La Asociación Médica Estadounidense (“American Medical Association”, AMA por sus siglas en inglés), en un comunicado de prensa del 4 de marzo, advirtió contra el plan de “testar para tratar” de la administración Biden diciendo que el enfoque “hace caso omiso de la seguridad de los pacientes y corre el riesgo de tener resultados negativos significativos para la salud”.

“La AMA se congratula de que la administración esté aumentando el suministro de antivirales para que en un futuro próximo estén ampliamente disponibles”, dijo la organización. “Pero, mientras tanto, establecer clínicas basadas en farmacias como ventanilla única para las pruebas y tratamientos de COVID-19 es extremadamente arriesgado”.

La AMA dijo que el plan era “bienintencionado”, pero afirmó que simplificaba en exceso las decisiones de prescripción que suponen un reto, al “omitir el conocimiento del historial médico del paciente, la complejidad de las interacciones de los medicamentos y la gestión de las posibles reacciones negativas”.

La AMA señaló, por ejemplo, que el Paxlovid de Pfizer -una píldora antiviral COVID que Biden pondría a disposición a través del plan de “testar para tratar”– tiene una eficacia del 88% en la prevención de la hospitalización y la muerte.

Sin embargo, el fármaco de Pfizer también tiene seis páginas de interacciones farmacológicas, incluidas las que “pueden requerir que el paciente mantenga, cambie o reduzca las dosis de otros medicamentos”.

Molnupiravir, la píldora COVID de Merck, tiene restricciones de uso, según la AMA. “No está autorizada para menores de 18 años porque puede afectar al crecimiento del cartílago óseo, y no debe utilizarse durante el embarazo o la lactancia”.

La AMA continuó:

“Las clínicas basadas en farmacias suelen tratar enfermedades sencillas, como la faringitis estreptocócica. Sin embargo, la COVID-19 es una enfermedad compleja y hay muchas cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de recetar medicamentos antivirales para la COVID-19. Dejar decisiones de prescripción tan complejas en manos de personas que no conocen el historial médico del paciente es peligroso en la práctica y en los precedentes.

“Instamos a los pacientes que den positivo en la prueba de COVID-19 a que se pongan en contacto con su médico para analizar las opciones de tratamiento. La COVID-19 no es una faringitis estreptocócica: es una enfermedad complicada que ha matado a casi un millón de personas en los Estados Unidos.”

Según el sitio web de la AMA, la organización se describe a sí misma como el “poderoso aliado de los médicos en la atención al paciente” y afirma “representar a los médicos con una voz unificada ante todos los actores clave de la atención sanitaria.”

Su misión se centra en eliminar los obstáculos que interfieren en la atención al paciente, prevenir las enfermedades crónicas, afrontar las crisis de salud pública e impulsar el futuro de la medicina.

Como informó “The Defender” el 3 de marzo, Biden anunció la semana pasada una nueva iniciativa de “testar para tratar” durante su discurso sobre el Estado de la Unión que permitiría a los estadounidenses que den positivo en una prueba de COVID que se realicen en una farmacia obtener pastillas antivirales gratuitas “en el acto”.

Biden dijo que la nueva iniciativa es una parte clave de una estrategia nacional renovada para devolver al país a la normalidad.

Según un funcionario de la Casa Blanca, el plan incluye cientos de ventanillas únicas que se abrirán en marzo en todo Estados Unidos en establecimientos minoristas como CVS, Walgreens y Kroger, con planes para ampliarlos con el tiempo.

El programa supondría una ganancia multimillonaria para empresas farmacéuticas como Pfizer y Merck, que fabrican las dos píldoras antivirales COVID que estarían disponibles en el marco del programa.

Los expertos respondieron de inmediato a la noticia, expresando su preocupación por el hecho de que el plan de “testar para tratar” permitiera a los pacientes eludir a los médicos, que son los intermediarios informados entre los pacientes y las empresas farmacéuticas, y ellos están obligados a advertir a los pacientes de los riesgos asociados a un determinado medicamento.

El Dr. Madhava Setty, editor científico senior de “The Defender”, dijo que el plan de la administración Biden de “testar para tratar” es un “intento audaz de socavar la relación médico-paciente”.

“¿Van a dejar los médicos que nuestro gobierno trate directamente a los pacientes en las llamadas “ventanillas únicas” con agentes aún no aprobados?” preguntó Setty. “No por mucho tiempo”.

Setty dijo que el plan será contraproducente, ya que los médicos “oponen una fuerte resistencia” a un plan que tendrá un impacto negativo en la salud de los pacientes.

A pesar de la erosión de la confianza del público en el sistema médico, la gente sigue confiando más en la opinión de los médicos que en la de los burócratas, que están en abierta connivencia con las grandes farmacéuticas, ‘Big Pharma’,” dijo Setty. “Este plan le estallará en la cara a nuestro gobierno y todos lo verán”.

El panel de la FDA expresó su preocupación por el molnupiravir y el Paxlovid a pesar de su autorización

La Administración de Alimentos y Medicamentos (“Food and Drug Administration”, FDA por sus siglas en inglés) de EE.UU. en diciembre emitió una autorización de uso de emergencia (“Emergency Use Authorization”, EUA por sus siglas en inglés) para los antivirales molnupiravir de Merck y Paxlovid de Pfizer, a pesar de las serias preocupaciones planteadas por el panel asesor de la agencia.

En una estrecha votación de 13 a 10, los miembros del Comité Consultivo de Medicamentos Antimicrobianos de la FDA recomendaron por escaso margen el uso de molnupiravir en adultos con COVID de leve a moderada que corren el riesgo de padecer una enfermedad grave o de ser hospitalizados.

