Los niños son particularmente vulnerables al trauma psicológico por los fenómenos meteorológicos extremos actuales. También pueden ser perjudicados por el miedo a futuros daños, escribe Lise Van Susteren. Los adultos tienen el poder de hacer algo al respecto.

El consenso científico es abrumador: los graves daños relacionados con el cambio climático antropogénico aumentarán en intensidad y frecuencia en los años venideros. Este siglo, debido a la escasez de recursos, la agitación geopolítica y las crisis humanitarias, habrá que partes del mundo serán inhabitables. Sin una acción significativa, nuestros hijos se enfrentan a un creciente número de lesiones físicas y psicológicas.

Las inundaciones, tormentas, sequías, olas de calor, incendios forestales y pandemias relacionadas con el cambio climático nos traumatizan. Pero el trauma también puede surgir de los temores de amenazas futuras, dando lugar a“estrés pre-traumático”.

Enfadado, aterrorizado y desesperado

Como testigo experto sobre los daños psicológicos a 21 jóvenes querellantes que demandan al gobierno de los Estados Unidos por inacción climática, informé sobre sus estresantes y dominantes sentimientos de impotencia, incertidumbre y abandono.

Los niños protestan en las calles para exigir medidas climáticas. Muchos denuncian sentirse enojados, aterrorizados y desesperados. Algunos no ven ningún propósito en la vida, pues creen que el mundo pronto estará irreconociblemente dañado, o que pronto podrían estar muertos.

Experimentar o presenciar eventos potencialmente mortales puede causar un trauma psicológico profundo y persistente. Si es grave, esto puede conducir a un trastorno de estrés postraumático (TEPT, PTSD por sus siglas en inglés). Hay niños que han sido diagnosticados como que tienen TEPT después de experimentar eventos climáticos extremos. Los síntomas pueden aparecer meses más tarde, a veces desencadenados por un nuevo trauma. El TEPT también puede ser diagnosticado después de la exposición indirecta al trauma, por reflexionar sobre experiencias traumáticas que familiares o amigos han soportado o incluso, simplemente, por escuchar repetidamente detalles de eventos traumáticos.

La capacidad de sanar de los impactos psicológicos de eventos traumáticos depende de muchos factores. Cuando los desastres se experimentan como algo totalmente “natural”, la curación puede ser menos ardua: Tal vez aceptamos más fácilmente que somos impotentes ante el destino. Pero cuando la lesión o pérdida refleja un error humano, un descuido o negligencia, la curación puede complicarse por pensamientos de que el evento podría haberse evitado. Sabemos que los desastres naturales ya no son del todo naturales: su frecuencia e intensidad reflejan las decisiones en curso que los seres humanos están tomando.

Tener cierto control sobre cómo respondemos a los desastres climáticos actuales puede reforzar nuestra resiliencia, facilitando la recuperación. Tal vez tengamos tiempo para huir o acurrucarnos. Los impactos pueden experimentarse en fases, ayudándonos a reunir las defensas psicológicas necesarias en cada momento. Las experiencias compartidas significan que las víctimas pueden apoyarse unas en otras, proporcionando solidaridad comunitaria.

Los daños psicológicos causados por las preocupaciones de futuros desastres son diferentes. No hay forma de recordarnos a nosotros mismos que el estrés es un remanente del pasado. Nuestras opciones para controlar las situaciones previstas son pocas, generando impotencia.

Consecuencias dañinas de por vida

El estrés crónico puede afectar permanentemente al desarrollo cerebral, así como al funcionamiento del cerebro. La exposición al estrés relacionado con el clima durante el desarrollo temprano puede tener consecuencias perjudiciales para toda la vida, incluyendo comportamientos maladaptivos, problemas de memoria, problemas con la atención, disminución de la inhibición, dificultad para regular las emociones, toma de decisiones deteriorada, resolución de problemas deteriorados, problemas de comportamiento y quedar marcado para futuros eventos estresantes.

Los problemas psicológicos y conductuales pueden interrumpir la educación y la vida social. Altos niveles de estrés con el tiempo también pueden causar daño físico: daño cardiovascular, cambios hormonales e infertilidad y función inmune comprometida.

La exposición al trauma también puede alterar la expresión de genes. Incluso en ausencia del trauma, este estado activado puede transmitirse a las generaciones futuras epigenéticamente. Por lo tanto, el trauma que experimentan los niños debido al estrés climático agudo y crónico podría tener un impacto transgeneracional.

La alteración climática requiere una acción inmediata para reducir el daño psicológico multigeneracional. Los llamamientos a una estrategia dirigida por las Naciones Unidas para proteger la salud mental de los jóvenes deben ser ruidosos e implacables. Se necesita financiación para los consejos regionales de resiliencia para evaluar y prepararse para los riesgos locales. Las instituciones académicas deben desplegar sus vastos recursos para trabajar con las comunidades y encontrar soluciones. Educar a los profesionales médicos para que se conviertan en expertos y defensores de una política climática saludable debe convertirse en un requisito. Los profesionales de la salud mental son el núcleo del llamado al cambio de comportamiento, justificando una nueva subespecialidad en clima y salud mental.

Nuestros hijos no pueden ser aliviados de sus temores con palabras. La verdadera amenaza los está empujando a la incertidumbre existencial. Debemos reconocer que el bienestar psicológico de los niños está en juego. Hacernos responsables ahora de su indignación y desesperación es crucial, no sólo para tomar medidas significativas, sino también para mostrarles que nos importa. A menos que actuemos, la injusticia a la que se enfrentan ellos y las generaciones futuras hará que consideren a los adultos de hoy como depravados y dementes por no haber hecho nada sabiendo lo que sucedería. Una injusticia intergeneracional como ésta se ajusta a una definición que tiene un nombre: abuso infantil.

Los niños no quieren oír de los adultos nada sobre el buen trabajo que están haciendo para salvar el mundo. Como ha dicho la activista climática adolescente Greta Thunberg: “No quiero que tengas esperanza. Quiero que entres en pánico. Quiero que sientas el miedo que siento todos los días. Y luego quiero que actúes.”

Publicado con permiso de BMJ Opinion.