la idea de añadir un emético, como se llama el compuesto, a su producto de paraquat para provocar vómitos rápidos en las personas que lo ingirieran. Según la teoría, si los vómitos se producían con la suficiente rapidez, podrían eliminar el veneno del cuerpo de las personas antes de que pudiera matarlas.

La idea no fue aceptada inicialmente, como se ve en los comentarios de la correspondencia de 1970, según los cuales se necesitaría “una cantidad muy grande de emético” en la formulación, lo que la haría “indeseable desde el punto de vista comercial y de otro tipo…” e incluso si se añadía era poco probable que “consiguiera evitar muertes.”

Ante la evidencia de envenenamientos accidentales y también de ingestión intencionada por parte de personas que intentaban suicidarse, la empresa siguió explorando la idea, sin embargo, investigando qué cantidades de emético serían necesarias para inducir el vómito lo suficientemente rápido como para evitar la muerte.

En un documento de la empresa de 1972, marcado como “altamente confidencial”, se establecían los objetivos de un proyecto de “reducción de riesgos” del paraquat. El documento afirma que el equipo acordó “investigar todos los medios posibles para reducir los riesgos de accidente mediante la formulación”, pero también declaró: “El equipo reconoció que había enfoques alternativos al problema de salvar vidas y mantener la ‘Gramoxona’ en el mercado y que la introducción de formulaciones más seguras podría no ser el medio adoptado”.

En 1973, la cuestión se volvía urgente, según las actas de una reunión en la que se discutieron los avances en el desarrollo de una formulación más segura. El director del Centro de Venenos del Reino Unido dijo a los responsables de la empresa que cada vez le resultaba más difícil “defender” la Gramoxona como había hecho durante años debido a las pruebas de envenenamientos y muertes relacionadas, y pidió que “se hiciera algo a toda prisa”.

Aun así, la empresa se resistió a añadir un emético, y un funcionario declaró que el inconveniente de añadir un emético a Gramoxone era “principalmente de coste y compatibilidad”, según un documento de la empresa de 1974.

Los registros muestran que, además de la idea de añadir un emético, la empresa exploró muchas adiciones a sus formulaciones para disuadir a la gente, especialmente a los niños, de ingerir paraquat, incluyendo la adición de un agente colorante para diferenciar el pesticida de la apariencia del té o de un refresco, un olor para que el producto huela mal, formulaciones sólidas y un lenguaje de advertencia más fuerte en las etiquetas.

La búsqueda por parte de la empresa de una formulación más segura se hizo aún más urgente a mediados de la década de 1970, ya que los organismos reguladores tomaron nota cada vez más de la naturaleza mortal del producto químico y un socio de distribución estadounidense temía que este país obligara a retirar el producto del mercado.

Tras estudiar el emético en monos, perros y otros animales, así como en un pequeño ensayo en humanos, la empresa acabó por fijar una dosis de 5 mg por cada 10 ml de Gramoxone, y la investigación que respaldaba esa dosis se presentó a los organismos reguladores.

El emético se añadió a las formulaciones de paraquat en varios países a partir de 1977, incluso en Samoa Occidental (ahora Samoa), donde los funcionarios de la empresa informaron de una “incidencia lamentablemente alta de suicidios con paraquat.”

Pero después de más de una década de la adición del emético y de otros cambios destinados a disuadir la ingestión, la empresa seguía teniendo problemas con el elevado número de intoxicaciones por paraquat, según un memorando interno de octubre de 1990. Las medidas que podrían reducir las muertes, como diluir las fórmulas líquidas al menos cinco veces, “destruirían el beneficio del grupo del paraquat”, afirma el memorando.

Fue en 1990 cuando Heylings empezó a defender un nivel superior de eméticos. Dijo a los funcionarios de la empresa que los datos en los que se basó la decisión de la dosis de los años 70 eran profundamente erróneos y que la investigación reflejaba en realidad que se necesitaría una cantidad de emético tres veces mayor para que los productos herbicidas fueran menos mortales.

Sin embargo, según la correspondencia de la empresa en 1997, investigaciones más recientes demostraron que un nivel demasiado alto de emético podía causar vómitos tan violentos que podían dañar el tracto gastrointestinal y empujar el vómito hacia los pulmones.

Syngenta dijo que la EPA y la FAO no están de acuerdo con las conclusiones de Heylings y que añadir más emético podría en realidad crear más daño.