Según un análisis provisional de un estudio clínico facilitado por Merck a la FDA, el molnupiravir redujo a la mitad el riesgo de hospitalización o muerte.

Entre las personas que recibieron el fármaco, el 7,1% fue hospitalizado o murió, en comparación con el 14,1% que recibió el placebo. Sin embargo, el análisis final publicado el 26 de noviembre de 2021, mostró sólo una reducción del 30% en el riesgo de hospitalización o muerte.

El resumen de la FDA mostró que los pacientes del grupo tratado con el fármaco durante la segunda mitad del estudio tenían más probabilidades de ser hospitalizados o morir que los que recibieron el placebo.

En otras palabras, la protección contra la muerte observada en la primera mitad del estudio no se mantuvo en la segunda mitad.

Cuando la presidenta del comité, Lindsey Baden, directora de la División de Enfermedades Infecciosas del Brigham and Women’s Hospital, le preguntó por la discrepancia, el vicepresidente senior de Merch, Nicholas Kartsonis, dijo: “No tengo una respuesta satisfactoria a su pregunta”.

Durante la reunión, los expertos se preguntaron si el molnupiravir podría causar mutaciones perjudiciales en la proteína de espiga o pico del virus -que es el objetivo de las vacunas COVID-, ya que el fármaco actúa provocando una “cascada de mutaciones incapacitantes” en el virus del SRAS-CoV-2, lo que dificulta la replicación del virus.

Pero la adición de mutaciones al virus podría, en teoría, dar lugar a nuevas versiones del mismo, una preocupación expresada por varios miembros del panel.

La FDA reconoció en los documentos facilitados antes de la reunión que el molnupiravir puede aumentar la tasa de cambios en la proteína de espiga o pico del virus, “lo que, en teoría, podría potenciar la evolución de la proteína de espiga o pico del SARS-CoV-2”.

Los expertos han expresado preocupaciones similares sobre Paxlovid. Según Steve Kirsch, director ejecutivo de la Fundación para la Investigación de la Seguridad de las Vacunas (“Vaccine Safety Research Foundation”), Paxlovid fue aprobado por la FDA sin ningún tipo de reunión externa o divulgación.

“No se dio oportunidad a que el público participara”, dijo Kirsch. “Esencialmente se hizo todo a puerta cerrada”.

Paxlovid es un inhibidor de la enzima proteasa, que inhibe o disminuye la enzima proteasa que interfiere con el virus, pero el fármaco no tiene un perfil de seguridad probado como la ivermectina, dijo Kirsch.

Según el sitio web de Pfizer, “hay información limitada sobre la seguridad y la eficacia del uso de Paxlovid para tratar a personas con COVID-19 de leve a moderada” y “no se conocentodos los riesgos en este momento”.

La “Hoja informativa para proveedores de atención sanitaria” de Pfizer anima a los médicos a “considerar las posibles interacciones farmacológicas antes y durante el tratamiento con Paxlovid” y a “revisar los medicamentos concomitantes durante el tratamiento con Paxlovid y vigilar las reacciones adversas asociadas a los medicamentos concomitantes.”

Como informó “The Defender” el 7 de marzo, la hidroxicloroquina (HCQ) y la curcumina tienen una eficacia comparable a la del Paxlovid. Además, a pesar de la eficacia potencial de Paxlovid contra la COVID de moderada a grave, se asocia a efectos secundarios más graves y es considerablemente más caro que las alternativas no patentadas.

El Gobierno da prioridad a los medicamentos caros para el COVID y toma medidas contra las alternativas

Múltiples estudios han demostrado la seguridad y la eficacia de fármacos baratos, como la HCQ oral y el aerosol de povidona yodada para la garganta y la monoterapia con ivermectina y doxiciclina, para tratar el COVID.

Sin embargo, el gobierno está tomando medidas enérgicas contra los médicos que prescriben estos medicamentos a sus pacientes, mientras que da prioridad a los costosos medicamentos experimentales como el Paxlovid y el molnupiravir, permitiendo que la gente obtenga “medicamentos en investigación” en “ventanillas únicas” sin ninguna supervisión médica.

Según un estudio publicado en el sitio web de preimpresión de la Universidad de Cornell, los investigadores utilizaron análisis computacionales para evaluar el rendimiento de 10 medicamentos frente a la variante Omicron.

Los investigadores descubrieron que la ivermectina superaba a todos ellos, incluido el Paxlovid de Pfizer, que costó a los contribuyentes 5.290 millones de dólares y cuesta 529 dólares por tratamiento.

Se ha demostrado que la ivermectina reduce la carga viral al inhibir la replicación, reduce la infección en un 86% cuando se utiliza de forma preventiva, reduce el tiempo de recuperación, protege contra el daño de los órganos, disminuye el riesgo de hospitalización y muerte. Sólo cuesta entre 48 y 95 dólares por un curso de tratamiento, dependiendo de la ubicación.

La ivermectina también es exponencialmente más barata que el molnupiravir, pero debido a las normas de sustitución de medicamentos genéricos en las farmacias, Merck -que también fabrica la ivermectina- podría gastar millones de dólares para conseguir que la ivermectina sea indicada para COVID y luego obtendría efectivamente un rendimiento cero.

Los contribuyentes estadounidenses financiaron el desarrollo del molnupiravir mediante una subvención de 19 millones de dólares del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. El coste de Merck para producir un tratamiento es de 17,74 dólares, pero el gobierno estadounidense aceptó pagar 712 dólares por tratamiento.

Robert F. Kennedy Jr., presidente de CHD y principal asesor jurídico, dijo a “The Defender” que los contribuyentes están pagando miles de millones por vacunas que no funcionan, se contagian de COVID de todos modos y acaban pagando miles de millones más a las mismas empresas farmacéuticas por un tratamiento inferior.