Por Vera Sharav, Meryl Nass y Josh Mitteldorf

La semana pasada perdimos a un precioso aliado, un médico cuyo sencillo compromiso con la verdad científica y el cuidado de los que estaban a su cargo le llevó a lugares extraordinarios en los últimos años de su vida. Cuatro años después de que se le diagnosticara un cáncer poco frecuente, el Dr. Vladimir Zelenko (“Zev”, como le conocíamos) murió el 30 de junio, a los 48 años.

Zev nació en Kyiv, Ucrania, en 1973, cuando aún formaba parte de la Unión Soviética. Sus dos abuelos eran oficiales que sirvieron con distinción en el ejército soviético contra los nazis. Sus abuelos sobrevivieron a la guerra. Sin embargo, docenas de miembros de su familia fueron asesinados en Babi Yar, un barranco en las afueras de Kiev donde unos 34.000 judíos fueron fusilados en 1941 durante una masacre que duró 48 horas.

Zev y su familia llegaron a Estados Unidos en 1978, cuando él tenía cuatro años. Fue a la escuela pública de Brooklyn y consiguió una beca para estudiar medicina en la Universidad Estatal de Nueva York, en Buffalo. Durante casi 20 años, ejerció de médico en el norte del estado de Nueva York.

Era médico de familia en la comunidad judía ortodoxa del condado de Rockland. Cuando la pandemia de COVID-19 empezó a golpear a sus pacientes, esta enfermedad se cobró un precio mortal: el 21% de los pacientes fueron hospitalizados y el 88% de los que fueron conectados a respiradores murieron. Pero no había tratamientos para combatir el virus en sus primeras etapas, o eso nos dijeron a todos.

Zev estaba decidido a encontrar una manera de mantener a sus pacientes de COVID-19 fuera del hospital. Hizo los deberes que todo médico debería haber hecho, pero que pocos hicieron. Buscando en la literatura médica, dio con las experiencias relatadas por el Dr. Didier Raoult en Francia y por médicos de Corea del Sur.

Vio la conferencia 34 de MedCram, impartida por el Dr. Roger Seheult, sobre el uso del zinc y los ionóforos de zinc. El zinc es un mineral esencial para los seres humanos, y a veces se utiliza un poco más de zinc para disminuir la intensidad de los resfriados y los dolores de garganta. Un ionóforo es una sustancia química que abre la pared celular para permitir la entrada de minerales (iones).

“Primero no hacer daño”

El zinc es un suplemento de venta libre. La hidroxicloroquina (HCQ) es un ionóforo fiable, y cuenta con un régimen de dosificación y un perfil de seguridad bien establecidos, ya que millones de personas sanas que viven o visitan los focos de malaria la toman regularmente como prevención.

La HCQ es lo suficientemente segura como para venderse sin receta en toda África, en partes de Sudamérica y también en algunos países europeos. Zev añadió al protocolo experimental la azitromicina, un antibiótico común de amplio espectro que previene la neumonía bacteriana oportunista que suele seguir a las infecciones virales de los pulmones.

De los primeros 50 pacientes sometidos a su protocolo experimental, los 50 se recuperaron con síntomas lo suficientemente leves como para no necesitar hospitalización. Zev compartió su experiencia en una carta y un vídeo dirigidos a los médicos, informándoles de lo bien que funcionaba el tratamiento temprano para salvar vidas.

Pero se sorprendió al descubrir que pronto las agencias federales estaban advirtiendo a los médicos contra la HCQ y, algo sin precedentes, estaban restringiendo la libertad de los médicos de recetar el medicamento para usos no contemplados en el prospecto como la COVID-19.

No obstante, el “Protocolo Zelenko” fue recogido por otros médicos y, juntos, lo publicaron en una revista médica. Con un sentido simple, casi ingenuo, del deber del médico, Zev escribió al presidente, describiendo su éxito en el tratamiento de varios cientos de pacientes.

Milagrosamente, la carta llegó al presidente Trump, quien afirmó en la televisión nacional que la HCQ podría ser un “regalo de Dios”.