“Rechazamos cualquier sugerencia de que al desarrollar este producto Syngenta y sus predecesores tuvieran otro motivo que no fuera el de encontrar el nivel más apropiado de emético en el paraquat para abordar de la mejor manera posible el riesgo de ingestión accidental y deliberada”, dijo la empresa en un comunicado. “Syngenta ha invertido cientos de millones de dólares en el desarrollo y comercialización de formulaciones más seguras de paraquat durante muchas décadas”.

Y a pesar del riesgo para los usuarios, el producto de paraquat de Syngenta es una “herramienta esencial para el control de las malas hierbas y la gestión de la resistencia para los agricultores”, dijo la empresa, añadiendo que utiliza un colorante azul y un agente de endurecimiento para hacerlo más seguro.

La FAO dijo que había estudiado las acusaciones de Heylings y que estaba terminando un informe sobre el paraquat, cuyas conclusiones se publicarían en breve. La EPA también confirmó su conocimiento de las alegaciones de Heylings, pero dijo que la agencia no exige ninguna cantidad de emético en los productos con paraquat y cree que las medidas que realmente salvan vidas son las etiquetas de advertencia y las restricciones de uso.

La punta de un iceberg de problemas para Syngenta

La preocupación por los envenenamientos accidentales es sólo la punta de un iceberg de cuestiones que han surgido sobre los peligros del paraquat y los esfuerzos de Syngenta para hacer frente a esos peligros.

El abogado que obtuvo los documentos internos, Steve Tillery, con sede en Missouri, ha estado acumulando silenciosamente pruebas que, según él, demuestran que Syngenta no sólo escatimó el emético en sus formulaciones, sino que conocía -y encubrió- las pruebas de que el producto también causa la enfermedad de Parkinson en usuarios a largo plazo, como los agricultores.

Syngenta niega cualquier evidencia de conexión entre su producto y el Parkinson, que es un trastorno progresivo e incurable del sistema nervioso que limita la capacidad de una persona para controlar el movimiento, causando temblores, pérdida de equilibrio y, finalmente, a menudo deja a las víctimas postradas en la cama o se ven forzadas a usar una silla de ruedas. También niega cualquier intento de encubrimiento.

Varios estudios científicos han relacionado el paraquat con el Parkinson, incluido un amplio estudio de agricultores estadounidenses supervisado conjuntamente por múltiples agencias gubernamentales. Pero la EPA completó recientemente lo que llamó una “revisión exhaustiva” de la información científica sobre el paraquat y la enfermedad de Parkinson y concluyó que el peso de la evidencia era “insuficiente” para relacionar el paraquat con la enfermedad de Parkinson.

El manejo de la compañía de la situación emética es ilustrativo de su manejo de las preocupaciones sobre la enfermedad de Parkinson, de acuerdo con Tillery, quien dijo que espera poder presentar evidencia sobre el tema del emético en el litigio de Parkinson.

El primer caso que irá a juicio por las acusaciones contra Syngenta sobre el paraquat y el Parkinson está previsto para el 12 de abril en Illinois. Sin embargo, es muy probable que el juicio se retrase debido a las precauciones relacionadas con el virus COVID-19, según un portavoz del tribunal.

Ese caso de Illinois -Hoffman V. Syngenta- es uno de los varios pendientes contra Syngenta que alegan que los productos de paraquat de la compañía causan la enfermedad de Parkinson. Syngenta fue adquirida por ‘China National Chemical Corporation’ (ChemChina) en 2015, lo que dio un giro internacional al litigio.

Los abogados de todo Estados Unidos están buscando ahora a personas que puedan haber estado expuestas al paraquat y que ahora sufran la enfermedad de Parkinson.

Heylings ha sido depuesto por el bufete de abogados de Estados Unidos, y ha dicho que le gustaría ayudar en el caso judicial de Estados Unidos contra Syngenta.

“Esto es importante. Se trata de la salud humana”, dijo en una entrevista organizada por Greenpeace. “Tal vez el sistema legal de Estados Unidos llegue al fondo de esto”.

En el Reino Unido e Irlanda, se puede contactar con Samaritans en el 116 123 o en el correo electrónico jo@samaritans.org o jo@samaritans.ie. En Estados Unidos, la línea de vida nacional para la prevención del suicidio es el 1-800-273-8255. En Australia, el servicio de apoyo en caso de crisis Lifeline es 13 11 14. Puede encontrar otras líneas de ayuda internacionales en www.befrienders.org.

Publicado originalmente por The Guardian.