A los 21 años, Andre Cherry, natural de Filadelfia, tenía una vida activa y un futuro prometedor, pues trabajaba para terminar su licenciatura en inglés.

Sin embargo, los estudios de Cherry se interrumpieron poco después de su segunda dosis de la vacuna de Moderna contra COVID-19. A las pocas horas, Cherry experimentó una reacción adversa que al principio fue moderada, pero que fue haciéndose más intensa.

A día de hoy, Cherry experimenta la aparición aleatoria y diaria de temblores, espasmos musculares, vocalizaciones involuntarias y parálisis temporal.

Cherry, que ahora tiene 23 años, compartió su experiencia con “The Defender”. Aportó abundante documentación médica en apoyo de su historia.

“El único momento en que no tengo síntomas es cuando duermo”

Cherry recibió la serie Moderna de dos dosis el 26 de mayo de 2021 y el 23 de junio de 2021. Tras la segunda dosis, desarrolló un “temblor moderado en el brazo izquierdo, donde me inyectaron las dos veces”, dijo.

Pero lo que empezó como un temblor moderado derivó rápidamente en una serie de reacciones adversas graves, que siguen afectando a Cherry en la actualidad.

Cherry explicó a “The Defender”:

“Experimento temblores en todas mis extremidades. Distonía en la cara, el cuello, el torso, el diafragma y las extremidades. Espasmos musculares en todo mi cuerpo. Movimientos involuntarios violentos como puñetazos, patadas, saltos, andar y correr, conocidos como balismo[hemibalismo]. Habla involuntaria, risas y gritos. Y parálisis flácida de mi cuello, torso y extremidades.

“Todos estos síntomas son intermitentes y aleatorios, y a diario varían en duración, combinación e intensidad”.

Los episodios pueden durar desde un par de segundos hasta horas, según Cherry. En un caso, experimentó un episodio sintomático de “más de 16 horas de parálisis flácida de todo el cuerpo, combinada con varios casos de balismo, vocalizaciones y espasmos musculares.”

Según Cherry, los episodios pueden ocurrir de forma aleatoria o desencadenarse por un esfuerzo, un movimiento repetitivo o cuando su cuerpo entra en contacto con la presión, el calor o el frío.

“Intentar resistirme a mis movimientos involuntarios o los intentos por mi parte o por parte de otros de obligar a mi cuerpo a moverse como yo quiero cuando está en un estado desregulado también agrava mi estado”, añadió Cherry. “Lo único que puedo hacer es esperar a que los síntomas sigan su curso”.

“El único momento en que no tengo síntomas es cuando duermo”.

“Mi familia ha tenido que darme de comer con cuchara, bañarme y vestirme”.

Los síntomas de Cherry perturban su vida cotidiana “hasta llevarme a la extenuación”, dijo, y han interrumpido sus estudios.

“Me vacuné en el verano de 2021, y desde entonces no he podido volver a la universidad”, dijo Cherry. “Mi independencia es un recuerdo lejano. No puedo confiar en mi cuerpo para asistir constantemente a clases, en persona o en línea, o completar tareas de trabajo.”

Dice que le cuesta realizar las tareas cotidianas.

“No puedo realizar tareas domésticas porque el esfuerzo y los movimientos repetitivos desencadenan mis episodios”, afirma. “No puedo viajar solo. Apenas puedo viajar”, afirma. “Cuando lo hago, es un proceso que puede implicar prácticamente a toda la familia. Ha habido veces en que mi familia ha tenido que darme de comer con cuchara, bañarme y vestirme”.

Sus síntomas han limitado enormemente su libertad y movilidad. Le dijo a “The Defender”:

“Mi deambulación ha sido extremadamente limitada. Debido a mis episodios de parálisis flácida, me he caído muchas veces. A causa de estas caídas, estoy confinado en el primer piso de la casa y duermo en una cama de hospital que compramos con barandillas a los lados para asegurarnos de que mis espasmos y sacudidas no me tiren al suelo.

“Mi familia se ha procurado diversos equipos de seguridad, como sillas de ruedas, un elevador hoyer, collarines para estabilizar mi cuello cuando se pone flácido, un arnés corporal para evitar que me doble cuando estoy en la silla de ruedas, varias colchonetas de gimnasia y almohadas grandes para mitigar el daño de los impactos contra el suelo u otras superficies y rampas para el porche para asegurarse de que no me lesiono ni lesiono a otros.”

Los médicos “se niegan a investigar cualquier relación con las inyecciones de ARNm de COVID”.

Cherry ha visitado a una amplia gama de médicos, en hospitales de todo Estados Unidos, dijo. Pero durante más de un año tuvo dificultades para encontrar un médico que relacionara su enfermedad con la vacunación.

Explicó:

“He visto a varios médicos, entre ellos neurólogos, especialistas en movimiento, fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales, un reumatólogo, un hematólogo y un neuropsicólogo.

“He estado en algunos de los mejores hospitales de Filadelfia e incluso me han visto en la Clínica Mayo de Jacksonville (Florida), en el Hospital de la Universidad de Columbia de Nueva York y en el NIH [National Institutes of Health].”

