Hoy, el presidente Biden se ha dirigido a la nación para hablar de los planes de gestión de la variante Omicron.

Reconociendo que la gente está cansada y frustrada, hizo poco por cambiar el rumbo o por alejar la narrativa de culpar a los no vacunados de la continuidad de la enfermedad.

Las declaraciones de Biden se produjeron después de que la semana pasada la Casa Blanca advirtiera a los que no se vacunen contra el COVID de que “se enfrentarán a un invierno de graves enfermedades y muerte para ustedes, sus familias y los hospitales que ustedes puede que pronto abrumen.”

Aunque el presidente ha invocado hoy “abrumadores datos científicos” para justificar sus soluciones -vacunas, dosis de refuerzo y uso de mascarillas-, no ha aportado ningún detalle que respalde los datos científicos o las soluciones que propone.

Pero, ¿por qué esas soluciones -las mismas que ha estado proponiendo todo el tiempo- tendrían éxito ahora, cuando durante los últimos dos años sólo han fracasado?

El presidente también culpó del actual aumento de los casos de COVID a los que difunden “peligrosa desinformación” y “trafican con mentiras”.

Calificó a estos actores de “erróneos” e “inmorales” y les pidió que dejaran de hacerlo.

Muchas, muchas veces a lo largo del discurso de hoy, Biden ha pedido a la gente que “por favor, se vacune”.

Exhortó a que la gente pudiera celebrar la Navidad con seguridad, siempre que se vacunara, se pusiera la dosis de refuerzo y usara mascarillas en el interior.

En una pequeña ventana de noticias positivas, Biden dijo que es poco probable que se produzcan más confinamientos y que las escuelas deberían permanecer abiertas.

Biden también esbozó una serie de medidas específicas -que incluyen la creación de más clínicas de vacunación emergentes, 500 millones de kits de prueba en el hogar de COVID gratuitos y disponibildad de mayores existencias de equipos de protección personal- para hacer frente a la próxima oleada de casos de COVID que se espera.

Pero lo que el presidente no dijo hoy fue tan significativo como lo que dijo.

Biden no pronunció ni una sola palabra sobre los tratamientos tempranos eficaces que pueden salvar vidas; sobre la asombrosa cifra de lesiones y muertes entre los vacunados y los que tienen dosis de refuerzo; o sobre la teoría científica de la potenciación dependiente de los anticuerpos o el cebado patogénico que parece explicar los casos de “fallos de la vacunación” entre los vacunados.

Biden no mencionó a los estados y a las empresas que se niegan a cumplir con los mandatos federales de vacunación; los obscenos beneficios que los fabricantes de vacunas COVID están cosechando; o la desenfrenada y grave presión inflacionaria que sus políticas COVID han engendrado.

Es difícil ver que algo de lo que el presidente ha anunciado hoy vaya a alterar drásticamente el curso actual de más alarmismo, más culpa sobre los no vacunados y más muertes evitables causadas por la falta de promoción de tratamientos tempranos seguros y eficaces contra el COVID.

El decepcionante discurso del presidente señaló que lo que tenemos por delante es un camino de “mantener el rumbo”. Nuestra mejor esperanza para revertir el curso reside en una mayor educación pública, compromiso y resistencia, el mismo tipo de trabajo que “Children’s Health Defense” fomenta y realiza cada día.