En una carta dirigida al presidente Joe Biden, el presidente de ‘Children’s Health Defense’, Robert F. Kennedy pide al presidente que arregle el “catastróficamente ineficaz” sistema que hace el seguimiento y vigilancia de las lesiones causadas por las vacunas.

Kennedy recuerda a Biden que, primero como candidato, “y después como nuestro presidente, usted prometió dar a los estadounidenses un programa de vacunas COVID basado en la honestidad, la transparencia y la ciencia rigurosa”.

Kennedy pide a Biden que “intervenga ahora para arreglar el Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas (‘Vaccine Adverse Events Reporting System’, VAERS por sus siglas en inglés) y ordene al Departamento de Salud y Servicios Humanos (‘U.S. Department of Health and Human Services’, HHS por sus siglas en inglés) de EE.UU. que adopte un sistema de seguimiento de código abierto, con base científica, que sea funcional y verificable para llegar a reconstruir la confianza de los ciudadanos”.

Lea la carta:

15 de marzo de 2021

Presidente Joe Biden

1600 Pennsylvania Avenue, N.W.

Washington, DC 20500

Estimado Presidente Biden:

Le escribimos para pedirle que arregle el sistema de vigilancia catastróficamente ineficaz del HHS para las lesiones causadas por las vacunas. Una verdadera transparencia, una base científica sólida (recopilación y análisis de datos imparciales) y un sistema de vigilancia que funcione son las únicas formas de acabar con las dudas generalizadas sobre la vacuna y de generar confianza en el programa de vacunación COVID-19.

El programa de vacunas “Warp Speed” permitió a las empresas farmacéuticas acortar los ensayos clínicos y apresurar el acceso de los estadounidenses a las vacunas EUA [siglas en inglés de ‘Emergency Use Authorisation’, Autorización de uso de emergencia], que son experimentalesy no tienen licencia, en lo que los funcionarios de salud reconocen que es un experimento a nivel de toda la población.[Emergency Use Authorization] Los reguladores del HHS justificaron este atajo prometiendo poner en marcha un sistema de supervisión y vigilancia posterior a la concesión de licencias que detectaría las lesiones causadas por las vacunas y permitiría a las autoridades de salud pública, a los médicos y a los estadounidenses comprender los riesgos y beneficios de cada una de las distintas vacunas. Sin embargo, en vez de eso los funcionarios del HHS están adoptando procedimientos diseñados para ocultar al público las lesiones causadas por la vacuna COVID -en particular, las muertes- y para oscurecer los perfiles de seguridad y riesgo.

La triste realidad es que las vacunas causan lesiones y muertes. En los dos meses y medio transcurridos desde que se inició el programa de vacunación contra la COVID, se han registrado 31.079 lesiones y 1.524 muertes tras la aplicación de la vacuna. Lo que también es innegable es que EE.UU. no está haciendo lo suficiente para averiguar más sobre estas lesiones y muertes, y por qué algunas personas son más susceptibles que otras a las lesiones. En esta era de la medicina individualizada, un programa de vacunación masiva que abdica de toda responsabilidad de proteger a los subgrupos vulnerables es imprudente y poco ético.

El Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas (VAERS) es inútil para calcular una valoración precisa de los riesgos y beneficios. Durante treinta años, los funcionarios de salud pública, incluido su zar de las vacunas contra el coronavirus, (el entonces Cirujano General) David Kessler, se han quejado de que el sistema de supervisión y vigilancia de lesiones por vacunas sufridas después de la comercialización del HHS, el Sistema de Notificación de Eventos Adversos por Vacunas (VAERS), es un fracaso y hace falta actualizarlo. Un amplio estudio del HHS de 2010 reconoció que el sistema VAERS capta “menos del 1% de las lesiones por vacunas.” Del mismo modo, un estudio interno de la industria farmacéutica de 2014 reconoció que el VAERS capta menos de una de cada cincuenta lesiones. Para empeorar las cosas, hay muchos informes anecdóticos de personas que han sido bloqueadas cuando intentan informar a VAERS de muertes y lesiones relacionadas con las vacunas COVID. Y ha habido al menos dos veces en las que todo el sistema de datos ha dejado de funcionar durante más de 48 horas.

Por ello, para compensar las conocidas deficiencias del VAERS, los CDC crearon el sistema V-safe para complementar la vigilancia del VAERS de las lesiones por inoculación de COVID-19. V-safe permite a las personas recién vacunadas notificar las lesiones utilizando una aplicación para teléfonos móviles. Este sistema, al ser también voluntario, es extremadamente permeable y no está interconectado con el sistema VAERS existente, creando así dos sistemas de notificación voluntaria con datos incompletos. Y lo que es más importante, V-safe es incapaz de tabular las muertes que se producen tras la vacunación, ya que nadie informa de su propia muerte.

Por muy ineficaz que sea, el Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas está repleto de informes sobre muertes de ancianos tras las vacunas COVID-19. Alrededor del 73% de las 1.524 muertes por COVID registradas hasta la fecha son mayores de 65 años, con una edad media de fallecimiento de 77 años (CDC). Dado que el VAERS capta “menos del 1%“, es prudente suponer que el número real de muertes de ancianos mayores de 65 años que fallecieron a causa de la vacuna COVID podría ascender a 111.200. Las publicaciones en las redes sociales y las noticias que detallan oleadas de muertes en centros de atención a personas mayores y en otros lugares tras la vacunación contra la COVID respaldan esta cifra más elevada.

