Hay estudios que sugieren una relación entre una enfermedad priónica incurable y mortal conocida como enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) y las vacunas COVID-19.

Los investigadores creen que la región priónica de la proteína de espiga de la variante original de Wuhan COVID-19 se incorporó a las vacunas de ARNm y a las vacunas de vectores de adenovirus -las cuales se están administrando a cientos de millones de humanos- y que puede causar un nuevo tipo de ECJ esporádica de rápida progresión.

Según la Clínica Mayo, la ECJ es un trastorno cerebral degenerativo que conduce a la demencia y, en última instancia, a la muerte.

Aunque la variante Omicron no tiene una región priónica en su proteína de espiga, las vacunas COVID-19 actuales siguen utilizando el material genético -incluida la región priónica- de la cepa madre de Wuhan.

Un artículo francés en preimpresión publicado en mayo que trata sobre la ECJ y la vacunación con COVID-19 identificó una nueva forma de ECJ esporádica que se produjo a los pocos días de ponerse una primera o segunda dosis de las vacunas Pfizer o Moderna COVID-19.

Los investigadores analizaron 26 casos de ECJ y descubrieron que los primeros síntomas aparecieron de media 11,38 días después de la inyección de la vacuna COVID-19.

De los 26 casos, 20 habían fallecido cuando se publicó el estudio y seis seguían vivos.

“Las 20 muertes se produjeron sólo 4,76 meses después de la inyección. Entre ellas, 8 provocaron una muerte súbita (2,5 meses)”, escribieron los investigadores.

“Esto confirma la naturaleza radicalmente diferente de esta nueva forma de ECJ, dado que la forma clásica requiere varias décadas”, escribieron los investigadores.

El Dr. Jean-Claude Pérez, autor principal del estudio francés, declaró el 6 de junio a “The Epoch Times” que los 26 casos resultaron mortales.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (“Centers for Disease Control and Prevention”, CDC por sus siglas en inglés), las enfermedades priónicas son una familia de trastornos neurodegenerativos progresivos poco frecuentes que afectan a humanos y animales. Las enfermedades priónicas suelen ser rápidamente progresivas y siempre mortales.

Aunque los priones se encuentran de forma natural en el cerebro y suelen ser inofensivos, pueden enfermar o plegarse de forma incorrecta, afectando a los priones cercanos y provocando su deformación.

El plegado anormal de las proteínas priónicas “provoca daños cerebrales y los signos y síntomas característicos de la enfermedad”, afirma el sitio web de los CDC.

La ECJ esporádica se produce cuando una persona se infecta sin motivo aparente. Una vez que un solo prión se infecta, progresará a otros priones, y no hay ningún tratamiento capaz de detenerlo.

El área de priones de la proteína original de la cepa Wuhan presente en todas las vacunas COVID puede interactuar con las células humanas

Aunque la variante Omicron no tiene una región priónica en su proteína de espiga, los investigadores franceses dijeron que otras variantes de COVID-19, incluida la cepa madre Wuhan utilizada en las vacunas administradas actualmente, sí la tienen.

“Ahora estamos estudiando los primeros casos de pacientes con Omicron, en Sudáfrica,

Europa y Estados Unidos y Canadá en particular”, escribieron los investigadores. “En TODOS estos casos, la región de Prion ha desaparecido”.

Sin embargo, la información del gen de la proteína de espiga de la variante de Wuhan -incluida su región priónica- se integró en las vacunas de ARNm de Pfizer y Moderna y en las vacunas de vectores de adenovirus de AstraZeneca y Johnson & Johnson.

“También hemos demostrado […] que las espigas de las inyecciones de ARNm de Pfizer y Moderna también contienen esta misma región priónica”, escribieron los investigadores. “Lo mismo ocurre con TODAS las demás vacunas contra el SARS-CoV2, ya que TODAS están hechas a partir de la secuencia de la proteína de espiga del SARS-CoV2 de Wuhan, que hemos demostrado que contiene la región del prión”.