Descalificación del tratamiento temprano

Pero Trump era, en ese momento, una figura singularmente divisiva en la política estadounidense. La mayoría de los profesionales cayeron en el lado de la división que no se creía nada que saliera de la boca de Trump. En aquellos días, en un concurso de credibilidad contra el Dr. Anthony Fauci, Fauci ganó ampliamente. Hubo millones de estadounidenses condicionados a creer que “si Trump lo dice, debe ser falso”.

Los medios de comunicación liberales difundieron un aluvión de mentiras sobre el peligro de la HCQ, sin tener en cuenta las décadas de experiencia médica que avalan su seguridad. Y pusieron en la picota a Zev por dar a conocer una alternativa que salva vidas frente a su rival avalado por el gobierno y protegido por patente, el remdesivir.

Como lo describió Zev: “Para bien o para mal, mi vida nunca volvió a ser la misma. Pasé de ser un oscuro médico de familia al escenario público de la noche a la mañana. Me lanzaron a una piscina con tiburones mediáticos y políticos: la esencia del mal en sí”.

“The New York Times” tituló su propia necrológica con “Muere Vladimir Zelenko, de 48 años; promovió un tratamiento infundado contra la Covid” y afirmó:“Un estudio publicado en “The New England Journal of Medicine” no encontró ningún beneficio en el tratamiento, y otros estudios destacaron un riesgo de arritmias cardíacas peligrosas en algunos pacientes.”

Lo que “The New York Times” no incluyó en su información fue que 35 de un total de 38 estudios en los que se utilizó la HCQ para el tratamiento precoz de la COVID-19 demostraron el beneficio del fármaco y, en general, el tratamiento precoz produjo un 72% menos de muertes.

“The Times” también olvidó mencionar una enorme campaña financiada por las farmacéuticas para desacreditar el medicamento. En un escándalo de increíble audacia, se publicó en una de las principales revistas médicas del mundo, “The Lancet”, un enorme estudio sobre 100.000 pacientes de seis continentes, pero dos semanas después fue retirado. El estudio era un fraude desde el principio, estaba basado en datos inventados que, al parecer, ni su primer autor de Harvard ni la prestigiosa revista “The Lancet” se molestaron en comprobar.

La campaña de propaganda contra la HCQ corrompió la literatura médica con tres ensayos clínicos multicéntricos que fueron diseñados para fracasar porque causaban arritmias peligrosas. Aunque la HCQ es eficaz en las primeras fases de la enfermedad, cuando el virus aún se está multiplicando, los ensayos se limitaron a pacientes hospitalizados con COVID-19 en fase avanzada.

Y lo que es peor, la dosis era unas cuatro veces superior a la dosis estándar segura, sobredosificando a los pacientes deliberadamente para crear la ilusión de que la HCQ era peligrosa, y para que los médicos no la utilizaran para la COVID-19.

Más de 500 pacientes que recibieron sobredosis murieron en esos ensayos de “sobredosis”. Ahora conocemos la motivación de esta perversión fraudulenta y criminal de la medicina. Nuestro gobierno y los grandes gigantes farmacéuticos ya se habían comprometido a acelerar el desarrollo de una vacuna, y la legislación estadounidense especifica que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos podría autorizar las vacunas para uso de emergencia sólo si constata que no hay tratamientos alternativos ya autorizados.

¿El fin de la relación médico-paciente?

Zev habló abiertamente del envilecimiento de la medicina, señalando que en los últimos 50 años la educación estadounidense ha cambiado. En lugar de enseñar el razonamiento analítico y la resolución de problemas, el sistema educativo ha estado adoctrinando a los estudiantes para que se sometan a la autoridad. Esta deferencia hacia los “expertos” ha conducido a la corrupción de la medicina y a que los médicos obedezcan las contraproducentes normativas COVID-19.

La mayoría de los médicos de hoy en día están empleados por grandes corporaciones profesionales u hospitales que controlan la práctica de la medicina. Cuando los decretos del gobierno prohibieron la distribución de HCQ, los médicos honestos que plantearon objeciones perdieron sus puestos de trabajo, fueron desprestigiados por los medios de comunicación y se les prohibió publicar en las principales revistas médicas. Algunos perdieron sus licencias.

