Sheila Bath, una cocinera de 60 años y “life coach” (consejera de vida) de Connecticut, sospechó por primera vez que le había dañado la vacuna COVID-19 de Johnson & Johnson (J&J) de una sola dosis el 11 de abril de 2021, exactamente 14 días después de que se le inyectara la vacuna.

En una entrevista exclusiva con “The Defender”, Bath dijo que sus síntomas iniciales incluían una sensación de ardor que iba desde las piernas hasta la columna vertebral y entumecimiento en los pies. Los síntomas duraron dos meses.

“Me ardían las piernas desde el tobillo hasta la parte baja de la columna vertebral en ambos lados. Estaban ardiendo, ardiendo, ardiendo”, dijo Bath. “Tenía los pies entumecidos. Me estaba quemando los nervios de las piernas y de la columna vertebral”.

Dijo que también presentaba “terribles hematomas” en las extremidades, sequedad de boca, empeoramiento de la visión, incapacidad para caminar, quistes en los riñones, cálculos biliares en la vejiga, calambres en las pantorrillas, espasmos musculares, depresión, niebla cerebral y 20 libras (9 kilogramos) de aumento de peso por retención de agua.

Estos son los “síntomas clásicos del síndrome de Guillain-Barré“, dijo Bath.

Bath sospechó que la vacuna había desencadenado los síntomas, pero los médicos se mostraron inicialmente reticentes a sacar la misma conclusión.

Bath dijo a “The Defender”:

“No sabía lo que era el Guillain-Barré, pero es algo que todo el mundo sabe que hay que ir directamente al hospital. Y [mi neurólogo] podría haberme enviado directamente al hospital. El neurólogo cometió la negligencia de no seguir el protocolo de llevarme al hospital cuando podían haberlo curado”.

“Tres veces volví a ir a la consulta y me mandó a casa”, contó. El médico le decía: “No te pasa nada. Tienes una neuropatía porque eres mayor”.

Cuando Bath le dijo a su médico que la única explicación que se le ocurría era que se había vacunado hacía dos semanas y media, “prácticamente me echó de la consulta”, dijo. “Y luego volví a llamar una tercera vez. Dije, ‘mis piernas siguen ardiendo… ¿pueden ayudarme?’ Y se negaron a verme”.

Entonces las cosas empeoraron.

Más de un año después de que le inyectaran la vacuna de J&J, Bath empezó a experimentar nuevos síntomas, incluida una parálisis digestiva parcial, lo que, según ella, “significa que la proteína de espiga COVID-19 sigue viva, haciendo daño”, aunque “se supone que es un virus muerto, según nos dijeron”.

Los médicos atribuyeron los nuevos síntomas a la enfermedad de Crohn, un tipo de trastorno intestinal inflamatorio, porque Bath tenía antecedentes de enfermedad autoinmune.

Pero Bath no está de acuerdo con ese diagnóstico:

“Lo me apetecía era decir, cariño, yo tuve Crohn cuando nadie conocía el Crohn, y tuve que luchar contra eso durante 13 años. Dije, eso no es Crohn… Eso es parálisis por la inyección”.

Bath describió que los médicos la “regañaron y gritaron” por sugerir siquiera que sus problemas de salud estaban relacionados con la vacuna. Según ella, no fue hasta que visitó a un médico naturista que finalmente recibió atención, cuidados y un diagnóstico concreto.

Ella dijo:

“Entré, me echó un vistazo y me dijo: ‘Sé lo que tienes’. [La] primera vez que lo vi, me dijo: ‘tienes parálisis en la columna y en las piernas’. ¿Te administraron [la vacuna Johnson & Johnson] o cuál?’

“Dijo: ‘Tengo un antídoto para eso, un antídoto homeopático para el peristaltismo’. Y efectivamente, funcionó. ¿Funcionó perfectamente? No. Pero lo que hizo fue salvar mi vida”.

Según Bath, cuando compartió la noticia de este exitoso tratamiento con su cardióloga, “Ella empezó a gritarme, esta mujer amable y gentil que ni siquiera está vinculada con las vacunas”.

Obligada a vacunarse por el empleador

Bath se mostró inicialmente reticente a vacunarse contra el COVID-19, dijo, pero se le exigió que lo hiciera por motivos laborales.

Optó por recibir la vacuna de una sola dosis de J&J porque “pensé que, bueno, una [dosis] es mejor que dos”.