Con las vacunas de ARNm, una vez que el ARNm se incorpora a las células, la célula convierte las instrucciones del ARNm en una proteína COVID-19 de espiga o pico que engaña a las células haciéndoles creer que ha sido infectada, de modo que el cuerpo creará una memoria inmunológica contra una parte del virus.

Con las vacunas con vectores de adenovirus, el ADN de la proteína de espiga se transporta a la célula a través de un vector de adenovirus y luego al núcleo, donde se almacena todo el ADN humano. Una vez allí, el ADN se transcribe en ARNm y se convierte en la proteína de espiga.

Un estudio estadounidense publicado en la revista “Microorganisms” en enero de 2022 demostró que la zona priónica de la proteína de espiga del SARS-CoV-2 incorporada a las vacunas COVID-19 es capaz de interactuar con las células humanas.

Aunque los CDC nos dicen que las vacunas COVID-19 no pueden “alterar nuestro ADN”, los estudios demuestran que el ARNm puede transformarse en ADN e incorporarse al genoma humano.

Un estudio estadounidense especuló con la posibilidad de que una proteína de espiga mal plegada podría crear una región priónica mal plegada que podría interactuar con priones sanos para causar daños, lo que daría lugar a la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

Un informe de casos publicado en Turquía y el artículo preimpreso francés identificaron casos repentinos de ECJ que aparecieron tras la vacunación con las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca, lo que sugiere la existencia de vínculos entre la vacunación y la enfermedad.

Un estudio publicado el año pasado en “Microbiology & Infectious Diseases” descubrió una posible relación entre la vacuna de Pfizer y la enfermedad priónica en humanos.

A pesar de la existencia de nuevas variantes del SARS-COV-2, a las personas se les siguen poniendo las vacunas originales COVID-19 que fueron desarrolladas con la proteína de espiga de la variante original de Wuhan.

Se han registrado numerosos casos de ECJ en Estados Unidos.

Un informe de un caso estadounidense publicado en marzo destacaba la lucha de Cheryl Cohen, de 64 años, contra la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, que se desarrolló pocos días después de su segunda dosis de la vacuna COVID-19 de Pfizer.

El informe decía:

“Aquí destacamos el caso de una mujer de 64 años que presenta una pérdida de memoria en rápido declive, cambios de comportamiento, dolores de cabeza y alteraciones de la marcha aproximadamente una semana después de la administración de la segunda dosis de la novedosa vacuna COVID-19 de ácido ribonucleico mensajero (ARNm) de Pfizer-BioNTech.

“Tras una amplia investigación, las pruebas concluyentes identificaron el diagnóstico fatal de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob esporádica”.

En una entrevista exclusiva con “The Defender” en agosto de 2021, la hija de Cohen, Gianni, dijo que la regresión de su madre fue “alucinante, confusa y verdaderamente desgarradora.”

Pasó de poder trabajar y realizar actividades cotidianas normales a no poder caminar, hablar o controlar el movimiento de su cuerpo, dijo Gianni. Cohen sentía como si su cabeza “fuera a explotar” y murió a los tres meses de recibir su segunda dosis de Pfizer.

En una declaración escrita a “The Defender”, su médico dijo:

“Este caso identifica posibles eventos adversos que podrían ocurrir con la administración de la nueva vacuna COVID-19. Además, los médicos deben tener en cuenta las enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad priónica (por ejemplo, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob esporádica), la encefalitis autoinmune, la infección, las convulsiones no epilépticas, los trastornos tóxico-metabólicos, etc., en sus diagnósticos diferenciales cuando un paciente presenta una demencia rápidamente progresiva, especialmente en el contexto de una vacunación reciente.

“Aunque en la actualidad no hay cura para la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob esporádica (ECJ), el diagnóstico precoz es crucial para evitar la administración innecesaria de medicamentos empíricos por sospecha de trastornos psicológicos o neurológicos.