Los médicos que le atendieron se negaron a diagnosticar su enfermedad como una lesión por vacuna.

“A lo largo de los 21 meses que he tardado en obtener un diagnóstico y atención, la narrativa predominante entre muchos de los médicos a los que he acudido es que padezco un trastorno neurológico funcional, supuestamente provocado por el estrés y la ansiedad”, afirma Cherry.

“He descubierto que esta afirmación de que mis síntomas se precipitaron por el estrés, la ansiedad u otros factores psicológicos es un problema común entre la comunidad de lesionados por vacunas, cuyos médicos, en su mayoría, se niegan a investigar cualquier conexión entre los males de sus pacientes y las inyecciones de ARNm contra el COVID”, añadió.

“The Defender” ha entrevistado anteriormente a varias otras víctimas de lesiones por la vacuna COVID-19 a las que también se dijo que sus dificultades de salud eran consecuencia de la “ansiedad“.

Cherry dijo que algunos de los médicos mintieron sobre sus interacciones con él y algunos le diagnosticaron un trastorno psicológico, sin que él lo supiera:

“Uno de los primeros especialistas en movimiento que vi afirmó que la vacuna no permanece en el organismo más de dos semanas.

“Tres de los médicos que he visto han llegado incluso a mentir en sus resúmenes de visita sobre sus conversaciones conmigo o sobre mi estado mental, incluido mi médico de cabecera en 2021, que me diagnosticó un trastorno psicológico de conversión sin que yo lo supiera.”

Seis meses después de su lesión, Cherry se sometió a un examen neuropsicológico para comprobar hasta qué punto -si es que era lo que le ocurría- le afectaban el estrés y la ansiedad. Los resultados sólo detectaron ansiedad leve.

También solicitó una evaluación psicológica. “El médico dijo que cualquier estrés que experimente es proporcional a mi horrible situación, y que no pudo encontrar ninguna prueba de ansiedad causante”, dijo Cherry.

A finales de 2022, los médicos que visitó seguían “afirmando que mis problemas de movimiento fueron precipitados por causas psicológicas”, afirmó.

Además de visitar a varios médicos en un intento de encontrar uno que comprendiera su situación, Cherry también rotó por numerosos medicamentos y tratamientos.

Le dijo a “The Defender”:

“He probado un auténtico batiburrillo de medicamentos y suplementos. Al principio, pude encontrar un médico homeópata que me dio un verdadero puñado de suplementos para tomar. Estaban destinados a desintoxicar mi sistema para promover la capacidad de curación de mi cuerpo.

“Si no recuerdo mal, en términos de volumen, ingería más de 30 comprimidos diarios de suplementos, por no hablar de las diversas sales y aceites incluidos en el tratamiento.

“También hice fisioterapia durante al menos seis meses. Sin embargo, casi todas las sesiones acababan en un episodio de gran intensidad que obligaba a mi fisioterapeuta y a mi hermano a llevarme en brazos hasta el coche. Aunque mi fisioterapeuta hizo todo lo posible por ayudarme, solamente empeoraba mis síntomas.”

Los médicos nunca informaron de su estado al Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas (“Vaccine Adverse Event Reporting System”, VAERS por sus siglas en inglés), a pesar de que él lo pidió, por lo que Cherry presentó su propio informe.

Un médico solidario, “un soplo de aire fresco”

Tras una larga búsqueda, Cherry encontró por fin un médico que le apoyaba y que había tratado a otras personas en una situación similar a la suya.

Cherry compartió con The Defender:

“Actualmente, estoy al cuidado del Dr. Pierre Kory, que ha estado atendiendo a varios de los lesionados por vacunas con franqueza, compasión y una verdadera diligencia en su enfoque para encontrar las mejores formas de tratar a sus pacientes – un verdadero soplo de aire fresco después de todo este tiempo.

“Me ha diagnosticado ‘síndrome de lesión postvacunal grave’, consistente en gran parte en disfunción neurológica motora. También me ha informado de que soy uno de sus pacientes más difíciles de tratar.”

Cherry también comenzó un nuevo tratamiento con la ayuda de un grupo de apoyo para personas dañadas por vacunas. También ha encontrado el apoyo de su familia, sus amigos y su comunidad religiosa.

“Ha sido una gran bendición para mí, sobre todo porque sé que hay muchas personas dañadas por vacunas que, por desgracia, no cuentan con el mismo tipo de apoyo de sus propias familias”, afirmó.

Al describir su experiencia formando parte del Grupo de apoyo para reacciones adversas a las vacunas COVID 19 (“Vaccine Injury/Side Effects Support Group”) de Catherine “Cat” Parker en Facebook, Cherry dijo: “La oportunidad de conectar con otras personas dañadas por vacunas significa mucho para mí”.

“Me ayuda a recordar que no estoy solo y me mantiene motivado para hacer lo que pueda para ayudar a difundir la concienciación sobre las inyecciones de ARNm y sus muchas víctimas”.

Cherry también compartió su experiencia con el público en general, produciendo vídeos publicados en YouTube e Instagram.