Científicos de la Universidad Johns Hopkins encontraron sustancias químicas perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS) en 39 de las 100 muestras de agua embotellada analizadas, lo que ha provocado un llamamiento a los reguladores para que establezcan límites permitidos para estas “sustancias químicas para siempre o eternas”.

Los investigadores no revelaron qué marcas se analizaron, pero sí dijeron que algunas de las muestras tenían “niveles considerados preocupantes por los expertos en calidad del agua”, según la revista “Consumer Reports” (CR), que informó sobre el estudio.

El agua embotellada etiquetada como “purificada” tenía “una cantidad significativamente menor de PFAS” en comparación con el agua “de manantial”, según el estudio que se publicó en la revista “Water Research”. Según los científicos, esto se debe a que el agua purificada se filtra por ósmosis inversa, lo que elimina el flúor, el plomo, los pesticidas y otros contaminantes.

Las agencias reguladoras de Estados Unidos son lentas a la hora de limitar los PFAS en el agua potable

El doctor Kellogg Schwab, profesor de salud pública en la Johns Hopkins, director del Instituto del Agua de la universidad y coautor del estudio, dijo:

“Nuestros hallazgos apoyan la necesidad de realizar pruebas reglamentarias en las aguas de origen del agua embotellada, dada la frecuencia de detección de PFAS y la detección ocasional de niveles elevados de PFAS”.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos no ha establecido límites para los PFAS en el agua embotellada. La Asociación Internacional de Agua Embotellada, que analiza sus productos en busca de PFAS, está presionando a la agencia para que establezca límites y que así las empresas de agua embotellada puedan tener “claridad” sobre el tema.

Los investigadores del Johns Hopkins realizaron pruebas para detectar 32 tipos de PFAS y encontraron al menos 15 de ellos, informó CR.

Los investigadores afirmaron que el 42% de los PFAS encontrados eran ácido pentafluoropropiónico (PFPrA), un compuesto de cadena ultracorta etiquetado como “peligroso” por la Administración de Seguridad y Salud Laboral (“Occupational Safety and Health Administration”) en 2012.

Los PFAS de “cadena corta” se diseñaron para sustituir a los antiguos y supuestamente más tóxicos PFAS de “cadena larga”. Los fabricantes afirman que los PFAS de cadena corta son más seguros y “prácticamente no tóxicos”, pero las nuevas investigaciones demuestran que los nuevos compuestos son igual de tóxicos y persistentes en el medio ambiente.

Michael Hansen, científico principal de la revista CR, dijo:

“Este estudio muestra que los PFAS de la cadena ultracorta son bastante abundantes, en relación con otros PFAS, y absolutamente se debría analizar para detectar su presencia si se quiere obtener una imagen más precisa del total de PFAS presentes”.

Los seres humanos están expuestos a los PFAS en muchos productos cotidianos

Hay miles de tipos de PFAS. Las toxinas, apodadas “sustancias químicas para siempre o eternas”, debido a su persistencia en los seres humanos y en la naturaleza, son tóxicas para el ser humano.

Los PFAS están relacionados con diversos problemas de salud, como el cáncer de riñón y de testículos, el colesterol elevado, la hipertensión, la preeclampsia en las mujeres embarazadas, el bajo peso de los bebés al nacer y la disminución de la respuesta a las vacunas en los niños. Las sustancias químicas también pueden causar enfermedades de la tiroides, obesidad, reducción de la fertilidad y supresión hormonal.

Los PFAS se encuentran en muchos productos cotidianos, como los utensilios de cocina antiadherentes, los productos de cuidado personal, los productos de limpieza, los plaguicidas, las alfombras antimanchas, la ropa impermeable, la espuma contra incendios, etc.

Científicos de la Universidad de Notre Dame han encontrado recientemente altos niveles de PFAS en varios tipos de cosméticos, como correctores, bases de maquillaje, productos para los labios y maquillaje para los ojos y las cejas.

Las sustancias químicas también han aparecido en fertilizantes “naturales” fabricados a partir de lodos biológicos, en plaguicidas utilizados para el control de mosquitos y en la leche materna.