Dominique De Silva, de 30 años, sigue buscando respuestas de los médicos después de desarrollar una larga lista de afecciones debilitantes, entre las que se incluyen graves complicaciones neurológicas, dolor y, en ocasiones, incapacidad para caminar, tras su primera dosis de la vacuna COVID de Pfizer.

En una entrevista con “The Defender”, Dominique, que se hace llamar @QueenCityDom en Instagram, dijo que se estaba mudando de Las Vegas a Carolina del Norte para comenzar su nueva vida, casarse y abrir su práctica inmobiliaria cuando decidió vacunarse. Como sólo tiene a su madre viva, quería proteger a su madre y a otros seres queridos.

“Este virus me consumió hasta el punto de que me encontré limpiando la verdura y la fruta con toallitas Clorox, llevaba la mascarilla en todos los lugares a los que iba, me alejé de mis amigos, usaba desinfectante de manos las 24 horas del día y vivía con un miedo absoluto a enfermar”, escribió Dominique en una actualización en su “GoFundMe”. “Así que, por supuesto, cuando tuve la oportunidad de conseguir mi V [vaccine], la aproveché tan pronto como pude porque estaba lista para que la vida volviera a ser como antes”.

El 18 de marzo -dos días antes de su gran mudanza- ella y su ahora marido se pusieron su primera y única dosis de la vacuna de Pfizer.

Poco después, Dominique cuenta que sintió la típica fatiga de la que le advirtieron antes de vacunarse, pero también notó cambios en su visión. “Creo que no le di importancia porque tal vez era sólo una ironía”, dijo. “Sentía que todo era súper brillante y era demasiado para asimilarlo”.

Dominique dijo que se sentía muy mal, pero pensó que tal vez estaba cansada por todo lo que había hecho para prepararse para mudarse al otro lado del país. “Sentía que mi cerebro estaba enfermo”, dijo. “Es la mejor manera de describirlo porque es una sensación que nunca había tenido”.

Al día siguiente, Dominique subió al tranvía para ir al aeropuerto y dijo que sentía como si tuviera un elefante sentado sobre su pecho. “No sabía lo que estaba pasando con mi corazón, pero no me sentía bien”, dijo. “Antes de subir al avión, me asaltó un principio de migraña y empecé a ver manchas en la visión, pero la migraña no llegó a producirse”.

A las dos semanas de ponerse la vacuna de Pfizer, Dominique notó calambres en las piernas que se convirtieron en lo que parecían dolores de crecimiento a última hora de la tarde. A la mañana siguiente, el dolor de piernas volvió a aparecer.

Dominique contó:

“Me levanté y tuve que agarrarme a la pared porque las piernas me fallaban y el dolor empezó a reaparecer. Así que caminé alrededor de mi cama para ir al baño y tardaba mucho tiempo en ir del punto A al punto B.

“Tenía las piernas débiles y entumecidas, y me costaba caminar. En ese momento me di cuenta de que la vacuna me había hecho algo”.

El dolor nunca desapareció y, al cabo de siete días, Dominique decidió que no podía esperar a que su nuevo seguro entrara en vigor para ir al médico.

“Mi marido me llevó al hospital esa noche y me ingresaron”, dijo. “Le hice saber al médico que me había vacunado hacía dos semanas y tres días, pero no le dió importancia y me dijo que lo que estaba experimentando no estaba en absoluto relacionado con la vacuna”.

Tras realizar una resonancia magnética completa del cerebro y la columna vertebral, además de innumerables análisis de sangre, el neurólogo de guardia no pudo encontrar la causa de los síntomas de Dominique. Aunque se descartaron algunas afecciones, sus síntomas no se trataron ni se resolvieron y se le dijo que hiciera un seguimiento con un neurólogo.

Después de esperar meses para ser atendida por tres neurólogos distintos, dijo que empezaron a aparecer otros múltiples síntomas, como mareos y vértigos, insomnio, dolor en las piernas, dolores punzantes agudos, dolor sordo, debilidad, dificultad para caminar, niebla cerebral, pérdida de memoria a corto plazo, problemas de visión, oleadas de ansiedad, falta de sensibilidad en todo el cuerpo, sensación de estar fuera del cuerpo, problemas de percepción de la profundidad, vibración interna, temblores en la mano derecha, acúfenos en el oído derecho, sacudidas musculares, dolor profundo en el tronco cerebral, tics, emisión de voces y movimientos oculares involuntarios.