La autopsia que determina la muerte por un evento adverso de la vacuna es casi imposible de lograr. La estrategia de los CDC para hacer frente a las muertes después de la vacunación ha sido negar públicamente que las vacunas COVID hayan causado alguna de esas muertes y trabajar con los medios de comunicación y los sitios de redes sociales para eliminar y censurar estos informes. Este planteamiento es una argucia de primer orden.

La declaración de los CDC de que todas las muertes que ocurren después de la inyección no están relacionadas con ella es una argucia. Para casi todas las lesiones causadas por las vacunas, no existe ninguna prueba médica o científica -incluso con autopsias completas, que son raras en el caso de los ancianos- para determinar si una muerte específica estuvo relacionada con la vacuna. Un ataque al corazón o un derrame cerebral causados por una vacuna no son diferentes de un ataque al corazón o un derrame cerebral debido a causas naturales. Se han necesitado hasta diez años para debatir una causa de muerte o lesión por otras vacunas en el Tribunal Federal de Vacunas. ¿Cómo pueden los CDC pretender saber en tan poco tiempo que la vacuna definitivamente no estaba involucrada?

La única manera de determinar el riesgo de muerte por las vacunas COVID es tabular TODAS las muertes en los días siguientes a la vacunación y luego comparar esas tasas con las tasas históricas de muerte diaria en cada categoría de edad. Por ejemplo, en 2018, según los CDC, las tasas de mortalidad diaria de fondo entre los estadounidenses de entre 75 y 84 años es de 12 por cada 100.000 al día. Sólo sabiendo exactamente cuántas personas de esa misma cohorte de edad mueren cada día en los días siguientes a la vacunación, podemos compararlas con las tasas de fondo y juzgar de forma fiable si existe un mayor riesgo de muerte por la vacuna. Si, por ejemplo, nos enteramos de que la tasa de mortalidad inmediatamente después de la vacuna Moderna es de 30/100.000/día, mientras que la tasa de mortalidad de la vacuna Pfizer es de 12/100.000/día, los reguladores pueden entonces aconsejar a los ancianos que se pongan la vacuna más segura. En lugar de contabilizar escrupulosamente cada una de las muertes que se producen después de la vacunación -como lo requiere la prudencia y la buena política de salud pública-, los CDC descartan sistemáticamente todas las muertes que se producen después de la vacunación como “no relacionadas” con las vacunas. Intentar abolir los daños de las vacunas por decreto no es ciencia. Es propaganda. Muchos estadounidenses se preguntan naturalmente: “¿Por qué los CDC intentan ocultar las lesiones al público?”

Los estadounidenses que observan la práctica de los CDC de atribuir a la “coincidencia” todos los casos notificados de muerte en ancianos tras la vacunación se quedan atónitos ante el cinismo de la agencia. Esta práctica contrasta fuertemente con la estrategia de los CDC de contar cada muerte asociada a una presencia viral como una muerte por COVID. (Los CDC han admitido que sólo el 6% de las muertes atribuidas a COVID fueron causadas inequívocamente por COVID. El 94% restante tenía una media de 3,8 comorbilidades potencialmente letales.) En lugar de dar al público de forma transparente hechos imparciales y fiables, los CDC están manipulando los datos adoptando un criterio doble dispuesto a inferir causalidad cuando se trata de inflar las muertes por COVID y a descartar la causalidad para subestimar las muertes por vacunas. Desgraciadamente, muchos estadounidenses que han observado la flagrante deshonestidad de los CDC a este respecto han llegado a la conclusión de que la agencia ha manipulado deliberada y sistemáticamente su recogida de datos y su autoridad reguladora para servir a una agenda política. La desconfianza en los organismos reguladores que ha resultado de ello es el motor número uno de la vacilación ante las vacunas.

Su orden ejecutiva no aborda el problema. Sabemos que es usted consciente de los problemas y las lagunas que existen en relación con la supervisión y vigilancia de las vacunas, tal y como se indica en su orden ejecutiva del 21 de enero de 2021; sin embargo, la orden no exige una solución real ordenando un verdadero sistema de vigilancia de todos los acontecimientos adversos y muertes causados por las vacunas (más allá del COVID e incluyéndolo). Más bien requiere una “revisión” de los datos. Una “revisión” de datos que son malos e incompletos dará lugar a un informe malo o incompleto.

Primero como candidato, y después como nuestro Presidente, usted prometió dar a los estadounidenses un programa de vacunas COVID basado en la honestidad, la transparencia y la ciencia rigurosa. Le pedimos que intervenga ahora para arreglar el VAERS y para ordenar a los reguladores del HHS que adopten un sistema de supervisión y vigilancia de código abierto, con base científica, que sea funcional y verificable para llegar a reconstruir la confianza de los ciudadanos.

Firmado

Robert F. Kennedy Jr., Presidente

‘Children’s Health Defense’

ChildrensHealthDefense.org