Zev señaló que el debate científico ha sido estrangulado y los médicos han dejado de considerar el bienestar de sus pacientes como su primera y más importante motivación; ahora sólo se permiten tratamientos especificados por el gobierno.

De hecho, como señaló Zev, la medicina se ha corrompido tanto que los médicos no ofrecen a sus pacientes los tratamientos que adoptan con entusiasmo para sí mismos.

“Muchos médicos que saben que los tratamientos oficialmente autorizados están matando pacientes, toman los medicamentos que prescribo para su propia protección profiláctica”, dijo Zev.

Desvelar el fraude masivo y el encubrimiento ideado por los organismos de salud pública

Zev pasó a tratar a 7.500 pacientes con un nivel de éxito extraordinario (sólo perdió a tres), y a investigar el origen así como el tratamiento del SARS-CoV-2, el virus COVID-19.

Se enteró de que quienes habían participado en la investigación sobre armas biológicas financiada por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) que dio lugar al COVID-19 fueron lo suficientemente tramposos como para asegurarse de que había un antídoto eficaz disponible para su uso privado. En particular, mencionó a Ralph Baric, profesor de la Universidad de Carolina del Norte (UNC) y principal investigador del coronavirus del SRAS en Estados Unidos.

Zev descubrió un artículo de 2010 con Baric como coautor en el que se demostraba que el zinc impedía la replicación del coronavirus del SARS al inhibir su ARN polimerasa. Los autores del trabajo señalaron que el zinc también inhibe la replicación de los virus de la gripe y el sincitial respiratorio o RSV (siglas en inglés de “respiratory syncytial viruses”). El RSV causa 1.000 muertes al año entre los bebés de Estados Unidos. Estos conocimientos podrían proporcionar tratamientos baratos y eficaces para estos virus, para los que actualmente no existen tratamientos eficaces.

Pero Baric nunca hizo ninguna declaración pública durante la pandemia sobre sus propios hallazgos en cuanto a la eficacia del zinc para la COVID-19.

Baric reconoció haber trabajado en estudios de ganancia de función (arma biológica), afirmando que le habían concedido una exención de los NIH para hacerlo. Estos polémicos experimentos que aumentan la letalidad de patógenos mortales se denominan eufemísticamente “ganancia de función”.

Baric colaboró estrechamente con Shi Zhengli en el Instituto de Virología de Wuhan, entre otras cosas en el trabajo que acabamos de citar. Baric incluso participó en el desarrollo del remdesivir, que las directrices de los NIH promueven como el “tratamiento estándar” en lugar del HCQ.

El Remdesivir cuesta 3.200 dólares por persona, su eficacia es cuestionable y es tóxico para el hígado y los riñones. Hasta hace poco, sólo podía administrarse a pacientes hospitalizados. Sin embargo, el remdesivir era un rentable espectáculo paralelo: tanto Baric, de la UNC, como el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (“National Institute of Allergy and Infectious Diseases”, NIAID) de Fauci habían participado en su desarrollo. El objetivo principal era bloquear la HCQ, un fármaco oral barato que podía administrarse de forma precoz a los pacientes ambulatorios para evitar la progresión de la enfermedad.

Baric conocía la eficacia del zinc para la COVID-19 y mantuvo la boca cerrada, pero había un encubrimiento aún mayor en relación con los tratamientos de la COVID-19. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y los Institutos Nacionales de Salud (NIH) habían realizado experimentos similares con la cloroquina y la HCQ, que se remontan a la primera alarma del virus del SARS en 2003. Sabían que los medicamentos con cloroquina podían matar los coronavirus del SARS y del MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio) en cultivos de tejidos, pero nuestras agencias de salud pública nunca se lo comunicaron a la población.