Aunque Bath reconoció que había información disponible que aconsejaba a las personas con enfermedades autoinmunes que evitaran la vacuna de J&J, dijo que ella llevaba “en remisión durante 20 años por medios naturales”.

Pero ella también cree que no habría sido necesariamente mejor que le inyectaran la vacuna de Pfizer o alguna otra contra la COVID-19.

“¿Quién sabe? Si me hubieran presionado para que se me inyectara [la vacuna] Pfizer, tal vez me habría ido peor”, dijo Bath.

Bath también señaló que la dosis específica de J&J que recibió procedía de la planta de fabricación de “Emergent BioSolutions” en Baltimore, que posteriormente se cerró tras los informes sobre problemas normativos.

Los daños y efectos adversos que sufrió Bath han sido debilitantes en cuanto a su capacidad de trabajo.

Bath dijo a “The Defender”:

“Yo antes trabajaba entre 10 y 12 horas al día. Llevo 16 meses sin poder trabajar. Mi neurólogo también rechazó darme la incapacidad, [sumiéndome] en la pobreza.

“Mi mayor temor es quedarme sin hogar. He trabajado felizmente toda mi vida, nunca pedí ningún tipo de ayuda… Lloraba todos los días y definitivamente tenía tendencias suicidas… No he podido trabajar y [esta experiencia] me ha sumido totalmente en la pobreza. He estado muy cerca de quedarme sin hogar unas cuantas veces… Me tuve que gastar todo mi dinero”.

Afortunadamente, dijo, descubrió el Grupo de Apoyo a las Lesiones por Vacunas/Efectos Secundarios (“Vaccine Injury/Side Effects Support Group”), presentado el mes pasado por “The Defender”.

Bath dijo que la pertenencia al grupo de apoyo le permitió “confirmar que no estaba sola, y que los médicos mentían a propósito, en todo el mundo”, y añadió: “Gracias a Dios por el grupo de Catherine”, en referencia a su fundadora, Catherine Parker, que también resultó dañada por la vacuna de J&J.

“Todos compartimos información, síntomas e información sobre lo que nos ayuda”, dijo Bath, refiriéndose a sus interacciones con otros miembros del grupo de apoyo.

Según Bath, ver el gran número de participantes en esos grupos e interactuar con ellos “me ha roto el corazón”, pero al mismo tiempo me ha proporcionado cierto consuelo, “sabiendo que no he perdido la cabeza”.

“Los médicos me dicen que estoy loca”, dijo Bath. “Nunca he visto tanta mezquindad en mi vida”, y añade: “Ya sabes, los amigos desaparecen, la familia desaparece. Así que gracias a Dios por estos grupos, pero desearía que no fueran necesarios”.

Sin embargo, el grupo de apoyo se enfrenta a retos, según Bath, como el intento de censura por parte de Facebook, donde se aloja el grupo.

“El hecho de que estamos conectando -siguen intentando eliminarnos-“, dijo Bath.

Bath dijo a “The Defender” que, antes de sus lesiones, estaba planeando una nueva etapa en su vida: “life coaching”, consejera de vida.

“Ayudar a la gente, ayudar a prevenir la enfermedad de Crohn, ayudar a prevenir las intoxicaciones alimentarias… Ya lo tenía preparado… y tendría una vida plena. Lo tenía todo planeado … Me encantaba cada momento de lo que estaba haciendo”.

Sus daños han retrasado pero no han acabado con su plan. Dijo a “The Defender” que ha completado una certificación de curación de traumas como “life coach” (consejera de vida) y añadió:

“Mi tarea es ayudar a la gente a mejorar lo más posible, y estoy obteniendo esa certificación adicional para traumas porque a todos nos han traumatizado los últimos cinco o seis años.

“Y le añado a esto … mis dos especialidades ahora son ayudar a la gente con la enfermedad de Crohn, pero sobre todo con los daños por vacunas… esos son mis dos objetivos”.

Con ello, Bath espera poder sensibilizar al público en general sobre lo que está ocurriendo.

“Necesitamos que el público sepa que esto no es un tema político”, dijo Bath. “Ambos lados del pasillo, personas de los dos partidos políticos, se han visto perjudicadas, y estamos juntos en esto.

Y añadió: “No podemos confiar en los reguladores porque todos son propiedad de Yale y Harvard y todo lo demás”.