El primer neurólogo al que acudió Dominique se mostró muy abierto a la posibilidad de que la vacuna fuera la causa, dijo ella. “Me dijo que había visto que ocurrían cosas raras con las vacunas, pero que no estaba seguro de qué hacer al respecto”, explicó Dominique.

A continuación, Dominique visitó a un neurólogo tradicional. “En cuanto me oyó decir que me había vacunado dos semanas antes de que empezara a ocurrir esto, pareció que desconectaba de la cita”, dijo.

El neurólogo revisó la resonancia magnética de Dominique y dijo que no había “nada que ver aquí” y que necesitaba ver a un terapeuta. “Acudimos a estas personas en las que confiamos, que nos dijeron que nos pusiéramos estas vacunas, pero cuando nos pasa algo, nos dicen que está en nuestra cabeza”, dijo.

Dominique acudió entonces a un neurólogo funcional que “la escuchó alto y claro”, dijo. El neurólogo le dijo: “Absolutamente, esto es algo que la vacuna desencadenó en ti”.

El médico le dijo a Dominique que sufría tormentas distónicas y le recomendó glutatión, cúrcuma y otros suplementos para tratar sus movimientos distónicos y su inflamación.

Según el “Journal of Clinical Movement Disorders”, la tormenta distónica es un atemorizante trastorno de movimiento hipercinético. Las características clínicas de la tormenta distónica incluyen fiebre, taquicardia, taquipnea o cambios respiratorios, hipertensión, sudoración e inestabilidad autonómica. La distonía puede ser tónica (es decir, posturas sostenidas) o fásica (es decir, sacudidas irregulares). El dolor es común y a menudo requiere un control sintomático agresivo.

Dominique cambió de seguro y consiguió un especialista en un prestigioso hospital para que le hicieran más pruebas y le dieran un diagnóstico, pero la espera iba a ser de cuatro meses.

Sus síntomas se agravaron tanto que acudió a urgencias para que la vieran antes y esperó 22 horas antes de que se produjera un “episodio” y el personal le realizara finalmente un TAC para descartar un ictus.

“El TAC salió limpio”, dijo Dominique. “El médico se puso a aplaudir delante de mi cara, me pellizcó para que el episodio se detuviera y me recomendó medicación anticonvulsiva”.

Dominique dijo que el médico no reconoció la reacción adversa y dijo que “no hay ninguna prueba que confirme que fue causada por la vacuna, incluso si lo fue”. Sin embargo, un asistente médico y una enfermera reconocieron que lo que estaba experimentando era una lesión por la vacuna.

Durante su estancia en el hospital, Dominique también se sometió a una prueba de dímero D para comprobar si había coágulos de sangre. El resultado fue positivo, pero no la tomaron en serio, dijo.

Dominique acudió a un especialista en movimiento que tampoco pudo encontrar lo que le ocurría y le recomendó que acudiera a un terapeuta.

“Miró la resonancia magnética de abril, los TAC, el electroencefalograma y el examen en la consulta”, dijo Dominique. “Volvió a entrar y dijo: ‘No te va a gustar lo que tengo que decir, pero creo que esto es psicosomático y necesitas ver a un terapeuta'”.

“¿Por qué otro médico me dice que esto está en mi cabeza?” Dominique dijo: “Esto no está en mi cabeza”.

Dominique se puso en contacto con dos neurólogos funcionales y un médico de Nueva York, que le hicieron análisis de sangre y pruebas exhaustivas que no se habían hecho antes. El PET-MRI, el estudio nervioso EMG, la prueba de conducción nerviosa y la biopsia de piel de Dominique resultaron anormales.

A Dominique se le diagnosticó el síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS), una enfermedad que no padecía antes de ser vacunada, y una polirradiculoneuropatía desmielinizante crónica autoinmune, un tipo poco frecuente de trastorno autoinmune en el que el organismo ataca las cubiertas de grasa de las fibras que aíslan y protegen los nervios.