“Además, el seguimiento de los acontecimientos adversos podría conducir a una mayor caracterización y comprensión tanto de la nueva vacuna de ácido ribonucleico mensajero (ARNm) COVID-19 como de la etiología de la ECJ esporádica.

“Y lo que es más importante, reconocer los efectos adversos proporciona a los individuos información vital para tomar una decisión más educada en relación con su salud”.

En otra entrevista exclusiva con “The Defender”, Jeffrey Beauchine dijo que su madre, Carol, sabía que su enfermedad de Creutzfeldt-Jakob estaba relacionada con la inyección de Moderna. Ser testigo de su muerte fue como “algo que se ve en una película”, dijo.

Beauchine dijo que su madre recibió su primera dosis de Moderna el 16 de febrero de 2021, y no informó de ninguna queja. Tras recibir la segunda dosis el 17 de marzo, Carol dijo inmediatamente que “se sentía diferente”.

Los síntomas de Carol comenzaron con un entumecimiento que se extendió desde el brazo en el que recibió la inyección a todo el lado izquierdo de su cuerpo.

Se quejaba de que algo andaba mal en su cerebro, no podía ordenar los pensamientos ni darle sentido a las cosas, desarrolló visión doble y ceguera y comenzó a experimentar alucinaciones.

En un principio, los médicos pensaron que Carol había sufrido un derrame cerebral o que era un caso de ansiedad. Las exploraciones posteriores mostraron que había anomalías en su cerebelo.

El estado de Carol progresó rápidamente y finalmente se le diagnosticó la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob y se le dieron días de vida. Murió a los pocos meses de recibir su segunda dosis de Moderna.

Los médicos de Carol presentaron un informe en el Sistema de Notificación de Eventos Adversos a las Vacunas de los CDC (VAERS I.D. 2180699).

Hasta la fecha, los CDC no se han puesto en contacto con la familia, a pesar de que la autopsia confirmó que su muerte fue causada por la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, una enfermedad que no padecía antes de recibir la vacuna COVID-19.

En otra entrevista exclusiva con “The Defender”, Richard Sprague dijo que su esposa, Jennifer, desarrolló la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob después de la inyección de COVID-19 de Pfizer y murió a los cinco meses de la segunda dosis.

Jennifer recibió la primera dosis de Pfizer el 29 de agosto de 2021, y su segunda dosis el 21 de septiembre de 2021. Aunque su marido seguía sin estar vacunado, Jennifer estaba obligada a vacunarse para poder mantener su empleo.

Cuatro días después de la segunda dosis, Jennifer experimentó su primer episodio de un “acontecimiento extraño y repentino que no podía explicar”.

Jennifer empezó a tener más episodios y su mano izquierda y su costado empezaron a temblar. El 13 de octubre de 2021, Jennifer volvió al médico, que le recetó Xanax para la ansiedad.

La enfermedad de Jennifer progresó rápidamente hasta que llegó a ser incapaz de sentarse y caminar de forma independiente. Los escáneres confirmaron que Jennifer tenía cambios significativos en el lado derecho de su cerebro. Un nuevo equipo médico realizó una punción lumbar y confirmó que Jennifer tenía la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Para entonces, Jennifer no podía levantarse de la cama.

“Tu cerebro simplemente desaparece. Es una locura”, dijo Sprague. “Estás en este cuerpo perfecto y saludable y tu cerebro simplemente muere en el transcurso de unos pocos meses”.

Después de que a Jennifer se le diagnosticara la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob el 12 de febrero, su compañía de seguros dijo que ya no pagaría sus cuidados y a Sprague le dijeron que su mujer no se recuperaría.

Jennifer murió el 21 de febrero, cinco meses después de recibir su segunda dosis de Pfizer.

Según los últimos datos del VAERS, desde el 14 de diciembre de 2021 se han notificado 56 casos de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob de inicio rápido tras la administración de la vacuna COVID-19.

Históricamente, se ha demostrado que VAERS sólo recibe informes del 1% de los efectos adversos reales de las vacunas.