También conocían las dosis seguras; la cloroquina funcionaba para el SARS con las mismas dosis seguras utilizadas para la prevención de la malaria. Los CDC lo sabían en 2005, cuando publicaron un artículo titulado “La cloroquina es un potente inhibidor de la infección y la propagación del coronavirus del SRAS”. Pero los CDC nunca dijeron o una palabra al respecto durante la pandemia de COVID.

En los NIH, el NIAID de Fauci llevó a cabo una serie de experimentos similares, pero más exhaustivos, probando los fármacos disponibles y reutilizados en los coronavirus del SARS y el MERS, y publicó los resultados en 2014. Esto es lo que descubrieron:

“… 66 de los fármacos examinados fueron eficaces para inhibir la infección por el MERS-CoV o el SARS-CoV in vitro y 27 de estos compuestos fueron eficaces contra el MERS-CoV y el SARS-CoV. Estos datos… proporcionan un enfoque acelerado para apoyar el uso no contemplado en el prospecto de las terapias aprobadas”.

No sólo la cloroquina y la HCQ impidieron la replicación del virus, sino que también lo hicieron docenas de otros medicamentos autorizados, ¡enumerados en la Tabla 2 de su artículo! Pero Fauci y el resto de los NIH y el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos nunca se lo dijeron a la población.

En cambio, Fauci hizo todo lo posible para evitar que las pruebas de los beneficios de la HCQ llegaran a los ciudadanos, y llegó incluso hasta el punto de cancelar su propio estudio estrictamente controlado sobre la HCQ después de que sólo se hubieran inscrito 20 de los 2.000 pacientes previstos.

“Un realista de la conspiración”

Zev continuó su investigación hasta su muerte, concluyendo finalmente:

“No soy un teórico de la conspiración, sino un realista de la conspiración. Llegué a la conclusión de que el éxito de mi protocolo de tratamiento -que salva vidas- suponía una gran amenaza financiera para un grupo de personas todopoderosas cuyos intereses eran atendidos por protocolos centrados en los hospitales que aumentaban las muertes.”

“¿Por qué entonces”, se preguntaba Zev, “hubo una campaña mediática y política coreografiada y orquestada para marginar y vilipendiar estas drogas para asustar a la gente y privarla de esperanza? ¿Por qué? Cualquier cosa que diera esperanza a la gente reduciría el miedo…”

Durante el último año y medio, Zev fue un crítico abierto de la campaña de vacunación masiva de ARNm. Se mostró especialmente crítico con el impulso de vacunar a los niños contra el COVID-19, ya que no existe absolutamente ninguna justificación médica para vacunar a los niños; su riesgo de contraer la enfermedad es prácticamente nulo. Describió la normativa de vacunación como un “sacrificio de niños”.

En palabras de Zev tomadas de la película Doctors Orders, contadas por Shabnam Palesa Mohamed:

“Y a los sociópatas, les espera algo grande. Se creen dioses, creen que gobiernan el mundo.

“Así que ¡que empiecen los juegos! Y no tengo ningún problema en caer en la batalla. Esta es una colina en la que tenemos que morir, morir por ello. Porque, de lo contrario, nuestra progenie no tendrá ningún lugar en el que respirar libre”.

En su último mensaje de vídeo desde su lecho de muerte en el hospital, Zev advirtió que la Organización Mundial de la Salud estaba invadiendo la soberanía de las naciones.

Nos exhortó:

“Resistan su agenda maligna y sus campañas de miedo, sus campañas de confinamiento, sus campañas de aislamiento, sus campañas de mascarillas deshumanizadoras. Seguirán enviando ola tras ola de miedo hasta que nos decidamos a expulsar el mal desde dentro. Denuncien a los falsos dioses de la tecnología, de la ciencia, a los dioses del gobierno corrupto, del dinero, del poder, de la fama, y regresemos con nuestros corazones a nuestro Verdadero Creador.”

Poco antes de morir, Zev anunció la creación de la Fundación “Z Freedom”, dedicada a continuar su labor crítica. Y el 10 de junio me pidió a mí (Vera Sharav), como a muchos otros, que ayudara a difundir su próximo libro de memorias, titulado “Zelenko: cómo decapitar a la serpiente”.