También tenía neuropatía y anomalías en el escáner cerebral.

Dominique dijo que su médico en Nueva York cree en las vacunas, pero dijo que “obviamente tuvo una mala reacción”. Dominique envió sus resultados al neurólogo del prestigioso instituto, quien dijo que sus síntomas estaban “sólo en su cabeza”.

Dominique no había estado expuesta anteriormente a COVID y tenía un historial de tiroiditis autoinmune de hashimoto, aunque había estado en remisión desde 2019. Actualmente se está sometiendo a más pruebas para determinar el alcance de sus lesiones.

Los CDC y Pfizer ignoran los daños de las vacunas

Dominique se puso en contacto con un congresista local para informarle de su lesión por la vacuna, y éste le dijo que “se dirigiera al VAERS, a los CDC y al fabricante”, pero ninguno de ellos le dio seguimiento.

Dominique presentó un informe al Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas(“Vaccine Adverse Event Reporting System”, VAERS por sus siglas en inglés) y se puso en contacto con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (“Centers for Disease Control and Prevention”, CDC por sus siglas en inglés) sobre sus lesiones causadas por las vacunas. También se puso en contacto con Pfizer, que le envió una encuesta, que devolvió por correo.

Además se puso en contacto con el senador Ron Johnson (republicano de Wisconsin), que ha sido un firme defensor de la transparencia gubernamental y ha reconocido a otras personas que han resultado dañadas por las vacunas COVID.

Dominique se armó de valor para compartir su historia en Instagram y se hizo viral, pero también sufrió acoso, hostigamiento, mensajes de odio y amenazas de muerte. Desde entonces, ha conocido a muchas personas que sufren los mismos problemas y que se ven obligadas a realizar sus propias pruebas y a cubrir los costes de sus lesiones.

Dominique inició una página de “GoFundMe” para recaudar dinero para sus gastos médicos porque no hay ayuda financiera para las personas lesionadas por las vacunas fuera del Programa de Compensación de Lesiones por Contramedidas, que casi nunca concede indemnizaciones.

Dominique ha gastado miles de dólares en laboratorios, escáneres, su PET-MRI, la biopsia de piel, la visita al hospital -para la que va a hacer una colecta- y las facturas de radiología, que compartió en su Instagram y en su página de “GoFundMe”.

“No estoy aquí para decir que hagas o no hagas algo con tu propio cuerpo”, dijo Dominique. “Investiga por tu cuenta y toma tu propia decisión. A mí no me dieron esa información y no me dieron esa oportunidad. La gente que ha resultado dañada y está sufriendo cada día y no puede ir a trabajar necesita ayuda”.

Dominique ya no puede conducir un coche y ha dejado de lado su práctica inmobiliaria. No está segura de si volverá a ella. Se casó y dijo que fue un “buen día” para sus síntomas, pero tuvo que encontrar la forma de hacer sitio para una silla de ruedas.

En su “Go Fund Me”, Dominique dijo:

“Nunca me arrepentiré de haberme vacunado, ya que hice lo que creía que era correcto para mí y para todos los que me rodeaban. Tenía la mejor intención en el corazón cuando me remangué y recibí mi primera dosis. Sabía que no había muchos datos sobre estas vacunas tan nuevas, pero confiaba en la investigación científica que las respaldaba. Por desgracia, mi cuerpo reaccionó de forma terrible y me ha colocado en la situación en la que me encuentro hoy.”

Aunque Dominique dijo que cree en la libertad de elección, ni ella ni su marido recibirán más dosis de ninguna vacuna COVID. “Esto le pasa a mucha gente, sólo que no quieren que hable de ello”, dijo.

Según los datos más recientes del VAERS, se han registrado 14.485 informes totales de distonía, temblores distónicos, trastornos neurodegenerativos, síntomas neurológicos, neuropatía, polineuropatía y temblores tras la vacunación con COVID.

“Children’s Health Defense” pide a cualquier persona que haya experimentado una reacción adversa a cualquier vacuna, que presente un informe siguiendo estos tres pasos.